Ciudad Perdida
Faltó autocrítica en el congreso del PRD
Muchas dudas quedaron en el aire
Análisis parciales y verdades sesgadas
Vale. Lo que perdió el PRD en su congreso pasado fue la indispensable herramienta de la autocrítica, dicen quienes quieren desaparecer a López Obrador del ámbito político, y el análisis se debe fincar, según ellos, nada más sobre los errores de su ex candidato. Ni un paso más allá.
Ellos aceptan que fueron derrotados y atribuyen tal descalabro a una serie de hechos que de tan analizados y criticados en todas partes, incluyendo al propio PRD, bien podrían ser obviados, a menos de que lo que se busque es el castigo para quienes ellos mismos suponen culpable.
Y en esa necesidad ingente, desvían la atención de procedimientos esenciales, de datos fundamentales, para lograr la autocrítica sana: la participación, en contra de los gobernadores, por ejemplo, que llegaron al poder por el PRD y que en 2006 le dieron la espalda.
¿Por qué si en el mismo congreso del sol azteca la militancia repudió al gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca, por sus prácticas en todo el proceso electoral, los inquisidores no lo tocaron?
¿Por qué no se analizó el comportamiento de Juan Sabines en Chiapas, que bien vale un largo rato de reflexión? ¿Por qué se hizo a un lado el juego perverso de la gobernadora Amalia García en Zacatecas?
Y ¿por qué no le entraron a la investigación real del comportamiento de los Cárdenas en Michoacán, que a ojos y oídos de todos hicieron un trabajo contrario al candidato López Obrador?
¿Por qué –en fin– no se dijo nada, a fondo, sobre los manejos del padrón perredista que fue manipulado para que ese congreso resultara un juego de dados cargados a favor de un tribu? ¿Qué, eso no tiene que ver con la autocrítica?
Para los neocorporativistas, es decir, para la nueva izquierda el objetivo no era, ni con mucho, la autocrítica. Sus afanes tenían otras metas. Mirarse en el espejo no era el objetivo. La pretensión era menoscabar la figura de López Obrador para construir la hamaca que meza y sostenga el poder de la derecha, y permanecer a su vera para recoger las migajas que suelte.
Y es que la verdad, y no es de ahora, al PRD eso de la autocrítica no se le ha dado muy bien, sólo que esta vez la intención es otra. Baste el recuerdo de la lucha que Samuel del Villar encabezó para tratar de evitar las trampas y la corrupción dentro de ese partido político.
En aquel entonces nadie hizo el mayor caso a la censura que el ex procurador del DF levantó por las malas prácticas del partido. Es más, en algunos sectores incluso se le condenó porque en su análisis del quehacer interno del partido señalaba a los bejaranos y a los chuchos como lastres para el organismo que pretendía la honestidad como piedra de toque.
Todo eso no es suficiente, es verdad, para que en el PRD no se haga la reflexión profunda de lo que ese partido es en este momento, y lo que promete, si algo promete, para el futuro de la izquierda en México. Pero ¡cuidado!, lo que no se vale son los análisis parciales ni las verdades sesgadas, y mucho menos la pretensión dolosa de destruir lo poco que se ha edificado en bien de dudosos paraísos prometidos que en nada benefician al país.
Por lo pronto, en apariencia, todo le salió mal a los chuchos, que ahora lanzan por donde se pueda condenas al espurio, con frases arrancadas a su desvergüenza. Lo malo para ellos es que ahora, ni en la derecha, les van a creer. Lástima.
De pasadita
En la carrera loca de las autoridades federales por copiar cualquier trabajo exitoso, o que pueda ser exitoso, del Gobierno del DF, la Secretaría de Educación Pública anunció ayer que becará a los alumnos de preparatoria, en un programa muy parecido al que puso en marcha Marcelo Ebrard la semana pasada. Total, si es para bien de la gente que siga la competencia, aunque nunca segundas partes fueron buenas.