Usted está aquí: lunes 27 de agosto de 2007 Opinión Reporte Económico

Reporte Económico

David Márquez Ayala
http://www.vectoreconomico.com.mx

El empleo. Eje del desarrollo

En México suceden fenómenos notables. Uno de ellos es lo que según las cifras está ocurriendo con el empleo: mientras la economía baja su ritmo de crecimiento, así como la inversión, la creación de empleos formales (medida por el número de trabajadores asegurados en el IMSS) aumenta sustancialmente.

En el primer semestre de 2006 el crecimiento (anualizado) del PIB fue de 5.2%, y el número promedio de asegurados enero-julio en el IMSS aumentó en 765 mil; en este año, el crecimiento del PIB en el primer semestre se redujo a la mitad (2.7%) y, sin embargo, entre enero y julio el número promedio de asegurados aumentó en 859 mil respecto del mismo lapso de 2006 (Gráfico 1). Dado que el Programa del Primer Empleo (proyecto “estrella” del gobierno para incrementar el empleo formal mediante un subsidio temporal a las cuotas del IMSS tratándose de primera contratación) sólo ha financiado unos 7 mil casos a julio de este año, no queda sino asumir que estamos frente a una formalización masiva de empleos existentes o frente a un milagro estadístico.

Sin embargo, más allá de las estadísticas coyunturales está el enorme fracaso del país en materia de empleo –el problema económico-social número uno de México– manifiesto en el desempleo y subempleo, en la informalidad y la emigración. Atrás de éste, y como agravantes de la pobreza, están los bajos salarios, la desigualdad brutal de los ingresos y la inequidad en todas sus manifestaciones, desde la fiscal que impide una redistribución del ingreso hasta la imposibilidad de acceso a satisfactores y derechos básicos, como la salud y la seguridad social, la educación y la capacitación, la vivienda e incluso la alimentación suficiente.

Reclasificando las cifras del INEGI (Gráfico 2) –ya que consideramos que la población “disponible” (personas en capacidad y disponibilidad de trabajar pero que han cesado de buscar empleo al considerar que por su edad, inexperiencia laboral, discapacidades, no tienen oportunidad alguna) es en realidad población desocupada– una radiografía actual del empleo en México sería:

Una población total de 106 millones de habitantes que aumentan 1.0% anual, sin contar una pérdida por emigración de más de medio millón de personas cada año. De la población total, 75.8 millones tiene 14 o más años, y de éstos 49.4 millones constituyen la Población económicamente activa (PEA), y 26.4 millones la Población económicamente no activa (estudiantes, amas de casa y personas que voluntariamente no participan en el mercado de trabajo).

De la Población económicamente activa (49.4 millones), 42.9 millones tienen alguna ocupación y 6.4 es población desocupada, dividiéndose esta última en desocupada en busca de trabajo (1.5 millones) y desocupada disponible (que ya no busca trabajo pero lo desea) (4.9 millones).

Así, de acuerdo a la reclasificación aquí planteada, el desempleo en México no es de 3.4% de la PEA, como es común escuchar sino de 13.1%, cifra mucho más realista (Gráfico 2).

Además, se estima que de la población ocupada cuando mucho unos 24 millones cuentan con un empleo formal, ingresos estables y aseguramiento, incluyendo a los afiliados al IMSS, al ISSSTE, los empleadores y una parte de los trabajadores por cuenta propia.

Sobre la estabilidad, cabe recordar que hace una década sólo ocho de cada 100 asegurados eran eventuales y actualmente son 20 de cada 100 (Gráfico 1).

Así, podríamos sintetizar que de la PEA (49.4 millones), únicamente 24 millones (48.5%) tienen un empleo satisfactorio o formal con seguridad social o seguros particulares; unos 19 millones (38.5%) tienen ocupaciones insatisfactorias (inestables, precarias, informales, sin servicios médicos ni seguridad social); y 6.4 millones (13.1%) son desempleados francos (Gráfico 2).

Tal esquema es en sí la expresión nítida del atraso en que vivimos. Nuestro país jamás llegará a ser una nación de alto desarrollo sin antes haber resuelto su problema del empleo y con él la incorporación a la economía y el bienestar de toda la población.

Un problema estructural

Al margen de la frivolidad y/o ligereza con que la tecnocracia neoliberal ha degradado la estructuralidad económica, el caso del empleo sí es estructural. Crear los nuevos empleos necesarios para quienes se integran cada año al mercado de trabajo, para arraigar a una porción creciente de los emigrantes por necesidad, y para abatir los enormes rezagos existentes implica no sólo adoptar una política congruente (ahora inexistente) de generación de empleo, sino también llevar a cabo una reorganización económica estructural que la haga posible.

Con la apertura irracional de nuestra economía, su entrega a los corporativos trasnacionales, y la creciente monopolización, en los años recientes hemos visto la desaparición de cientos de miles de pequeñas empresas y unidades productivas (que son las principales generadoras de empleo), así como la imposición de patrones de automatización diseñados en otras economías precisamente para ahorrar personal y mano de obra.

La meta del pleno empleo

Si en México tomáramos en serio el problema del empleo y hubiera la intención de darle solución definitiva, bien podríamos comprometernos en un esfuerzo nacional para alcanzar el pleno empleo y la inclusión social en un plazo de 15 años máximo, a fin de dejar atrás de una vez por todas el estigma del subdesarrollo.

El gran reto sería reorganizar nuestra economía para el crecimiento y la generación intensiva de empleos formales como prioridad nacional, con las siguientes metas:

1. Crear alrededor de 2 millones de nuevos empleos anuales, de los cuales: a) 900 mil se enfocarían a ocupar a los jóvenes que cada año se incorporan al mercado laboral; b) 400 mil a arraigar en México al mayor número posible de emigrantes potenciales, con énfasis en los altamente calificados, y c) 700 mil para absorber productivamente a cuando menos 10 de los 19 millones de personas que actualmente están en la informalidad improductiva.

2. Realizar en paralelo, a bajo costo, una transformación a la formalidad del resto de las ocupaciones (9-10 millones) que siendo actualmente informales son productivas.

Según las estadísticas de inversión y empleo de los años recientes, el costo promedio de crear un empleo en México gira en torno a los 3.7 millones de pesos, cifra muy elevada para una economía como la nuestra. Este alto costo se corresponde con los inapropiados patrones de inversión, intensivos en capital. que se han impuesto al país, y explica también por qué sin alterar esos patrones nunca podremos generar los empleos necesarios sino sólo seguir acumulando rezagos, expulsando mano de obra, y esperando a que explote la caldera.

Al respecto, si elevamos la inversión productiva del país a 30-35% del PIB, como hemos sostenido, fortalecemos el mercado interno e impulsamos una política efectiva de reintegración, fomento y protección para las empresas y unidades productivas del país que sean intensivas en mano de obra y en el uso de tecnologías apropiadas de generación interna, el país podría alcanzar con realismo las metas propuestas de creación de empleos a partir de un patrón de inversión promedio de 1 millón 250 mil pesos actuales por empleo.

Desde luego que estas reflexiones no tienen ninguna expectativa de materialización con el actual gobierno inercial, son simplemente para la conciencia social que tarde o temprano cambiará al país.

UNIDAD TECNICA DE ECONOMIA S.A de C.V • Ciudad de México • Teléfono / Fax: 5135 6765 • [email protected]

 
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