Intentan llegar a pie hasta Coatzacoalcos y ahí subir al tren; otros aceptan la repatriación
Buscan migrantes centroamericanos rutas alternas hacia Estados Unidos
Confía el INM en que la desaparición de la ruta Chiapas-Mayab desaliente a los extranjeros
Ampliar la imagen Pese a la desaparición del tren Chiapas-Mayab y la persecución de policías federales, estatales y agentes del Instituto Nacional de Migración, grupos de centroamericanos continúan a pie su camino hacia Estados Unidos Foto: Víctor Camacho
Tenosique, Tab., 26 de agosto. A la zona fronteriza entre Guatemala y Tabasco, donde en las primeras dos semanas de este mes se concentraron unos 3 mil indocumentados centroamericanos, hoy sólo arriban pequeños grupos que se encuentran con la desalentadora noticia de que ya no hay tren para continuar su viaje hacia Estados Unidos.
El lugar es patrullado por agentes de Migración y soldados del Ejército Mexicano. Algunos migrantes buscan ser repatriados. Otros, ocultos, deciden continuar su aventura caminando sobre los rieles.
Aunque desconocen cuántos días les tomará llegar a Coatzacoalcos, Veracruz, por las vías del tren (por carretera son unos 350 kilómetros) tienen la esperanza de abordar ahí un ferrocarril y continuar hacia la frontera norte. “Si ya estamos aquí es mejor seguir”, dicen convencidos.
El grito de “¡Ahí viene el capuchino!”, como llaman los centroamericanos al ferrocarril, dejó de escucharse en la cabecera municipal de este municipio fronterizo la tarde del 29 de julio.
Ese día fue suspendida la ruta Chiapas-Mayab, luego que la empresa Genesse and Wyoming se declaró en quiebra y devolvió la concesión a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
La falta del tren que cubría la ruta Yucatán-Campeche-Chiapas-Tabasco-Veracruz-Oaxaca dejó varados en los municipios tabasqueños de Tenosique y Balancán a los centroamericanos que ingresan a territorio mexicano por El Petén, Guatemala.
El domingo 12 de agosto comenzó a agudizarse el problema. En esa fecha las autoridades municipales y estatales reportaron que en la región se habían concentrado unos 3 mil migrantes hondureños, salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos, quienes acampaban en por lo menos cinco comunidades.
Las operaciones policiacas se iniciaron cuando lugareños de los municipios de Tenosique, Balancán y Emiliano Zapata empezaron a preocuparse por la presencia de extranjeros que en pequeños grupos recorrían algunos poblados.
El 14 de agosto fueron enviados 300 elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP), quienes, en coordinación con el Ejército Mexicano, apoyaron a agentes de Migración para repatriar a los centroamericanos.
Dos días después el delegado del Instituto Nacional de Migración en Tabasco, Miguel Angel Barrera Márquez, dio a conocer que habían sido deportados 600 migrantes y aclaró que no había ningún riesgo de vandalismo en la zona, pues los centroamericanos no eran gente violenta ni delincuentes, sino “personas pacíficas” que van de paso hacia Estados Unidos, dijo.
Descartó que siguieran arribando indocumentados a esta región de Tabasco, pues quizás los traficantes de personas ya les habrían advertido que no hay paso. “Tal vez se encuentren en algún lugar de Guatemala aguardando a que se reanude el paso del ferrocarril” para continuar su viaje hacia la frontera norte.
También en esos días el sacerdote Juan Pablo Chávez Vargas, del Comité Ciudadano de Derechos Humanos de Tenosique, denunció que ninguna autoridad ni estatal ni federal había prestado auxilio a los centroamericanos y que los trataban como lo hacen las autoridades de Estados Unidos con los migrantes mexicanos.
La situación comenzó a normalizarse tras la deportación de la mayoría de los más de 3 mil indocumentados que se concentraron cerca de la ruta del ferrocarril Chiapas-Mayab.
Tras las operaciones policiacas en Tenosique, Balancán y El Triunfo, a los lados de las vías sólo se observan montones de envolturas de alimentos.
Los que decidieron continuar a pie desde Tenosique hasta Coatzacoalcos se ocultan de los agentes de Migración y de los soldados.
Un pequeño grupo formado por Marlo, de San Pedro Sula, Honduras, y Dolvin y Erick, del departamento de Chinandega, Nicaragua, camina “con mucha fe”; van confiados en conseguir trabajo en Houston, Texas, donde los esperan unos familiares. Erick extrae de su mochila una biblia y la muestra. “Es el único pasaporte que llevamos a Estados Unidos”, dice.