Astillero
¿Nuevo ciclo?
PRD: Ruth fueron todos
Doble día del Presidente
Aislar y debilitar a AMLO
Si Ruth Zavaleta cumplió el primero de diciembre de 2006 la función concertada de ceder su lugar a Manlio Fabio Beltrones en la mesa directiva de San Lázaro, el sábado reciente todos los diputados y senadores perredistas fueron Ruth cesionista. Las bancadas legislativas del sol azteca cumplieron expresamente un libreto negociado con el PAN para que Felipe Calderón tuviese un escenario de lucimiento ponderado que, sin embargo, para alguien largamente acusado de ilegitimidad es oro político molido, a pesar de los detalles instrumentales que tácticamente le fueron decomisados (sin honores a la Bandera ni al visitante, ni podio ni llegada a la tribuna en sí, más el retiro de Zavaleta y su discurso censurado: mínimo arsenal de defensa argumental que los perredistas se reservaron para alegar que la derrota pactada fue un triunfo en ausencia).
El Día del Presidente, que los jilgueros oficialistas dan por muerto, se duplicó alegremente: el sábado, fiesta en San Lázaro porque el terreno que habría sido de guerra fue convertido en picnic con sándwiches llamados convalidación, y el domingo, en Palacio Nacional, reproducción sin merma de las mejores escenas del presidencialismo clásico al que las fuerzas vivas, emocionadas, prodigan aplausos y sonríen complacidas. Dos por uno, más valioso el sabatino que el dominical, pero el paquete completo muy explotable en términos mediáticos y discursivos: la instauración de una nueva etapa política, en la que la buena voluntad y el deseo de llegar a acuerdos pueden convertir la política en kermés sexenal. Doble golpe, también, al meter a los supuestamente rejegos en el redil de la institucionalidad y, por otro lado, desplazar a las cámaras legislativas por las televisivas y quitar al Poder Legislativo su condición central para trasladarla a escenarios enteramente manejados por el Ejecutivo. ¡Dios mío, haz que los perredistas siempre se ausenten, por favor!, sería el título de un libro de superación política personal que escribiera Felipe del Sagrado Corazón de Jesús.
Pocas veces había tenido el citado FSCJ tantas satisfacciones políticas tranquilas en tan pocas horas. El sábado canjeó el cuello de los consejeros electorales del IFE (o al menos tal fue la promesa: según eso, en abril próximo todos dejarán sus cargos) por una ceremonia tersa (fiesta por cooperacha) de entrega de Informe presidencial. Y el domingo se regaló un acto de ensalzamiento formal que cerró a tambor oratorio batiente, cual si fuera candidato en campaña.
La restauración calderónica de la normalidad democrática zedillista (de lo que se hablaba aquí el viernes pasado) pretende cerrar el ciclo de las descalificaciones políticas e instaurar nuevas fases “civilizadas” que desemboquen en acuerdos y reformas que beneficien (salpiquen) a todos los actores políticos que participen en esas tareas de corte y confección. Es natural que un proyecto así necesite la cooperación de los grupos originalmente discordantes, que en esas etapas previas adquieren una cotización muy alta que, luego del cierre de operaciones, así es el mercado político, suele desplomarse, consumados que son los “sacrificios” convenidos.
Los venturosos sucesos del Informe en dos tiempos han merecido, como es natural, la más amplia felicitación de personajes políticos tradicionalmente muy críticos de lo que hace la izquierda. Es de preverse que en delante habrá una ofensiva de análisis y comentarios que enaltecerán el rumbo tomado por la muy moderna y racional izquierda colaboracionista. De lo que se trata es de aislar y debilitar el discurso y la postura del único elemento de discordia que queda en estas pastorelas políticas adelantadas: si López Obrador propuso cero negociación e insiste diariamente en la descalificación ruda del adversario, la realidad política concertada le mostrará a partir de ahora negociaciones plenas (no sólo en lo electoral, sino, desde luego, en lo fiscal y lo energético), lenguajes moderados y una exaltación programada de las virtudes del arreglo político en paz y con beneficios, oh, sí, ¡para todos (excepto los que no compren boleto para las rifas trucadas!)
Calderón ha dado un paso importante con la coopelación de los grupos perredistas que, desde su reciente congreso nacional, habían advertido las intenciones de entrar en acuerdos con el gobierno de facto. El mensaje mediático que recibirán las grandes masas, educadas políticamente por los noticiarios de las dos principales televisoras, será que el PRD ha entrado “en razón” y ha “aceptado” el carácter legítimo de Felipe Calderón. Siempre cuidadosos de no provocar rupturas con López Obrador, los dirigentes de las bancadas del PRD y del aparato partidista tomarán cada vez más distancia de los lineamientos y las disposiciones del llamado “gobierno legítimo”, tratando de confinar al tabasqueño al cumplimiento de itinerarios electorales y mítines placeros.
Si la base social seguidora de AMLO no recibe mensajes claros, y lo que ve en las pantallas son las escenas de avenimiento y negociación, se producirán versiones de desaliento y condena. Es muy fácil recurrir en estas circunstancias a la oratoria simplista y al embravecimiento retórico (los movimientos sociales de izquierda han estado históricamente infiltrados por personajes que entre más acelerados e incendiarios suelen ser los mejores informantes del gobierno y los mejores promotores de estrategias provocadoras y estériles). Lo difícil para una izquierda en jaque será el análisis sereno y el planteamiento de alternativas viables. De otra manera, es probable que a partir del Informe en dos tiempos haya terminado un ciclo político, el que comenzó la noche del 2 de julio de 2006, y se haya iniciado uno cuyas características serán la negociación con el poder antes impugnado, la aprobación de reformas legislativas trascendentes a partir de los ánimos y apetitos de las elites políticas, y la conversión de la izquierda en una revitalizada fuente de cargos, empleos y negocios para los dirigentes “civilizados”, en amasiato con poderes ilegítimos. ¡Hasta mañana!