Durante los 25 años de historia en México
de la atención de personas con VIH/sida,
esta ha pasado por etapas críticas, de ignorancia,
de negativas de atención médica,
estigma, discriminación, prejuicios, miedo,
homofobia o mala fe. Eran tiempos en los
que invariablemente cuando los pacientes
finalmente llegaban a los hospitales, la
mayoría en etapas avanzadas, no había
tratamiento disponible, aunque si, en no
pocas ocasiones, la necesidad de hospitalización.
No había mucho que hacer y en
muchos casos se les daba atención paliativa,
o incluso se popularizó entre el personal
de salud el tomar cursos de tanatología,
para poder ayudar a los pacientes con VIH
a “bien morir” o “morir tranquilos”.
En este pasado no muy lejano, los
espacios físicos no eran los más adecuados
para la atención digna de personas con
VIH, por ejemplo, la atención se daba en la
oficina del Epidemiólogo Jurisdiccional en
Nuevo Laredo; en el escritorio del Jefe del
Programa Estatal de Sida, en Zacatecas,
Saltillo y La Paz; en el pasillo del hospital
en Córdova; en el sótano del hospital en
Campeche, algunos se llegaron a quedar en
la banqueta afuera del hospital en Mérida,
y hasta recibieron la consulta en el baño
del hospital, en Chetumal.
Con el desarrollo de los nuevos medicamentos
y terapias combinadas altamente
activas de antirretrovirales (ARV), a partir
de 1996, la historia del sida cambió. Los primeros
en empezar a brindar estos nuevos
medicamentos combinados fueron algunos
hospitales del IMSS y del ISSSTE, pero
sólo a sus derechohabientes; los Institutos
Nacionales de Salud y el Conasida a través
de protocolos clínicos; y ya en 1998 un
fideicomiso llamado Fonsida, pero sólo
limitado a niños y mujeres.
Para el año 2000 el problema ya no era
la falta de tratamientos, sino las formas de
acceder a ellos, ya que eran —y siguen siendo—
excesivamente caros para el alcance
del bolsillo de la inmensa mayoría de la
población. Por lo tanto, en 2004, el gobierno
federal decidió arrancar una política de
acceso universal gratuito a ARV, aunque
es necesario aclarar que ya lo tenían como
política estatal Oaxaca, el DF y Michoacán.
Ahora el reto era capacitar al personal
de salud en el uso de los nuevos medicamentos,
tener acceso a estudios de laboratorio
de monitoreo y seguimiento, y de
hecho, cumplir con los siguientes factores:
1) Detección oportuna,
2) Médico especialista capacitado,
3) Acceso a ARV, y
4) Acceso a estudios de laboratorio
(Carga Viral y CD4).
La mayoría de los pacientes ya no
requerirían de toda una estructura hospitalaria.
Por esto se planeó y desarrolló un
nuevo modelo de infraestructura en salud,
de tipo ambulatoria, es decir no hospitalaria:
el Centro Ambulatorio de Prevención
y Atención en Sida e Infecciones de
Transmisión Sexual (CAPASITS)
La mayoría de estos nuevos CAPASITS,
actualmente 49, financiados en su mayoría
con recursos promovidos por la
Subsecretaría de Administración y Finanzas
de la Secretaría de Salud, tienen menos de
un año de haber sido puestos en operación
y algunos de ellos se encuentran en etapa
de arranque. Sin embargo, vale la pena destacar
uno, el CAPASITS-Puerto Vallarta, el
cual se inauguró en octubre de 2006 y para
el 30 de junio de 2007 había aumentado
en 176 por ciento el número de pacientes
activos, de los cuales el 97 por ciento de
ellos eran pacientes que ya no asistían al
servicio; el control virológico (carga de
VIH indetectable) pasó de 42 por ciento a
83 por ciento; el número de nuevos casos
detectados en ocho meses de operación fue
igual a la suma de los tres años previos; y la
mortalidad por sida de pacientes en tratamiento
cayó en un 52 por ciento.
Algunas razones que explican el éxito
de este CAPASITS son: la suscripción
de un convenio entre los Servicios de
Salud del estado de Jalisco, la Jurisdicción
Sanitaria y el hospital, con una fundación
privada (Aids Healthcare Foundation) y
una ONG local (Vallarta Enfrenta al Sida,
AC), para la operación conjunta del centro
y para realizar acciones extramuros y
recaudación de fondos. La contratación
de una infectóloga especialista en VIH
(la doctora Yetlanezi Vargas) altamente
capacitada y sensibilizada. La contratación
de personal de salud de apoyo con amplia
experiencia previa (psicóloga y trabajadora
social). El nombramiento de una coordinadora
comprometida. Contar con un
hospital adjunto con puertas abiertas para
que el personal del CAPASITS, en caso
necesario, dé seguimiento a los pacientes
que llegan a requerir hospitalización. Las
facilidades al personal de salud para capacitarse
continuamente. La realización de un
auto-monitoreo continuo de sus estándares
de servicio, eventos patrocinados por AHF
y la ONG local que involucran activamente
a los propios pacientes, así como los proyectos
de recaudación de fondos con la
comunidad y con los empresarios locales
para proveerse de insumos, como sillones,
sofás, una impresora, un fax nuevo, etc.
Todo esto ha hecho que el personal de salud
del CAPASITS de Puerto Vallarta, se sienta
querido, apreciado y valorado de tal forma
que en conjunto obtengan estos resultados.
En fecha próxima, el Censida y el
Instituto Nacional de Nutrición estarán
anunciando un programa conjunto para
capacitar, asesorar y supervisar todos los
CAPASITS del país, con el fin de mejorar
la calidad de la atención, incrementar de
manera sustancial la detección oportuna,
desarrollar proyectos de prevención
y salud sexual en conjunto con ONG,
de tal forma que el modelo de Puerto
Vallarta también pueda ser una realidad
en el resto del país. El más nuevo de los
CAPASITS, fue inaugurado en el mes de
agosto de 2007, por el doctor José Ángel
Córdova, secretario de Salud, en conjunto
con el gobernador de Guerrero, Zeferino
Torreblanca, en Acapulco, Guerrero.
|
|