¿Por quién doblan las campanas?
¿Qué presenciamos entre el primero y 2 de septiembre? Algunos dicen que la real politik. Lo que se puede. Otros señalan vencedores: sea AMLO y el PRD por impedir que el presidente Calderón hablara desde la tribuna legislativa, exponiendo así la ilegitimidad de origen del actual régimen. Otros, en cambio, consideran que triunfó Calderón. Fue al Congreso, entró a la sesión plenaria y exhortó al acuerdo. Al día siguiente se dirigió a la ciudadanía. Algunos más ven el inicio de la restauración conservadora. Como en los buenos tiempos del alemanismo el Presidente y su cohorte tiraron la casa por la ventana. Todos tienen en parte razón. But they miss the point.
¿Qué presenciamos entre el primero y 2 de septiembre? Las exequias del régimen político que brevemente nos acompañó desde la caída electoral del sistema priísta en 1988 hasta la caída electoral del consulado panista en 2006. En un artículo que escribí en el número de septiembre de la revista Nexos sobre los retos de las izquierdas en México me refería a tres escenarios que se presentan simultáneamente. Les denomino: decadencia administrada, restauración conservadora y modernización democrática. Caracterizo al primer escenario a partir del fracaso en el establecimiento de coaliciones de gobierno duraderas y estables, lo que incentiva un doble proceso: fragmentación política en el ámbito territorial y jibarización del Estado en el ámbito nacional.
La restauración conservadora puede asumir un tinte izquierdista y tendría como referentes los arreglos institucionales que prevalecieron durante el periodo de sustitución de importaciones, o un tinte derechista imaginando la coalición y las instituciones que hicieron posibles regímenes autoritarios como el priísta o regímenes militares como el pinochetista. Lo que tienen en común las restauraciones conservadoras sean de izquierda o de derecha es la centralización administrativa y una democracia restringida, que Guillermo O’Donnell denominó en 1995 como democracia delegativa.
El tercer escenario lo denomino modernización democrática. Para describir este escenario recurro a la definición de Alexis de Tocqueville de soberanía como el “derecho a elaborar leyes”. Este tercer escenario admite dos posibles caminos no excluyentes. Uno implica un compromiso con la democracia en un sentido clásico como reglas claras y equitativas de acceso al poder, con tolerancia a la diversidad y respeto a las minorías. La segunda vía enfatiza el papel de la deliberación pública en la democracia para construir consensos que permitan arreglos institucionales basados en la experimentación y en el aprendizaje y se basa en la movilización social.
Los tres escenarios convergen en México en un mismo espacio: las ciudades, particularmente las zonas metropolitanas. Lo que se ha venido desarrollando es una superposición de lógicas distintas y antagónicas en un mismo espacio. La decadencia administrada parece ser el signo distintivo de los niveles ejecutivos tanto en el ámbito federal, estatal y municipal. Gobiernan por omisión, mantienen una inercia que se acomoda con los intereses de poderes de facto mismos que han conquistado o desgajado instancias de los propios gobiernos –como por ejemplo las secretarías de Educación o de Agricultura o las tesorerías, o más grave aún, las áreas de seguridad pública.
Esta lógica se enlaza con la que corresponde a las distintas operaciones de restauración conservadora que se dan tanto en lo federal como en lo local. El eje de esta restauración son los aparatos corporativos y de manera especial los grandes sindicatos, pero también algunas agrupaciones campesinas, empresariales y profesionales. Esta lógica de restauración conservadora no habría podido funcionar de no haber coincidido con un contexto de elecciones competitivas y partidos débiles. Esta combinación tiene un efecto desastroso para la consolidación democrática. Fragmenta el poder político sin establecer mecanismos que sustituyan al partido hegemónico y a la institución presidencial en su papel de agregación de las demandas locales con las nacionales, y de árbitros reales en los conflictos entre poderes. Todo lo anterior es producto de la ausencia de un nuevo arreglo institucional que diese origen a un verdadero federalismo.
El tercer escenario de modernización democrática también se expresa en estos ambitos a partir de sociedades diversificadas con un amplio conjunto de agrupamientos ciudadanos alrededor de temas multivariados y frecuente activismo de minorías combinado en ocasiones con explosiones sociales espasmódicas. El importante componente de centros de educación superior y asociaciones culturales es pieza clave en una construcción discursiva que se opone a las restauraciones. Además es común la presencia de un pequeño pero dinámico sector de empresarios medios y pequeños insertos en diversos flujos comerciales globalizados. Son ciudades cosmopolitas en el sentido que fuertes flujos migratorios –reales y virtuales– las atraviesan económica, social y culturalmente.
Aunque los tres escenarios coexisten, su peso es diferenciado. En general es la lógica de la decadencia administrada la que ha impreso su propia dinámica. El rasgo distintivo de esta predominancia es la ausencia de espacios vinculantes. No existen espacios vinculantes para articular las demandas sociales o para generar una coalición de excluidos. Pero tampoco existen espacios vinculantes que permitieran establecer un itinerario coherente e integral para la restauración conservadora. Los gobiernos nacional y estatales, dados sus márgenes de acción, administran una lenta pero segura decadencia. Las movilizaciones sociales se fragmentan y los distintos poderes fácticos crecen y se reproducen como quistes en los intersticios de la sociedad tanto nacional como locales, pero tampoco se articulan.
Los espacios vinculantes son el tema crucial para romper la parálisis de un sistema político en bancarrota. Hay dos posibles rutas. La restauración conservadora bajo la égida de una alianza PRI-PAN y el sustento social de grupos corporativos sindicales y empresariales. O bien, la modernización democrática bajo una coalición de partidos de izquierda y el sustento social de un vasto contingente de organizaciones ciudadanas alrededor de causas específicas y de comunidades empresariales locales y regionales. Que cuaje una y otra coalición va a depender de las características de esos espacios vinculantes.