Pacto de Ayuda Mutua
El Pacto Nacional de Solidaridad y Ayuda Mutua –familiarmente llamado pacto de ayuda mutua– se reunió en Vicenza, Italia, el pasado 9 de septiembre en el contexto del festival organizado para oponerse a la construcción de la base militar estadunidense Dal Molin, de la cual ya se habló en estas páginas (La Jornada, 17 y 23/02/07). Diversas entidades ciudadanas, agrupadas en su mayoría en comités de lucha local, renovaron los acuerdos que el 14 de julio de 2006 dieron vida a este pacto.
En esta ocasión participaron: el Comité No Dal Molin, No Tav (que lucha contra los trenes de alta velocidad), No Incinerador, de Montale; Para Otras Carreteras, de la Carnia; No F-35, de Novara (contra la producción de los letales bombarderos estadunidenses); No PAV, de la región Marche, No Mose (contra la barrera que se construye para cerrar la laguna de Venecia), No Gas, de Livorno (contra las plantas de generación de gas); movimientos Pro Agua, Comité Desarme, Defensa de los Montes Berici, Contra Camp Derby (otra base estadunidense cerca de Pisa), Comités de Defensa de la Salud y el Ambiente, de Nápoles, entre muchos más. Este listado, aparentemente ocioso de nombres y siglas, ofrece una muestra del amplio abanico de resistencias territoriales que reafirmaron la voluntad de apoyarse mutuamente en cada una de las luchas locales que llevan a cabo.
En el documento constitutivo se lee que el pacto “es un instrumento al servicio de quienes en Italia luchan en defensa de su territorio, en contra de las megaobras por los estragos que han causado en los recursos ambientales y económicos”. Advierte, asimismo, que el Pacto “no es un espacio para tomar decisiones, sino para compartir y valorar todas las resistencias y producir inteligencia colectiva”.
En cuanto a su relación con la política, establece que “El Pacto no es una manera de infiltrarse en los palacios de la política y que no aspira a recibir hospedaje en ellos; no tiene gobiernos amigos a quien mirar con confianza, no tiene partidos a quienes entregar cheques en blanco y no quiere volverse partido. No obstante, no rechaza la política ni la confrontación y sabe distinguir entre quienes obran con transparencia y quienes intentan confundir la lucha. El modelo que propone el Pacto acepta la participación activa de los ciudadanos”.
Con estas premisas el Pacto de Ayuda Mutua reconoce como primer enemigo de ese modelo de concertación el del actual gobierno de centroizquierda, el cual fue copiado del derechista Berlusconi, que ha ido quitando prerrogativas a las decisiones de la gente o, como muchos gustan decir, del pueblo.
El Pacto de Ayuda Mutua, que se formó en Italia a partir de las luchas locales en contra de los megaproyectos gubernamentales que tienen un grave ambiental, ya está rebasando sus objetivos iniciales. Así, en la reunión más reciente del 9 de septiembre, los presentes reconocieron los logros del acuerdo nacional al evidenciar las políticas de atraco al territorio, promovidas indistintamente lo mismo por gobiernos de derecha que de izquierda en lo que fue definido como la “dictadura de los elegidos” (vía proceso electoral).
El Pacto se ha constituido en una herramienta crítica de los actuales modelos de representación que “quitan palabra y facultad de decisión a la gente que vive en los territorios y sufre las consecuencias ambientales, sociales y políticas de las megaobras y de la explotación de los recursos naturales”.
El Pacto de Ayuda Mutua es ya un ejemplo eficaz de democracia desde abajo, democracia directa y organizada sobre la base de la resistencia cotidiana que ofrece como un primer resultado la creación de una inteligencia colectiva que resiste y, al mismo tiempo, construye alternativas materiales (basta mirar cómo ha sido resuelto el problema de la basura en Nápoles).
El discurso que produce hoy el Pacto habla también de nuevas relaciones entre democracia y territorio, colocando en el centro de cualquier elección las exigencias de la gente y su bien primario: la vida misma, entendida como elemento biológico, pero también biopolítico. Esto comprende la salud humana y ambiental, pero también las relaciones políticas y de fuerza que determinan las decisiones y sus consecuencias: la democracia como participación directa de la gente y el territorio como lugar de producción de valor de la cooperación social.
La existencia y la labor del Pacto de Mutua Ayuda es un ejemplo más de que el camino trazado por otra gente en otros lados del planeta, quizás más cercanos a nosotros, es la vía maestra a través de la cual imponer la salvaguarda del territorio (más allá de cualquier acuerdo internacional sobre salvaguarda climática) y de ahí replantear el gobierno del mismo a partir de la participación colectiva.
Se trata, en síntesis, de formas de autonomía local que ya han fundado su propia fuerza en las relaciones entre exigencias y organizaciones societarias locales y visiones globales de desarrollo.
* Periodista italiano