En medio de los vítores se escapó un “Viva López Obrador” y un “No a la Ley del ISSSTE”
Lanzan críticas ante Calderón en acto de acceso restringido en el Auditorio Nacional
Fue en el Auditorio Nacional, la noche del viernes 14, la víspera de la ceremonia del Grito. El presidente Felipe Calderón quizá nunca se imaginó que allí, rodeado de miles de militares de todos los rangos y con el ingreso controlado por las invitaciones, lo alcanzarían los reclamos del pasado reciente.
Sucedió que, en medio de los ¡Viva México!, ¡Vivan las fuerzas armadas!, ¡Vivan los secretarios! (de Marina y de la Defensa Nacional) y ¡Viva el Presidente!, se filtró un ¡Viva López Obrador! y un ¡No a la Ley del ISSSTE!
Era el final del concierto Coros y Ensamble de las Fuerzas Armadas de México, un interesante proyecto musical y de entretenimiento basado en la conjunción de, por un lado, la Orquesta Filarmónica y Coro de la Secretaría de Marina y, por otro, la Orquesta Sinfónica y Coro de la Secretaría de la Defensa Nacional, aderezado con sus respectivos grupos de mariachis.
Fue un espectáculo casi de índole interna, gratuito –con muy pocos invitados no miembros ni familiares de integrantes de las fuerzas armadas– y que es parte de los festejos por el 97 aniversario de la Independencia de México.
Ese animado proyecto conjunto recuerda en mucho la energía y capacidad del Ejército Rojo de Rusia –que acaba de visitar el país– para recrear las propias tradiciones musicales y dancísticas populares.
Y hace pensar que el espectáculo mexicano, que llega a manejar en un momento dado 200 músicos y cantantes en el escenario, debería ser conocido por públicos más amplios y diversos, pese a que ya se ha presentado en la Sala Nezahualcóyotl y en diversos estados del país.
Un danzón, un huapango
El concierto comenzó con media hora de retraso, a las 8:30, una vez que llegó el presidente Calderón, acompañado de su esposa Margarita Zavala y los secretarios de Marina, almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza, y de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván.
Entre los invitados había además integrantes del gabinete legal y ampliado, legisladores, diplomáticos y representantes militares de otros países.
Mezcladas las orquestas, coros y mariachis, dirigidos en la primera parte por el teniente músico Rubén Darío Estrada Corona, y en la segunda por el capitán de corbeta Francisco del Carmen Hernández Ceballos, se ofreció un programa que combinó la llamada música culta y la música popular.
Del maestro Estrada Corona destacó sobre todo su versión del Danzón No. 2, de Arturo Márquez, interpretación impecable y sentida. El final de esa primera parte estuvo a cargo de la directora invitada, la capitana segunda música Laura Cristina López Piña, quien dirigió con alegría y seguridad el Huapango, de José Pablo Moncayo.
Los límites del colorido
Fue en la segunda parte, a cargo del maestro Hernández Ceballos, que vino la fiesta, la energía, la activación del sentimiento nacionalista, aunque también con predominio de cierto tono turístico y de folclorización que sólo ve como algo colorido la amplísima riqueza artística y cultural del país.
En las dos pantallas gigantes del Auditorio Nacional se sucedían imágenes de un México idealizado, más en el rito aligerado que en el mito ancestral, más en la fantasía que en el realismo, con esa tendencia a la promoción turística por encima de una verdadera exploración de la diversidad cultural del país. Una sucesión de paisajes, vacacionistas, iglesias, casonas, artesanos y algunas zonas arqueológicas.
El final del programa de mano, apoteósico y con disparos de aire y confetis que llegaron hasta Calderón, fue con una mezcla de México lindo y querido y ¡Viva México!
¡Cómo México no hay dos!, gritaría alguien, y entonces otros se animarían con los vivas, incluido el que mencionaría al ex candidato presidencial perredista. Luego del ¡ssshhh! de algunos, vendría un encore con El siete mares, un himno para los marinos.
Y ya en el mero final, después de otros vivas, surgiría el grito contra la Ley del ISSSTE.