Miguelito, barrilito y la serpiente emplomada
El Departamento de Salud Pública de California denunció recientemente que dos dulces elaborados en México, Barrilito y Miguelito, no deben ser consumidos porque son un peligro para la salud, pues tienen alto contenido de plomo. Además pidieron que quienes los hubieran consumido, en especial los menores de edad y las mujeres embarazadas, se sometieran a análisis a fin de comprobar los niveles de plomo que podrían haber acumulado en su organismo. La empresa que distribuye los dulces en California, TJCandy, los retiró de las tiendas. Los fabricantes de Barrilito y Miguelito dijeron que la medida era extrema y que sus productos no eran tóxicos. Nuestras autoridades han guardado silencio. No es la primera vez que en varios estados del país vecino se denuncia que ciertos dulces elaborados en nuestro país contienen plomo u otras sustancias que perjudican la salud. Pero igual puede ser, nuevamente, parte de la lucha por controlar el mercado de dulces entre la población mexicana que reside en Estados Unidos.
De lo que sí no hay duda es que en la persona expuesta al plomo, aun por corto tiempo, éste se acumula en su organismo y le causa diversos males, y que afecta especialmente el sistema nervioso de los niños, manifestando debilidad y discapacidad intelectual. Es lo que se conoce desde la antigüedad como saturnismo. Sin embargo, el plomo sigue utilizándose en la minería y en diversos procesos industriales (la metalúrgica, la del vidrio), en productos de uso común, en juguetes maquilados en China. El ser humano lo recibe igualmente vía la gasolina, utilizada en el transporte y en las fábricas.
Especialmente en los últimos 50 años ha habido un esfuerzo internacional por reducir su presencia contaminante. Precisamente hace tres décadas, en Estados Unidos y en varias naciones europeas dio inicio una decidida campaña para retirarlo de los más variados productos, desde lápices hasta pintura, tuberías, cables y gasolina. Hoy en un número muy importante de países se han fijado niveles máximos de exposición, los cuales se miden mediante análisis de la sangre de las personas. En la Unión Europea los establecieron en 20 microgramos por cada 100 mililitros y puede decirse que, con excepciones encontradas en países que fueron parte de la Unión Soviética (como los mineros de Rusia, Ucrania y Polonia, por ejemplo), los niveles están por debajo de la citada norma. Datos recientes informan de los graves problemas de salud que origina el plomo en China. Y es que, pese a su comprobada peligrosidad, el plomo no ha desaparecido de la vida de la población.
En México se ha ido eliminando como fuente de contaminación y daño a la salud, en especial de los niños. Especialistas de diversos centros de investigación demostraron en su momento los altos índices de metal encontrado en la sangre de niños, mujeres en gestación y obreros de ciertas industrias, como la del vidrio, la pintura y la metalurgia. Recordamos, por la importancia que tuvieron y su efecto en la toma de medidas de protección, los estudios encabezados por el doctor Eduardo Palazuelos. Sin embargo, todavía hay mucho por hacer.
Una muestra de esos pendientes, además de ser el caso más relevante, la ofrece una importante empresa de América Latina, Me Met Peñoles, la cual ha envenenado el último siglo a la población de Torreón, especialmente a los niños que viven cerca de la planta, rodeada con el paso de los años por los centros habitacionales que crecieron sin control en dicha ciudad. Luego de una lucha ciudadana y de los especialistas para que el gobierno obligara a Me Met Peñoles a controlar sus emisiones contaminantes, a tratar a las personas afectadas, a barrer los residuos de plomo de las áreas habitacionales que limitan con la planta, se redujo su presencia. Sin embargo, recientes datos oficiales reconocen que ha habido en Torreón un repunte de menores y de recién nacidos con plomo en la sangre.
Algo está fallando entonces. Sería muy lamentable que este sexenio tuviera como prueba y símbolo de la contaminación por ese metal a La Serpiente Emplomada, como tituló El Fisgón el dibujo que ilustró en 1991 la portada del suplemento Ecología de este diario.