En Monterrey, el Forum Universal de las Culturas aborda el encuentro de civilizaciones
Migrar, actividad normal de todo el universo, dice Sotosoria
Más que objetos se exponen ideas
El primer emigrante, un meteorito que cayó en la Tierra
Isis y la serpiente emplumada, bajo un mismo techo por primera vez en la historia museística
Ampliar la imagen Aspecto parcial del museo instalado en el alto horno 3, de la Fundidora de Monterrey, donde se realizan las exposiciones del Forum de las Culturas Foto: Carlos Ramos Mamahua
Monterrey, NL, 16 de septiembre. En los terrenos de la Fundidora de Monterrey empezó la revolución industrial en México a principios del siglo XX. Fue también un símbolo de la bancarrota del país que siguió a las crisis de los años 70 y 80, cuando la empresa ahí asentada, que llegó a producir un millón de toneladas de acero al año, cerró sus puertas en 1986, agobiada por las deudas. Uno de los tres grandes hornos de la acerera fue en la época el mayor productor de hierro fundido de Latinoamérica.
Esos terrenos albergan ahora el Parque Fundidora, espacio de 130 hectáreas a un paso del centro de la ciudad, donde este jueves arranca el Forum Universal de las Culturas, reunión que ha sido aprovechada para llamar la atención sobre el tema de las migraciones y el encuentro de civilizaciones que, en apariencia, son tan distintas una de la otra como largo el tiempo en que se desarrollaron.
“Uno de los temas que más preocupan en el mundo actual es la migración”, dice el maestro Alfonso Sotosoria, encargado de la museografía de América migración, muestra concebida por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, que se exhibirá en un espacio de 3 mil 600 metros cuadrados, en lo que fue uno de los almacenes de la Fundidora conocido como la Nave Lewis. “Lo que queremos decir con esta exposición es que migrar es una actividad normal de todos los elementos que componen el universo”.
Se trata de una exposición particular. Más que objetos, se exponen ideas. “Es una exposición de ideas” en torno al tema de la migración. “Ésa es la complejidad de esta muestra”, dice Sotosoria.
La primera idea que recibirá al visitante es del historiador chihuahuense Alfredo López Austin, experto en temas mesoamericanos. “En los primeros tiempos los emigrantes no tuvieron nombre, mejor dicho, tuvieron varios pero no eran propios, ya que pertenecían a la geografía del mito, que sería su respuesta a la del hogar abandonado”.
Dice el maestro Sotosoria –que participó en los años 60 en el diseño del Museo Nacional de Antropología– que el primer migrante en la tierra fue un asteroide que cayó del espacio. Uno de ellos está en la entrada de la muestra, coronado por una frase de El principito, el personaje de Antoine de Saint Exupery: “Entonces, ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué parte eres?”
El primer emigrante, agrega el maestro Sotosoria, quien dirige el montaje desde su silla de ruedas, fue el meteorito, que viaja por el universo y llega a la tierra. Esta es la constante en el tiempo. La exposición muestra los movimientos del universo, los cometas que viajan, los planetas que se desplazan. Después, añade, la muestra sigue por las migraciones en la naturaleza y al final las migraciones humanas, que empezaron en Africa hace millones de años y marcaron el inicio del eterno desplazamiento de los seres humanos.
Un viaje que no termina y que ahora motiva a más de un gobierno a edificar muros.
Los dioses buenos
La otra magna exposición ocupa también 3 mil 600 metros cuadrados. La extensión es importante para comparar: la sala de permanentes del Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México tiene mil 200 metros cuadrados. Se trata de Isis y la serpiente emplumada, también ubicada en la mitad de los 200 metros de longitud de la Nave Lewis y, al igual que América migración, copatrocinada por Grupo Financiero Banorte y Gruma, compañías del empresario regiomontano Roberto González Barrera.
“El Forum de las Culturas implica acercar a los ciudadanos de distintas partes del mundo, pero también a las civilizaciones y pueblos”, introduce el profesor Miguel Angel Fernández, director de la exposición Isis y la serpiente emplumada.
Por primera vez en la historia museística, afirma, se ha puesto bajo el mismo techo una vasta muestra representativa de lo que llama “dos potencias arqueológicas”: Egipto, representada por la diosa Isis, y México, por el dios Quetzalcóatl. El mundo antiguo y el nuevo mundo.
Explica el profesor Fernández que Isis y Quetzalcóatl representan a los dioses buenos de ambas civilizaciones: egipcia y mesoamericana. Isis creó el trigo, Quetzalcóatl recoge el maíz y lo hace germinar; ambos descienden al inframundo y se sacrifican para resucitar.
Hay más coincidencias, sobre las que platica: “Es interesante ver cómo en el pasado dos pueblos, dos naciones, resolvieron sus eternos asuntos, discusiones y problemas; la diversidad cultural que ha producido esto. Se hizo a través de dos divinidades, de dos mitos: una mujer, por un lado, Isis, y Quetzalcóatl, por otro. Son los dos dioses civilizatorios, buenos, sabios y a través de ellos se explica la naturaleza, el panteón divino y los hombres”.
En esta muestra hay 400 piezas. Doscientas por cada una de las civilizaciones. Y no llegaron desde las bodegas. En el caso de las egipcias, se trata de objetos que estaban en las salas de exhibición de museos como el Egipcio de El Cairo o el Grecorromano de Alejandría. El curador de la muestra fue Zahi Hawass, uno de los más reconocidos arqueólogos egipcios.
En lo que toca a la parte mexicana, se trata de piezas también de gran valor, curadas por el arqueólogo Eduardo Matos, en un trabajo que tuvo la asesoría de expertos de la talla de Miguel León Portilla, Alfredo López Austin, María Teresa Uriarte y Federica Sodi.
Entre las piezas mostradas se cuenta una máscara de oro de Amenemopet I y un brazalete que perteneció a Ramsés II, de los objetos más conocidos que de la cultura egipcia antigua han llegado a nuestros días, y que se incluyen en cualquier libro sobre egiptología.
Está también un estuche para espejo, elaborado en nácar y marfil, cuya influencia es tal que inspiró el art noveau, explica el profesor Fernández. “Es el más bello estuche de Egipto, es una pieza predinástica, de las más antiguas que se han rescatado”.
Otro punto destacable de esta muestra: hay varias piezas arquitectónicas de tumbas y templos. Un hecho que resalta el especialista, “porque Egipto nunca presta arquitectura y ahora lo hizo por la buena relación con México”.
En la parte dedicada a Quetzalcóatl y sus diferentes representaciones están una ofrenda de un rey rodeado de serpientes descubierta recientemente en Teotihuacán –que fue portada de National Geographic hace un año y medio–, algunos dinteles de Chichén Itzá, Atlantes, estrellas de Venus y caracoles asociados a Quetzalcóatl.
Las piezas egipcias traídas a Monterrey –que viajarán a la ciudad de México en enero– comprenden el periodo del año 3100 al 30 antes de Cristo; las mexicanas, del año 1500 antes de Cristo al 1500 de nuestra era. “A través de dos grandes mitos creados por los hombres mostramos la historia de dos civilizaciones; esos fueron los dioses buenos, los civilizatorios, los que crearon las artes y la cultura. A través de ellos podemos entender la geografía, la escritura, las costumbres y los eternos problemas y soluciones ante la naturaleza de dos grandes civilizaciones”, comenta.
Hay otras exposiciones en el conjunto. Una es al aire libre: 2501 migrantes, del artista oaxaqueño Alejandro de Santiago. Se trata de hombres, mujeres y niños elaborados con barro, que recuerdan a habitantes del pueblo del artista que emigraron a Estados Unidos. También está el Horno 3, el más grande de los que llegó a tener la Fundidora, restaurado para que el visitante pueda entrar al gigante donde, a mil 500 grados centígrados de temperatura, se fundía el mineral de hierro a cuya transformación se debe en parte el auge de Monterrey en el siglo pasado.