Ruelas en París
No había caminado entre las tumbas del cementerio de Montparnasse desde la primavera de 1997 cuando despedimos a Roland Topor. No puedo decir que haya sido la fiesta más alegre, pero algo de festivo hubo con los músicos de Beaux-Arts, sus disfraces, sus sombrerillos de bombín, sus instrumentos tan cómicos –un saxofón metamorfoseado en boa, de plumas, al cuello–, sus pantalones guangos. Tal como Roland lo habría deseado: el eco de su carcajada, estridente y desesperada, resonó en mis oídos esa tarde.
Las caminatas en los cementerios, al alba, son un viaje que anticipa ese otro sin vuelta. Uno va, pasea en sueños como un sonámbulo, despierta entre desaparecidos: el encanto es absoluto. Los pájaros interrumpen el silencio con los trinos que entonan para celebrar la claridad del crepúculo matutino.
Así, cuando recibí la invitación del presidente de la Asociación Julio Ruelas, Jorge Miñano Zevallos, a una ceremonia para conmemorar el centenario de la desaparición del pintor, fallecido a sus apenas 37 años en París, no dudé en ir.
Tengo varios amigos ahí. He asistido a entierros como el de Jean-Paul Sartre, simbólico, pues después de una ceremonia de adiós, se llevaron su cuerpo para incinerarlo: ignoro si sus cenizas reposan en la tumba con su nombre. El de Julio Cortázar, retardado de dos, tres horas, en espera del ministro de Cultura de la época –“qué se fizo el rey don Juan, los infantes de Aragón que se fizieron”.
El de Piotr Rawicz, novelista ucraniano, quien si escapó a la exterminación de Auschwitz, no pudo evadirse de una muerte voluntaria, acosado tal vez por el insoportable amor a su mujer.
El de Cioran, quien fiel al pesimismo de su humor negro me murmuró al oído, mientras caminábamos juntos en el cementerio Père-Lachaise: “No nos vemos desde la muerte de Michaux, ¿O la de Jesse Fernández...” La ceremonia funeraria se vuelve perturbadora a cierta edad. ¿Desde el entierro de quién no nos vemos?
“Nunca preguntes por quién doblan las campanas. Doblan por ti.”
Una escultura de Arnulfo Domínguez Bello, que representa una mujer semidesnuda y voluptuosamente lánguida, adorna con su mármol blanquísimo la tumba de Julio Ruelas. Estatua y sepultura necesitan trabajos de conservación.
El abandono provocó la amenaza, de parte de la administración del cementerio, de aprovechar el fin de la concesión para suprimir la tumba del pintor simbolista y enviar sus restos al osario del Père-Lachaise, donde se conservan algunos años antes de desaparecerlos en forma definitiva. De ahí la creación de la Asociación Julio Ruelas: se trataba de salvar la sepultura y la memoria del artista mexicano.
Por fortuna, el actual embajador Carlos de Icaza tomó el asunto en sus manos: después de un breve pero denso discurso, en el cual insistió “en conjurar el olvido”, informó a los asistentes a la ceremonia estar en contacto con el alcalde de París, Bertrand Delanoë, de quien dependen los cementerios parisienses.
Delanoë comunicó al embajador su interés en la conservación de la sepultura de Ruelas, “símbolo de la amistad creadora entre México y Francia”.
Durante la ceremonia se leyó un mensaje de Amalia García, gobernadora de Zacatecas, estado natal del pintor. En efecto, la mandataria fue la primera en ofrecer su ayuda para el mantenimiento de la sepultura.
Así, una vez que el próximo año expire la concesión a nombre de Jesús Luján, patrocinador de la Revista Moderna, donde Ruelas ilustró a escritores diversos (Nervo, Darío, Wilde y Poe, entre otros), las autoridades mexicanas podrán proceder a la recuperación de la sepultura y a los trabajos de mantenimiento. Luján quiso así satisfacer el deseo del pintor de ser enterrado en París.
Tomó también la palabra el presidente de la Asociación, Jorge Miñano Zevallos, peruano estrechamente ligado a México, quien durante sus paseos en el cementerio de Montaparnasse descubrió la escultura de Domínguez y el pintor simbolista.
Durante una de sus visitas a la tumba vio el anuncio de la recuperación próxima de la concesión. Junto con un puñado de mexicanos formó la asociación dispuesto a salvar la sepultura y la memoria de Julio Ruelas. Excelente ejemplo de las consecuencias de un paseo en cementerios.