De las hipotecas a las tarjetas
En California, más de mil casas se perdieron por los incendios, en medio de una gran difusión en los medios. Pero también en California, y sólo en el pasado mes de octubre, sus dueños perdieron más de 20 mil viviendas por no poder pagar las hipotecas, los préstamos que se habían otorgado con la propia vivienda como garantía. Y la difusión fue mínima.
Este es uno de los aspectos del problema que se hizo público primero en Estados Unidos y que se ha ido extendiendo, o dando a conocer en los casos en los que ya lo hubiera. De hecho, es un problema de los préstamos en general. Ante los indicios recesivos, la autoridad financiera estadunidense ha estado bajando las tasas de interés con la intención de reactivar la economía. Esto tiene sus efectos en ese sentido, al ser más barato el crédito hay más inversión y se estimula el desarrollo económico.
Pero también hay efectos secundarios, tal vez no deseados por quienes tomaron las medidas, pero no por eso menos reales. Mucho dinero que pudo invertirse en Estados Unidos se va a Europa, con un euro más caro que nunca rebasando un dólar y medio, o a otros países con monedas “fuertes”, como Inglaterra, cuya libra esterlina ya vale más de dos dólares. Esta baja del dólar aumenta las exportaciones estadunidenses, pero refuerza la fuga de capitales desde ese mismo país, de los que no quieren tener dólares en proceso gradual de devaluación.
Entonces, con bajas tasas de interés y menos dinero, es difícil ahí conseguir crédito y el ritmo de crecimiento económico es cada vez menor, lo mismo que las previsiones oficiales al respecto. Entonces ya no se logra la reactivación de la economía que se buscaba. El dinero prestado, registrado oficialmente, a mediados de noviembre, bajó 9 por ciento en comparación con el que había tres meses antes. Y la limitación en la inversión afecta también al empleo, el cual a su vez hace que muchos endeudados no puedan pagar.
Aquí también el crédito escasea para la inversión. Pero ha proliferado en la forma de tarjetas de crédito. A los bancos, aparentemente, les rinde más ese crédito, con tasas de alrededor de 40 por ciento anual. Pero, como hemos visto anteriormente en estas páginas, las tarjetas que no se pagan, o con retrasos en los pagos, aumentan mucho. El desempleo también aquí aumenta los casos de retraso en los pagos o suspensión de los mismos. En el fondo, el problema es muy similar. Pero no faltan funcionarios que dicen que la economía está “blindada” y que no le pasará nada como lo de Estados Unidos. Igual que en Tabasco dicen y dijeron que todo está y estaba normal.
Es muy posible que con los préstamos para vivienda suceda, en México, algo similar a lo de otros países. Es obvio que el que se queda sin trabajo, o al que no le alcanza su ingreso por los aumentos de precios, no sólo deja de pagar su tarjeta de crédito, sino también la hipoteca de su departamento o casa, si está endeudado también por ese lado.
Estos problemas han afectado incluso a los bancos más grandes del mundo. Hace unos días se publicaron algunos de los problemas de los mayores bancos de Estados Unidos y de Europa. Luego, nos enteramos por la prensa extranjera de la situación crítica de empresas pequeñas y medianas que no consiguen crédito y deben cancelar inversiones. A quienes dependen de la bolsa de valores les preocupa que ésta baje al no haber un salto en las ventas en la época navideña, como el de otros años.
En México los discursos no van a contrarrestar los efectos del alza de la gasolina (que ya la hubo en Estados Unidos), a otras alzas y a la crisis del campo derivada de la apertura al maíz y al frijol del extranjero. En Estados Unidos, a mediados de noviembre el precio promedio de la venta al público de la gasolina ya era 10 por ciento mayor que en octubre. Y el precio en California es, ya desde antes, alrededor de 10 por ciento superior al promedio nacional. En México el aumento desde enero está, además de las alzas que ya se dan cada mes, ligado al nuevo derecho que aprobaron los legisladores de la derecha.
El régimen fiscal y estos aumentos encarecen los costos de producción de muchos otros productos, cuyos precios en algunos casos ya empezaron a subir. Los funcionarios no hacen nada para evitar esto, lo más que podrán hacer, en todo caso, será “alambrear” los índices de precios. Frente a todo esto, un aumento a los salarios mínimos verdaderamente mínimo. No es que nos vaya a afectar la situación en Estados Unidos. Es que ya somos parte de ella.