En el chopo
¿Por qué ir al tianguis?
Cómo no asistir al tianguis del Chopo, si desde la llegada a territorio chopense hay imágenes que parecen sacadas de una pintura hiperrealista: criaturas con largas capas negras, ojos remarcados con rímel oscuro y largas botas con altos tacones comparten ruta con seres que ostentan peinados que alcanzan picos hasta de 25 centímetros de altura. Ambas tribus emergen del subterráneo –cultural y geográfico– para integrarse a la peregrinación que tiene como destino, cada ocho días, la calle de Aldama. Durante gran parte de cada sábado, centenas de chavos salen de la estación del Metro Buenavista para dirigir sus pasos al Chopo, donde encontrarán desde el arete más sencillo, hasta una guitarra Gibson Les Paul, pasando por discos y películas de culto, o pandrosa playera multicolor. Esto y más ofrece el Chopo a sus visitantes cada fin de semana. Como ayer, cuando en el escenario bautizado como Radio Chopo se presentó Trolebús, en su única actuación en el Distrito Federal. Después de ejecutar –y recordar– canciones como Barata y descontón, La balada chilanga y otras, Choluis, líder del Trole, confirmó su retorno a España, donde radica actualmente. También el día de ayer, la Galería de fotografía del Tianguis ofreció al público la exposición El Chopo: retratos de libertad, de Eduardo García Vidals, joven fotógrafo que a lo largo del año instaló un estudio móvil donde posaron decenas de paseantes del mercado roquero. Estas fotografías fueron colgadas en mencionada galería.
Librero rocanrolero: Aceves y Rubli
Están en circulación un par de libros que son variaciones sobre un mismo tema: el rock mexicano. El martes pasado fue presentado el libro Vive Latino, ensayo fotográfico de Fernando Aceves, fotógrafo oficial de la promotora del mencionado festival. Aceves capturó a los músicos participantes de los dos festivales pasados al concluir su actuación; son una serie de retratos plasmados cuando el sudor aún escurría en el rostro de, por ejemplo, Eli Guerra. Se habla ahora de la edición de otro volumen, pero con la historia gráfica de todos los festivales realizados. Sería chido que se hiciera, pero con la participación –convocatoria de por medio– de todos los fotógrafos de prensa que han cubierto alguno de las diez ediciones del Vive Latino.
El otro libro es Estremécete y rueda: loco por el rock&roll, de Federico Rubli, testigo y protagonista de los inicios del movimiento rocanrolero. La presentación contó con los comentarios de personajes como Juan Villorrio, Fito de la Parra, Mario Sanabria, Óscar Sarquiz y Emilio de la Barreda (pa’ más señas, hermano del famoso Olaf). Esa noche, a la que Villorrio llamó “mitológica”, por la cantidad de invitados famosos “que hicieron posible el rock en México” –como afirmó Rubli en su intervención–, hubo rock en vivo y anécdotas al por mayor, y efectivamente sillas y pasillos del Centro Cultural Bella Época fueron ocupadas por muchos músicos pioneros del gran ritmo. Sobre el contenido del libro es menester señalar que es un relato acerca del rock en México, de 1956 a 1976; destaca el capítulo sobre el festival de Avándaro, por aportar datos socio-políticos ignorados sobre el mítico encuentro.