El discurso de la premio Nobel 2007 fue leído por su editor británico, en Estocolmo
Doris Lessing denuncia la falta de oportunidades en los países pobres
“Nunca nos preguntamos cómo cambiaremos con Internet, que seduce con nimiedades”
Estocolmo, 7 de diciembre. El hecho de recibir el Premio Nobel de Literatura a una avanzada edad no templó el carácter de Doris Lessing.
Con una dura denuncia de la falta de oportunidades de las personas en los países pobres y la mentalidad de desechar todo rápidamente que rige en la parte occidental rica del mundo, la escritora británica de 88 años presentó hoy su discurso poco antes de la entrega del galardón en Estocolmo.
Lessing no participará en la ceremonia de entrega de premios el lunes por problemas de salud e hizo leer su texto en la capital sueca por su editor británico Nicholas Pearson.
“Somos un montón sobresaturado, nosotros en nuestro mundo, en nuestro mundo amenazado. Somos muy rápidos con la ironía y el cinismo”, señaló en el discurso que lleva el sarcástico título No ganar el Premio Nobel.
“Estamos en una cultura que se está fragmentando, donde nuestras certezas de hace apenas algunas décadas son cuestionadas y donde es común que hombres y mujeres jóvenes que tuvieron años de educación no sepan nada acerca del mundo, no hayan leído nada, y sepan sólo de alguna especialización u otra, por ejemplo, de computadoras”, indicó.
Hambre de lectura y formación
Lessing destacó una y otra vez el hambre de lectura y formación que tienen los alumnos en países pobres como Zimbabwe, donde vivió un cuarto de siglo hasta 1949. Dado que en una escuela normal de ese país no hay dinero ni para tiza, y mucho menos para libros, las consecuencias son previsibles: “No creo que tantos alumnos de esa escuela puedan recibir premios”.
Por el contrario, afirmó, se puede estar “bastante seguro” de que sí puede ser ése el caso de una conocida escuela de varones con bonitos edificios en el norte de Londres, que ella visitó en su calidad de escritora conocida. Según aseguró, allí no percibió ningún hambre por saber: “Seguramente todo aquel que da discursos recuerda ese momento en que mira y sólo ve rostros inexpresivos”.
En Londres, cuando aparece una escritora nueva sólo se pregunta: “¿Es guapa?” Y en el caso de los hombres: “¿Carismático? ¿Atractivo?” “Hacemos bromas, pero eso no es gracioso”, sostuvo Lessing.
“Cuando después de un año se les pregunta qué piensa él o ella, dice: ‘Nunca me pasó nada peor’: lo escuché varias veces. Después de tanta publicidad, muchos escritores no escribieron nunca más, o no escribieron aquello que querían, lo que se proponían”.
La autora de El cuaderno dorado (1963), tampoco tuvo piedad para Internet. “Nos estamos enfrentando a una increíble invención, las computadoras e Internet y la televisión, una revolución. No es la primera revolución que enfrentamos nosotros, la raza humana. La revolución de la imprenta, que no sucedió sólo en un par de décadas, sino en mucho más, cambió nuestras mentes y formas de pensar (...) Y nunca nos preguntamos cómo nosotros, nuestras mentes, cambiarán con la nueva Internet, que sedujo a toda una generación con sus nimiedades, de manera que incluso las personas más o menos razonables admiten que es muy difícil desprenderse cuando uno se vuelve adicto”.
La premio Nobel 2007 lamentó que, en el pasado, “leer libros formaba parte de la educación general”.
Con su discurso, Lessing se sumó a una singular serie de ganadores del Nobel de Literatura que se quedaron en casa enfermos y enfadados y no acudieron a la ceremonia en Estocolmo.
En 2005, lo hizo el compatriota de Lessing Harold Pinter (77 años) y antes la austriaca Elfriede Jelinek (61 años), que cancelaron su participación por enfermedad y enviaron sus discursos grabados en video a la capital sueca, ambos marcados por el enfado y la amargura.