Disquero
Un hallazgo
Gracias a que Alexandre Ivashkin, biógrafo de Alfred Schnittke (1934-1998) convenció a Irina, la viuda, de que liberara los derechos de autor de un par de partituras que el investigador rescató de los archivos del Conservatorio de Moscú, donde el entonces joven estudiante escribió una Sinfonía Cero y un oratorio, Nagasaki, es que más de medio siglo después podemos conocer estas obras tempranísimas de un autor que se ha ubicado en el gusto melómano de una manera muy especial, dado que una buena parte de la obra de Schnittke posee cualidades de profundidad espiritual en contraste con pasajes arduos y momentos de experimentación pura en sus “partituras collage”.
Este hallazgo muestra, en el caso de la Sinfonía Cero, una clarísima influencia de la potencia sinfónica de Shostakovich y en cuanto al oratorio Nagasaki para mezzosoprano, coro mixto y orquesta, el impacto de la Carmina Burana de Carl Orff, pero más allá de lo obvio también hay elementos notorios de Benjamin Britten (en especial su Requiem de guerra), de Gabriel Faure y hasta un guiño por allí de Turandot, del gran Puccini.