Bajo la Lupa
Brzezinski desaconseja la guerra contra Irán
Ampliar la imagen Henry Kissinger, en imagen de archivo Foto: Carlos Cisneros
Pareciera que el contencioso iraní-estadunidense regresa al año 2003, cuando la misma teocracia chiíta jomeinista había requerido la “mediación suiza” (cese de la fabricación de armas nucleares a cambio de un tratado de seguridad), como sustenta Trita Parsi en su polémico libro Alianzas tramposas: los tratos secretos de Irán, Israel y EU.
El reporte del Estimado de Inteligencia Nacional (NIE, por sus siglas en inglés), que aglutina a 16 servicios de espionaje de Estados Unidos (EU), no solamente autocorrige su engañosa versión sobre el enriquecimiento de uranio iraní de 2005, sino que, sobre todo, afirma en forma asombrosa que desde 2003 la teocracia chiíta había cesado su proyecto para construir una bomba nuclear, lo cual cambia dramáticamente la escenografía y la justificación para un bombardeo unilateral del régimen torturador bushiano, quien se vuelve a quedar sin pretextos esotéricos de arqueología excavatoria y alucinatoria sobre inexistentes “armas de destrucción masiva”.
Ahora resulta, según el reciente reporte del NIE, que las “intenciones” de la teocracia chiíta no son para desarrollar bombas nucleares, sino que más bien se fundamentan en un “análisis costo-beneficio”, que toma en consideración sus objetivos geoeconómicos ante todo y que no pongan en peligro su estabilidad interna.
En realidad, el retorno al statu quo anterior a 2003 es mucho más profundo si se toma en cuenta que Alemania, Francia y Gran Bretaña ya habían alcanzado en octubre de ese año un acuerdo de desnuclearización militar con la teocracia chiíta que fue perturbado por el régimen torturador bushiano, tanto al incluir ideológicamente a Irán en el “eje del mal” como por las consecuencias desestabilizadoras de su invasión unilateral a Irak. En forma anómala las tres potencias europeas congelaron el acuerdo alcanzado con Irán que dejaron a la deriva. Quizá no sopesaron que la mayor potencia militar mundial sufriría su mayor descalabro militar, lo cual benefició indirectamente el posicionamiento de Irán que emergió como la nueva potencia regional del golfo Pérsico con alcances en el mar Mediterráneo, y hasta Afganistán y Asia Central.
Tres días antes del significativo reporte del NIE, el geoestratega Zbigniew Brzezinski había desaconsejado el bombardeo unilateral contra Irán que pregonan los halcones de EU, en un artículo “¿Un socio para tratar con Irán?” (Washington Post, 30/11/07).
Refiere que el modelo de pláticas sobre la desnuclearización de Norcorea, en la que China jugó un papel determinante, puede servir de ejemplo para promover negociaciones creativas con Irán.
El anterior consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter visitó recientemente China, donde charló a los más altos niveles donde obtuvo “dos fuertes impresiones en relación con la actitud de China hacia el tema iraní”.
Su primera impresión radica en que la “magnitud de la transformación interna de China hace vulnerable la política mundial y la inestabilidad económica. China está especialmente preocupada por las consecuencias de cualquier erupción mayor de la violencia en el Pérsico. Esta preocupación es palpable y justificada si uno considera los probables efectos financieros y políticos de una mayor colisión de EU-Irán”.
Juzga que China, “a pesar de su meteórico ascenso hacia la preeminencia mundial, actualmente es geopolíticamente una potencia statu quo” (nota: que busca equilibrios armónicos).
Su segunda impresión: “los chinos defienden firmemente que en tratos con Irán, Estados Unidos sea guiado por la paciencia estratégica”.
En forma interesante los chinos sostienen que los iraníes han negado proceder a la fabricación de bombas nucleares, a diferencia de los norcoreanos (nota: quienes presuntamente poseen seis bombas atómicas).
“A juicio de China, Estados Unidos debe evitar ser arrastrado en represalia”, según ZB. Por lo que la “atención debería centrarse en una negociación conjunta que efectivamente abandone la supuestamente no deseada opción de las armas nucleares”.
Sugiere que China participe en forma más activa en las negociaciones con Irán, con quien mantiene estrecha complementariedad geoeconómica: “Irán suministra el muy necesario petróleo a China, y China suministra igualmente las necesarias armas y productos industriales a Irán”.
Para que China “desempeñe un papel constructivo requiere que EU sea guiado por la paciencia estratégica”.
No podía faltar la rusofobia de Brzezinski y después de considerar “el papel incierto de Rusia”, pese a su proclama de buscar una salida negociada con Irán, considera que su principal motivación consiste en recuperar parte de lo perdido geopolíticamente por el imperio soviético en la década de los 90: el “revisionismo” ruso tiene como objetivo “cortar el acceso directo de EU al Caspio y al petróleo de Asia Central”. Brzezinski sabe mucho del tema del Caspio, ya que uno de sus familiares formó parte de las tratativas tras bambalinas en la construcción del oleoducto TBC (que conecta el petróleo del mar Caspio que atraviesa Azerbaiyán, pasa por Georgia, en el Cáucaso, y desemboca en Turquía, en el Mediterráneo).
Un conflicto en el Pérsico tendrá efectos de “onda internacional” en las que Rusia no quedaría aislada. A juicio de Brzezinski, Rusia vive la paranoia de dos invasiones: una de China en sus inmensos territorios orientales pletóricos de minerales, pero vacío de habitantes, y otra “invasión política” de EU en sus zonas occidentales densamente pobladas.
Agrega que “el estallido de un conflicto político en el Pérsico podría no ser visto por todos los estrategas de Moscú como un mal parcial. El espectacular repunte de los precios del petróleo perjudicaría a China y a EU mientras desata una ola más de hostilidad contra Estados Unidos. En ese contexto, Europa podría distanciarse de EU mientras que Europa y China pasarían a ser más dependientes de los suministros de energía de Rusia. Rusia sería, sin duda, el beneficiario financiero y geopolítico”.
Se asienta que el petróleo define en gran medida la geopolítica mundial y el nuevo orden multipolar insipiente, como ha detectado espléndidamente el zar geoenergético global, Vlady Putin.
Deduce en forma juiciosa, las graves consecuencias de una guerra en el Pérsico, y considera que: “Podrían causar un cambio más dramático en la distribución mundial del poder que incluso el que ocurrió después de que la guerra fría terminó”. Por tanto, apela a un diálogo constructivo entre Washington y Pekín sobre Irán para resolver el contencioso nuclear basado en la exitosa desnuclearización de Norcorea.
Queda claro que para el geoestratega Brzezinski el destino del planeta se juega en el Pérsico y, en forma subrepticia promueve una alianza entre EU y China para impedir el triunfo de Rusia, quien sin disparar una sola bala obtendría un triunfo geoestratégico con la simple elevación del petróleo, lo cual perjudicaría a EU, la Unión Europea y a China.
Más allá que destaque la legendaria rusofobia de Brzezinski, pareciera que su tácita propuesta de alianza sinoestadunidense forme parte del acercamiento similar que se escenificó en los 70 contra la URSS y promovido por el presidente Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, ¿hasta dónde querrán ir los chinos? ¿Dónde quedaría entonces el Grupo de Shanghai?