Usted está aquí: domingo 16 de diciembre de 2007 Espectáculos El observador oculto

Carlos Bonfil
[email protected]

El observador oculto

Asistimos una vez más a un desierto decembrino para los amantes del buen cine, a la evidencia desoladora de una cartelera saturada de superproducciones hollywoodenses que llegan con puntualidad y a ritmo regular, desplazando toda propuesta alternativa, inhibiendo o arrinconando la exhibición de películas nacionales (de no ser los clones con vocación televisiva, las infaltables comedias light). Una cartelera sin regulaciones que limiten la saturación de blockbusters, sin equilibrio alguno en beneficio de ese espectador, cuyo perfil único será, en opinión de muchos distribuidores, el de un ávido consumidor de programación chatarra. Ante este panorama, conviene revisar las opciones de buen cine, de un cine de autor alejado de las fórmulas comerciales consabidas, y que proponen, inclusive en estas fechas, en la cartelera alternativa, en los cine clubes, en la Cineteca, películas que durante su estreno pudieron pasar desapercibidas, o que sólo lograron permanecer una o dos semanas en cartelera.

Esta revisión ofrece en lo inmediato dos títulos: El observador oculto (Caché), del austriaco Michael Haneke, reflexión perturbadora sobre el miedo, la paranoia y la culpa en la sociedad occidental contemporánea, y Sicko, el documental de Michael Moore sobre las desigualdades en el sistema de salud estadunidense. Ambas cintas se proyectan a partir del martes próximo en la Cineteca Nacional. Haneke no es de modo alguno un autor desconocido en México. Su éxito más señalado es naturalmente La pianista (The piano teacher), historia cruel basada en la novela homónima de Elfriede Jenike, con la soberbia actuación de Isabelle Huppert. En su cinta más reciente, Haneke muestra un juego narrativo muy sutil y elaborado, una aproximación original al thriller, donde una familia francesa de clase media sufre, ya no una agresión física directa, como la familia austriaca en Juegos divertidos, sino un fuerte acoso sicológico, una irrupción gratuita a su esfera privada, que el espectador se esforzará en comprender a partir de pistas muy frágiles y en apariencia arbitrarias, y en un desenlace abierto que generará un desasosiego todavía mayor. El objetivo del cineasta no es evidentemente ofrecer un thriller convencional, con víctimas y verdugos claramente reconocibles, ni tampoco una reflexión sobre las culpas históricas de la nación francesa (aun cuando un episodio aluda a la represión antiárabe en Francia, en 1961), sino ahondar en algo más perturbador todavía: la inoculación del miedo y la paranoia en una familia que de la noche a la mañana ve su vida íntima violentada por un individuo anónimo, o alguna organización desconocida, que ha decidido aterrorizarla, hurgar en el pasado de Georges Laurent (Daniel Auteuil), el padre de familia, exitoso conductor de televisión, poner a prueba la resistencia sicológica de su esposa, Anne (Juliette Binoche) y tomar como rehén virtual a su hijo adolescente Pierrot (Lester Makesonsky), hasta el punto de pulverizar todas sus certidumbres y la placidez de su vida cotidiana, todo sin que el espectador sepa un ápice más sobre la naturaleza de la amenaza oculta que los propios protagonistas asediados. Este limbo de inseguridad y esta ausencia total de asideros es lo que maneja con maestría el director austriaco. Reprocharle una falta de claridad, o la parquedad de explicaciones, o la nebulosa de claves interpretativas, equivale sencillamente a negar la naturaleza misma del filme, el cual pretende comunicar al espectador algo de la angustia indescifrable que se apodera de los personajes. Una cinta enigmática, con la mordacidad característica de Haneke, que funciona como antídoto ideal para el blanco entretenimiento programado de nuestra cartelera.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.