Usted está aquí: lunes 17 de diciembre de 2007 Política Aubry logró ver a los zapatistas como maestros, no como evangelizados: Marcos

El historiador francés será ungido con el doctorado liberationis conatus causa

Aubry logró ver a los zapatistas como maestros, no como evangelizados: Marcos

Hay quien ve en los indígenas rebeldes un “oportunismo de nuevo tipo”, alerta el subcomandante

Blanche Petrich (Enviada)

San Cristóbal de las Casas, Chis., 16 de diciembre. Tendrá sus 10 años y lleva una cámara bien pesada y su pasamontañas zapatista, acreditado como fotógrafo de la Comisión Sexta. Va viendo muchas caras por el visor, al pie del templete del auditorio de la Universidad de la Tierra. Los ojitos le brillan. Enfoca y dispara. Son (las fotos) su mirada. Y la del otro. Porque de miradas de allá para acá y viceversa se trató el coloquio que en memoria de Andrés Aubry se abre paso en el último reducto boscoso en el camino viejo a Chamula.

El subcomandante Marcos –telonero, según él– escucha como escuchan todos, entre una audiencia muy joven de quizá medio millar, a otros grandes nombres en el mundo de las ideas alternativas: Pablo González Casanova, el jesuita belga Francois Houtart, Enrique Dussel, los sin tierra brasileños, Naomi Klein, John Berger, Luis Villoro, Gustavo Esteva, otros tantos. Muchos appistas, entre paréntesis, que vienen de la asfixiada Oaxaca a tomar oxígeno.

Al tercer día, Marcos aborda, en el quinto de sus siete discursos, el azul, el tema de la mirada a los y de los zapatistas. Miradas que son muy distintas si ven de lejos o desde adentro de las comunidades.

Todo, a propósito de la forma en la miraba que Andrés Aubry, quien mañana será ungido post mortem con el título de doctorado liberationis conatus causa. Recuerda Marcos que a Aubry le tenía sin cuidado cómo lo veía a él “la academia”. Lo que sí le inquietaba era la forma en que lo valoraban, “como los más severos jueces”, los compañeros, los mandos de los caracoles, los delegados autónomos.

Toca el turno de Jean Robert, arquitecto suizo avecindado en Cuernavaca, pensador cercano a Iván Ilich, el teólogo de la liberación que fundó en la Ciudad de la Eterna Primavera el Centro de Información y Documentación Católica (CIDOC), quien escarba en la raíz lingüística de tan singular título con el que será ungido este lunes el multicitado Aubry.

No es el clásico honoris causa con el que bautizan las universidades blancas y occidentales a sus consentidos. Él, aficionado a los acertijos, se propuso desencritpar del antiguo latín el tal honoris que otorga esta Universidad del Color de la Tierra para desentrañar el conatus, “capacidad de regocijarme por donde estoy, cómo soy y cómo son los demás”, según una definición de Spinoza, el filósofo del siglo XVIII en un ensayo de traducción, que encontró el término “enjundia” del castellano cervantino que hasta hace poco se hablaba todavía en algunas latitudes en México –y perdonen la burda síntesis– “el que se opone a la esclavitud, de donde nace la dignidad”.

Por eso, recuerda Marcos en su quinta intervención, Aubry, durante la Marcha del color de la tierra en 2001, no solía enfocar su mirada en el templete donde echaban discurso los zapatistas, ni en la multitud que se congregaba para escucharlos, sino en el camino, donde se reunían pequeños grupos, sólo para saludar y mirar. “Es allá, en las serranías, en los pequeños poblados, entre aquellos que no hablan. Ahí, van a pasar cosas”. Eso –recuerda Marcos– decía Andrés.

A diferencia de otros, Aubry no veía a los zapatistas como “evangelizados” sino como los evangelizadores, como “maestros, frente a quienes no valen más los doctorados, las pilas de libros leídos, su aire de europeísmo descuidado o de misionerismo propositivo”. Él, Aubry, “oía la parte en la que los zapatistas miran hacia adentro”. Una forma –puntualiza Marcos– “de oír y mirar en la que coinciden otros”.

Y su lista nombra a algunos, no muchos: el Ronco (Ricardo Robles, de la Tarahumara), Don Pablo (González Casanova), Jorge, Felipe, Raymundo, Carlos, Eduardo, Estela, “otros, otras, nadie”.

Pero –continúa el subcomandante, tras el discurso de John Berger, que reivindica el valor de la mirada límpida antes que cualquier palabra– “no todos miran igual”.

Hay “otras miradas no de agradecer”, las que ven al zapatismo “como una especie de oportunismo de nuevo tipo”; que ven a los indígenas rebeldes “como a los perpetuos evangelizados, a los eternos niños” En suma, un “oportunismo de nuevo tipo”.

Otras miradas, que tienen el privilegio de difundir la palabra, discriminan. “Si nuestra mirada es de reconocimiento, de admiración o coincide con lo que ustedes miran, sí, que se difunda, se remarque la lucidez y pertinencia. Si en cambio es de crítica, hay que callar esa mirada, se señala nuestra intolerancia, nuestro radicalismo, los errores, el mal de montaña de Marcos”.

Contrataca: “hay libros escritos sin haber ido más allá de esta soberbia Jovel. Caso Carlos Tello Díaz, que escribió una supuesta historia del EZLN con material proporcionado por los servicios de inteligencia del gobierno”.

Todo para redondear a quienes lo escuchan en este foro, al que asisten pensadores de todo México y más allá: “la mirada de ustedes es una ventana para que otros nos miren. Ahí mostramos sólo una pequeña parte de la gran casa que es el zapatismo. No pedimos humildad, sólo honestidad”.

Vuela al tema eje del coloquio Planeta Tierra, in memoriam Andrés Aubry en boca de Jean Robert. Él realiza un ejercicio de “tocar tierra” al abordar alguna teoría. Y toca, reiteradamente, la idea de la “crisis antisistémica” que planteó aquí mismo, hace apenas tres días, el ideólogo estadunidense Immanuel Wallerstein. Recuerda las palabras anteriores del pensador oaxaqueño Gustavo Esteva, quien, desde su perspectiva, adelantó aquí su idea del fin del imperialismo. “Entiendo –dice Robert– que aludía al fin de su legitimidad. Hay quienes pensaban que la desaparición del imperio puede ser peor que su permanencia. Esta idea está en crisis, ya hay quienes ven, como los antiguos chinos, una oportunidad en la crisis”.

Ahí, Jean Robert, uno de los que compartían el imaginario de futuro del círculo de los teólogos de la liberación en aquellos años setenta, entre ellos Ilich y Sergio Méndez Arceo, en las tardes vegetales de Cuernavaca, habló extensamente del nuevo horizonte del milenio, de “las innovaciones que se oponen al sistema en crisis que no termina de derrumbarse”, de la maduración de procesos revolucionarios que ofrecen “mientras el sistema imperial rebdobla su ocaso”. Como el zapatismo, del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, las opciones en la India, en el Magreb. Todo envuelto en una convicción de no violencia.

Para concluir, como buen urbanista alternativo, acérrimo opositor de las ofensivas del cemento y el ladrillo, verdaderas causas del cataclismo de Tabasco, con un anuncio: “la revolución llegará en bicicleta”.

Los textos íntegros de las conferencias 3 a 6 del subcomandante Marcos

conferencia III

conferencia IV

conferencia V

conferencia VI

 
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