Un toro artista
Los toros de Santa María de Xalpa, con el misterio en la mirada, sobre una musculosa caja, remarcándoles la tensa frente y a algunos de ellos los afilados pitones. Lucían muy guapos y atractivos y de fiero mirar, galopaban alegres de salida. Más al llegar a los caballos a probar su bravura, sólo pose y poco fundamento. En lo que ya se volvió rutina, un puyazo. Esta vez, a demás sin recargar.
El cuarto pese a su falta de empuje y casta ante el caballo, se le dio un inmerecido arrastre lento.
La realidad es que ya no es la encastada nobleza lo que se aplaude a los bureles, es la calidad en la embestida, a pesar de ser bobalicones en ocasiones. El toro iba y venía por el ruedo en un ritmo marcado de mucho son, cuajado de eternidad y melodioso desplazamiento. Cadencia contenida que se expresaba en su acometer de aquí hasta allá, para acuñar la música de su movimiento, en juerga torera en el ruedo.
Un toro para el toreo moderno, por algunos llamado “toro artista”. Se encontró con Uriel Moreno El Zapata que, venía a por todas, pero, dista mucho de poseer una estética a modo del ritmo del burel que le llegó de anticipado regalo de Navidad. Eso si, lo banderilleó con valor espartano –igual que a su primero– y estuvo a punto de irse al hospital, al salir comprometido del último par y prenderlo el toro sobre el burladero. Inició el trasteo en los medios marcando los tiempos del “pase imposible”. Posteriormente realizó un trasteo atropellado, muy intenso que calentó a los aficionados. Al matar de estocada en lo alto, le concedieron una bien ganada oreja por su valor.
Al resto de los bureles de difícil lidia, toreables y sin mayor peligro, le resultó difícil encontrarles la distancia a Casasola y Martínez, que pasaron indiferentes. Guillermo Martínez dibujó esbozos de toreo bueno. Sólo necesita tener el sitio que da el torear seguido. Al igual que a tantos otros ¿dónde se consigue eso?