Creyó que podría hacer cambios sin chocar con los sectores dominantes: Gebrim
Lula, “gran decepción” para vastos grupos populares, dicen los Sin Tierra
En Brasil, las ideas de transformación radical fueron sustituidas por el inmediatismo, afirma
Señala la necesidad de orientar el movimiento social en torno a un programa, no a un líder
Ampliar la imagen El brasileño Ricardo Gebrim, del Movimiento de los Sin Tierra, durante su intervención en el coloquio internacional en memoria de Andrés Aubry Foto: Víctor Camacho
San Cristóbal de las Casas, Chis., 18 de diciembre. En muchos momentos de la campaña electoral de 2006, sectores de la izquierda de toda América Latina llegaron a preguntarse: ¿cómo sería Andrés Manuel López Obrador en el poder? ¿Como Hugo Chávez, de Venezuela, o como Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil? A toro pasado, el activista del Movimiento de los Sin Tierra (MST) y de la organización Consulta Popular Ricardo Gebrim contesta sin vacilar: “Hubiera sido como Lula”.
Gebrim, abogado popular, milita en esa franja que es crítica al gobierno del presidente brasileño, la cual, a pesar de haberle dado su voto crítico en el segundo periodo electoral, hoy tiene claro que Lula “ha provocado una gran decepción, un trauma” en los sectores del pueblo que creyeron en él. El presidente de Brasil, dice, “está entrampado” y no puede profundizar en el cambio. Se quedó en la superficie, “por querer hacer omelette sin romper los huevos”.
Explica: “Él piensa que se pueden hacer cambios sin entrar en confrontación con los sectores dominantes, como si fuera posible romper la subordinación económica sin tocar lo esencial. Pero el momento actual ya no permite eso. Entonces ofrece medidas compensatorias, programas sociales para los más pobres. Los banqueros e industriales tienen ganancias aun mayores que con gobiernos anteriores. La burguesía está muy contenta, pero los sectores populares están frustrados.”
Para López Obrador, como para Lula, desafiar a las clases dominantes de México y Brasil es un reto mucho más complejo que para Hugo Chávez, en Venezuela, o Evo Morales, en Bolivia. “Aquí el capitalismo es mucho más desarrollado; nuestras burguesías tienen una historia de dominación, una capacidad de apropiación enorme. En el caso de la mexicana, incluso fue capaz de absorber la revolución de principios del siglo pasado. El poder que tiene en los medios de comunicación y en los partidos no permite una figura política que desafíe las bases de sustentación del proyecto dominante”.
En entrevista, señala cómo fue que el obrero metalúrgico que encarnó la esperanza de un gobierno diferente para los brasileños durante dos décadas devino en el presidente Da Silva, motivo de una gran decepción colectiva.
“El PT fue el gran instrumento político que se conformó en Brasil en los años de ascenso de la lucha popular, a final de los años setenta y, ochenta. Lula tuvo un gran mérito, como líder de los trabajadores metalúrgicos que protagonizó una gran lucha con gran fuerza de atracción. El imaginario en torno a las esperanzas del gobierno de Lula marcó 20, 25 años, a toda una generación política que creció creyendo que el día en que Lula ganara iban a empezar las transformaciones estructurales.
“Pero en esos años también cambió la dirigencia del PT y las ideas de transformación radical fueron sustituidas por ideas más inmediatistas. Por eso el gobierno de Lula mantuvo la misma política económica que Fernando Henrique Cardoso: no produjo ningún cambio en la cuestión agraria, del derecho de los trabajadores, y que incluso mantiene las políticas de retirar derechos y descalificar a los grupos que están en lucha. De ahí viene la gran decepción en los sectores que se mantienen en la lucha popular”.
–¿Cuál es la situación del sindicalismo, de donde viene Lula?
–Los trabajadores viven las mismas condiciones que en todo el mundo: precarización del trabajo, pérdida de fuerza de las organizaciones sindicales, división. Un sector está en el gobierno de Lula, el presidente de la Central Única de Trabajadores era el ministro de la presidencia. Otros han roto con la CUT: Com Luttas, la Central de Trabajadores Brasileños, grupos grandes que hacen perder hegemonía a la CUT.
–¿Y en el campo?
–Las organizaciones siguen creciendo: hay presencia de Vía Campesina, la Asociación de Mujeres Campesinas, el movimiento de desplazados por las presas, pequeñas agricultores y el propio MST. Pero la lucha por la tierra cada vez es más difícil y el gobierno de Lula no dio ningún paso significativo para la reforma agraria, no atendió ninguna demanda del MST. Vale decir que el gobierno de Lula no es un gobierno represor.
–¿Es necesaria una ruptura para ir a los cambios estructurales?
–Estamos viendo lo que pasa en Venezuela y Bolivia. Tocar la política económica implica necesariamente una confrontación con el imperio, se desencadena un proceso que no es posible controlar. No es posible hacer omelette sin romper los huevos.
–¿La historia está desmintiendo la posibilidad de un cambio gradual?
–Digamos que sólo es posible en algún momento de la historia, en momentos en que el capitalismo lo permitió. En Europa, en el periodo de la posguerra, algunos gobiernos socialdemócratas hicieron reformas con conquistas sociales innegables. Esto no es posible en nuestros países periféricos en el momento actual del capitalismo.
–¿Qué plantea el movimiento crítico a Lula?
–Como todo trauma, la decepción con Lula provocó una cierta paralización en la izquierda. Una parte siguió como si nada y decidió rebajar su horizonte de expectativas y consideró lo demás como utopías. La otra cambió el amor hacia Lula por el odio. Nosotros no estamos en esos extremos. Entendemos que no vamos a lograr nuestros objetivos eligiendo a un candidato. Necesitamos una organización autónoma, luchas cada vez más intensas, con unidad no en torno a un líder o una plataforma electoral, sino en torno a un programa político, con conciencia, con ideas claras. Un proyecto popular para Brasil.
–¿Se descarta la formación de otro partido político?
–En el sentido electoral, sí. La expresión política del MST es la Consulta Electoral, una organización política de cuadros de la lucha popular, principalmente urbana, con cuadros campesinos también, con un principio muy claro: que no sea una dirección política la que sea hegemónica, preservando la autonomía de los movimientos, con una estrategia común, una ética común.
–¿Se plantean la toma del poder?
–Sí. En este momento, cuando el pueblo brasileño viene de una decepción, no vamos a seguir el camino electoral. Pero en nuestro horizonte sí está la conquista del Estado. Sólo que antes queremos construir el poder popular, la estructura. Hay que generar fuerza, propaganda, agitación, construir condiciones para otros momentos de la historia.