Usted está aquí: sábado 22 de diciembre de 2007 Opinión Desfiladero

Desfiladero

Jaime Avilés
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Acteal: cierro, abro los ojos

Si no castigan a Zedillo, el crimen se repetirá

Hay que renovar la solidaridad con Chiapas

Y unir todas las luchas en defensa del petróleo

Ampliar la imagen Integrantes de la sociedad civil Las Abejas realizaron una jornada de vigilia ayer, después de que concluyó el Encuentro Nacional contra la Impunidad, como parte del décimo aniversario luctuoso por la matanza de Acteal Integrantes de la sociedad civil Las Abejas realizaron una jornada de vigilia ayer, después de que concluyó el Encuentro Nacional contra la Impunidad, como parte del décimo aniversario luctuoso por la matanza de Acteal Foto: Víctor Camacho

A las generaciones de mexicanos adultos que coexistimos en esta etapa del tiempo nos ha llegado la hora de la verdad. Felipe Calderón ha pactado con Shell, Chevron, Petrobras, Nexen y Statoil aquello por lo que Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox fueron puestos, de una forma o de otra, en la Presidencia de la República: entregar la base de la economía de México, la industria nacional del petróleo y sus reservas estratégicas, a los inversionistas privados. Al costo político y social que sea.

Por lo tanto, ha sonado la hora de posponer las diferencias y unir todas las luchas en torno de este objetivo: impedir la privatización de la máxima fuente de ingresos que tenemos, de lo que todavía nos permite ser viables en el presente y contar con lo mínimo para impulsar la transformación del modelo de saqueo que hoy padecemos en una plataforma de despegue hacia un futuro más amable y generoso.

Esta será, sin duda, la tarea central de 2008 pero hay que ponerla en marcha desde ya, definiendo una lista de prioridades: impedir la ley Gestapo que abriría las puertas de la policía a nuestras casas, rechazar el Plan Mérida de WC y Calderón que traería los marines a México, impulsar la solidaridad como medida de resistencia a la carestía, la escasez, la desocupación y el hambre; avanzar hacia la construcción del poder popular que eche por la borda a los golpistas, empezando por los ministros de la Suprema Corte y sus protegidos, los represores y los pederastas, y tomar muy pero muy en cuenta, con la misma seriedad y vehemencia con que fueron pronunciadas la noche del jueves en Casa Lamm, las palabras de John Berger, en el sentido de renovar, fortalecer y colocar hasta arriba de la agenda del pueblo el respaldo de todas las luchas a la resistencia de las comunidades indígenas de Chiapas.

Hoy, hace exactamente 10 años, el Ejército, bajo el mando local del general Renán Castillo, con la anuencia del gobernador Julio César Ruiz Ferro, del secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet Chemor, y del presidente Ernesto Zedillo, auspició la matanza de Acteal, mediante bandas de paramilitares, al cabo de una campaña de hostigamiento y terror que había ido intensificando a lo largo de 1997, para obtener un pretexto horroroso que justificara la plena ocupación militar de los Altos.

Acteal fue posible porque la sociedad mexicana no fue capaz de castigar como era debido a Gustavo Díaz Ordaz y a Luis Echeverría por las matanzas de Tlatelolco y de San Cosme. Y si ahora tampoco logramos que Zedillo pague lo que debe por este crimen de lesa humanidad, el día de mañana, antes quizá de lo que suponemos, otros volverán a cometerlo, seguros de que el manto de la impunidad habrá de cobijarlos. A tal efecto, antes de entrar en la pausa de fin de año, esta columna desea compartir con sus lectores el fragmento relativo a la matanza de Acteal que se puede leer íntegro en el capítulo 12 de mi novela Adiós cara de trapo… (consulte www.adioscaradetrapo.blogspot.com)

“…cierro, abro los párpados: la televisión transmite un extenso reportaje sobre los zapatistas que se han refugiado en las montañas: la pantalla magnifica la cara sucia y el esqueleto de un niño que tiembla semidesnudo en la lluvia: su familia ha perdido la casa, la tierra, los animales, la cosecha de café: el periodista que dirige la filmación (Ricardo Rocha) habla a la cámara para mostrarse igualmente empapado, pero se suelta a llorar: cierro, abro los párpados: hay cinco mil personas en el Zócalo, el programa de Rocha ha surtido efecto: la izquierda parlamentaria tacha de irresponsable a Zedillo: cierro, abro los párpados: Rocha está fuera del aire, su programa, suspendido: cierro, abro los párpados: Octavio Paz comparece moribundo en el último jardín de su vida pública, y se despide mintiendo: esperan a México días con sol, vaticina: uno de los poetas mayores de Chiapas lo desengaña: esperan a México días sangrientos, advierte el maestro Oscar Oliva: cierro, abro los párpados: en el hormiguero humano que los refugiados zapatistas han excavado en la barranca de Polhó, alguien escucha los primeros tiros: el teléfono suena en la oficina del padre Gonzalo Ituarte, vicario del obispo de San Cristóbal: llevan más de dos horas disparando, le dice alguien: no se puede pasar: la policía está bloqueando el camino: cierro, abro los párpados: el teléfono suena en el despacho del gobernador: es el padre Ituarte, le informan: que no estoy, contesta Julio César Ruiz Ferro: que hay una matanza en los Altos, le avisan: que estoy de gira, cuando regrese me comunico personalmente: cierro, abro los párpados: al frente de una escuela primaria pintada de café y de crema por el gobierno de Chiapas, 300 soldados con uniformes de la policía estatal, armados con fusiles R-15, cortan el paso a todos los que se preguntan qué guerra estalló y por qué sigue: “decenas de cadáveres”, titula La Jornada: Hermann Bellinghausen describe la posición de los cuerpos: acribillados a plomo, rematados a machetazos: el forense y la Cruz Roja confirman: en la morgue de Tuxtla hay varias embarazadas a quienes les rajaron el vientre para sacarles el muchacho: cierro, abro los párpados: el Ejército federal ocupa con cinco mil hombres las montañas de Chenalhó: cierro, abro los párpados, los mantengo abiertos: millones de moscas tapizan los ataúdes que guardan los despojos de los Mártires de Acteal: millones de moscas acuden a las honras fúnebres de Las Abejas: millones de moscas: Hermann Bellinghausen las cuenta una por una de un plumazo y las fija para siempre en la crónica más alta de su vida: Zedillo condena “enérgicamente” los hechos en que “indígenas perdieron la vida por conflictos intrafamiliares”: cierro, abro los párpados: huele a ramilletes de juncia, a cera agria, a adrenalina, a bosque: escucho cientos de voces que lloriquean: ¡detenlos florido padre san Antonio!, ¡detenlos florido padre san Manuel!, que no disparen su rifle, que no disparen su cañón, que no los traigan sus pasos de esos tus hijos, que no los traigan los pasos de esas tus hijas: detenlos sagrada ruta, sagrado padre: cierro, abro los párpados: que no vengan de Pechiquil, que no vengan de Los Chorros: que vengan y nos perdonen porque estamos arrodillados ante Dios: que nos perdonen porque estamos intercediendo por ellos, florido padre san Antonio, florido padre san Manuel, sagrada gruta, sagrado Espíritu: cierro, abro los párpados: llueven duros chisguetes de bala: hincados al pie de una cruz, tiritando en la neblina, los primeros cuerpos se doblan acribillados por la espalda: cierro, abro los párpados: los fierros truenan y truenan sobre decenas de inocentes que huyen y gritan sorteando a ciegas los alambres instantáneos que perforan el aire, las hojitas de las plantas, las camisas, mis pantalones, mis naguas, mis piernas, mis brazos, mi sangre: cierro, abro los párpados: mi sangre: un hombre ordena a su esposa: Mujer, levántate, mujer, levántate: los heridos reptan entre las hierbas, los francotiradores se divierten, practican la puntería, apuestan, rematan a aquel infeliz, el viejillo ése, el del morral que se desliza sangrando como una iguana: cierro, abro los párpados: tengo frío, tiemblo, nosotros estamos muertos…”

 
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