¡Vaya añito!
La tradición nos conduce a que, en estos días, cualquier encuentro con amigos se traduzca en un ¡feliz año nuevo! que, dadas las circunstancias, resulta un deseo elemental, ya que el año transcurrido no puede haber sido, en términos generales, peor.
Una lista de las razones por las que deberemos abominar del recuerdo de 2007, me temo que sería interminable. Porque habría que invocar el tema de la inseguridad, que hoy parece reinar en la tierra; el de la pobreza, en el que México se desenvuelve con especial maestría… para provocarla; el de la corrupción, de niveles infinitos y de modalidades espectaculares no exclusivas de México: ahí está la noticia permanente de que, en España, la especulación inmobiliaria ha conducido a extremos antes inconcebibles que comprometen sustancialmente a funcionarios municipales seguidores del Partido Popular de Aznar y Rajoy; la emigración por hambre, que merece tantos titulares y modalidades diversas y que tiene expresiones tan variables como el paso de la frontera norte hacia Estados Unidos, sin olvidar el de nuestra frontera sur por emigrantes centroamericanos o las famosas pateras que navegan contra todas las corrientes tratando de llegar a las playas españolas con un conjunto de aventurados y audaces migrantes africanos que se juegan la vida –y generalmente la pierden– en la aventura.
Si descendemos hacia los problemas económicos, nuestro país puede poner modelos casi insuperables. Se agruparían en los temas permanentes del desempleo, que suele ser vinculado a la razón fundamental de que el monto de los salarios hace que sea más productiva la economía informal que la sujeción a horarios y jornadas que obligan a traslados infinitos y a subordinaciones muchas veces intolerables. Hoy le podremos agregar el nuevo intento de reformar la Ley Federal del Trabajo que ha sido anunciado por la STPS y que parecería mantener una política de continuidad con el proyecto Abascal, que fracasó antes, y que ahora, con nuevos protagonistas, también deberá fracasar.
El mundo internacional no aporta mayores esperanzas. Al parecer nuestro gobierno ha tratado de restablecer con éxito la vieja relación ejemplar con Cuba que el presidente Fox mandó a volar con su famoso “comes y te vas”. La presencia en La Habana como embajador de México de Gabriel Jiménez Remus, un panista de tradición pero hombre inteligente y sensible, nos da esperanzas de que esa relación se restablezca y en la misma medida, se componga la que pasa también por tiempos difíciles con Venezuela. Las perspectivas de cambio en Estados Unidos son interesantes, pero en ese terreno lo importante será que el imperialismo bélico de los estadunidenses sea repudiado por su propio pueblo, ya que de otro modo seguirá la cadena interminable de provocaciones para generar estados de guerra: Irak, Afganistán, tal vez Irán y el conflicto permanente entre Israel y Palestina. Por lo menos.
Un tema hoy de moda es el de los efectos sobre nuestra agricultura de la actualización de las reglas del TLCAN, que concluido el plazo de 10 años, prevén la importación desmedida, a precios incompatibles con nuestra capacidad de competencia, de productos indispensables para el consumo nacional. Me pregunto si no se advierte que la razón fundamental del riesgo no se encuentra en el vencimiento del plazo sino en el hecho de que se consiguió dicho plazo de particular amplitud para la mejoría de nuestra producción y que se nos pasó el tiempo y no aprovechamos la oportunidad. ¿De quien es la culpa? No resultaría difícil averiguarlo, pero evidentemente no es el hecho imputable al TLCAN sino a las políticas económicas que no supieron aprovechar el plazo conseguido.
Descender a los chismes de la política nacional, tan poco sustentada en ideologías y sí en intereses, no parece que pueda conducir a nada.
¡Año nuevo, vida nueva!. Esa parece ser la única alternativa.