La inmovilidad sólo debe usarse para la reflexión, señalan
Impulsa Teatro que Danza al actor como centro del proceso escénico
En el Estudio Teatro que Danza, que dirigen Harif Ovalle y Gabriela Pérez, el actor es la posibilidad del proceso escénico. Fundado en 2003, el espacio se ha consolidado como una referencia técnico-ética comprometida con el arte contemporáneo, con los principios de constancia, coherencia, responsabilidad, reflexión, disciplina y respeto, con el propósito de impulsar la autonomía del creador escénico.
El director de Teatro que Danza explicó: “en el proyecto participamos actores-bailarines, que le apostamos a un trabajo, a una concepción de actor sin hacer diferencias con un bailarín, porque cada vez son menos las fronteras entre las disciplinas artísticas. Siempre he pensado que el entrenamiento es la posibilidad de mantener un buen desempeño artístico; por un lado, se mantiene el instrumento de trabajo que es el cuerpo, y por el otro, ayuda a reflexionar sobre el propio quehacer en el teatro.
“En Teatro que Danza creemos en el actor que es capaz de articular toda una serie de justificaciones a nivel de sentido, de motivaciones, pero también de estructurar formalmente al nivel de un bailarín y articular un lenguaje del cuerpo acorde al pensamiento contemporáneo del arte.”
De acuerdo con Ovalle, al desarrollar la idea de actor-bailarín llega un momento en que el artista se convierte en un líder creativo, que guía la dinámica teatral, la producción y la organización. Pero sin tratar de negar la función del director de escena, aunque el actor-bailarín también es un creador capaz de articular las propias dimensiones estética y ética de su trabajo.
“Teatro que Danza es un espacio que genera empleos para actores, bailarines, maestros y personal administrativo. En el estudio, la concepción de actor y bailarín ya no se define, sino que se fusionan para ser un artista interdisciplinario.”
Al referirse al método de enseñanza, Ovalle explicó: “tratamos de que el intercambio y la confrontación en el sentido de diálogo sea como el motor de Teatro que Danza, espacio en el cual puedan asistir y encontrarse los creadores escénicos.
“Trabajamos –agregó el actor-bailarín– técnicas posmodernas de movimiento que han surgido en el mundo de la danza y las hemos integrado al quehacer del actor, y sobre esas líneas, nos desenvolvemos.
“Nosotros le tenemos miedo a la inmovilidad, porque sólo debe usarse para la reflexión y dar el siguiente paso. Teatro que Danza es movimiento, es avanzar, moverse hacia otros lados, y sobre todo, tenemos una guía en nuestro camino, que es el trabajo independiente.”
Para Ovalle ser un grupo independiente les brinda la posibilidad de trabajar en libertad y desarrollar todos sus sueños e ideales. “No estamos sometidos a ninguna estética ni tenemos que inscribirnos en ninguna responsabilidad en el sentido de quedar bien con alguien; esto nos da la posibilidad de desarrollar nuestros proyectos como queremos hacerlos”.
A decir del artista escénico, el movimiento independiente refleja que el arte respira y vive, ya que existen algunos mecanismos oficiales que suelen limitar el quehacer creativo.
Entre algunos de los espectáculos de Estudio Teatro que Danza, en el que han participado Adriana Ríos, Juan Pablo Villa y Felipe Flores, destacan: Diques al mar, La revolución 1924, El miedo insuperable e Intervalo (o un pan, dos quesos y un salchichón).
A nivel temático –señaló Ovalle– el trabajo ha girado en torno a cómo viven las nuevas generaciones, al individualismo, la soledad, a las relaciones humanas; cómo percibimos esa actitud apolítica. “Nos interesa mucho reflexionar en cómo vivimos esos temas”.