Con una mano los vejaba y con la otra los absolvía
Desde 1948 hasta entrada la década de los setentas Marcial Maciel abusó sexualmente de niños de entre 12 y 17 años de que le fueron entregados en custodia “para dedicarlos al Señor” por familias confiadas en la orden de los Legionarios de Cristo, según testimonios verificados por La Jornada.
Con el paso de los años llegaron a sumar más de 30 las acusaciones de reconocidos sacerdotes, empresarios y académicos que, ya adultos, se atrevieron a relatar lo que habían vivido dentro de la congregación.
Los testimonios son de ex legionarios graduados con doctorados, como José Barba Martín y Arturo Jurado Guzmán; un abogado, José Antonio Pérez Olvera; un ex rector de la Universidad Anáhuac –fundada por Maciel–, quien denunció la situación antes de fallecer en febrero de 1995: Juan Manuel Fernández Amenábar; un ranchero retirado a la vida privada, Alejandro Espinosa Alcalá; Juan Vaca, presidente de los Legionarios en Estados Unidos de 1971 a 1976; un maestro de una escuela católica, Saúl Barrales Arellano, y un ingeniero, Fernando Pérez Olvera.
Aquí sólo algunos de los fragmentos publicados por este diario y retomados por varios libros sobre el tema.
“A mí me planteó (Maciel) que tenía los dolores esos que supuestamente le provocaban una involuntaria retención del esperma. Luego que necesitaba un masaje. Éste comenzaba en la parte baja del abdomen, después bajaba la mano hasta que me llevaba a tocarle el pene y hacerle directamente una masturbación”, relata Alejandro Espinosa.
Según los testimonio, Maciel utilizaba un patrón de conducta similar con los niños o adolescentes internos. Cuentan que los elegía bonitos; que los mandaba llamar a su habitación para pedirles que le dieran un masaje y que al conseguir que le masturbaran sencillamente se justificaba diciendo que tenía “dispensa papal” porque estaba sumamente enfermo. “Lo que has hecho es un acto de caridad”, era la frase que utilizaba con algunos para terminar el siniestro ritual.
“Se había fijado en mí para compartir su cruz. Cuando me llamó a dirección espiritual aquel 23 de marzo en Ontaneda, tan lejos de mi familia, dejó los preámbulos y comenzó la sesión de caricias, besuqueos y tocamientos que lo llevaron a la falsa conclusión de que estaba enlistado en su mismo bando homosexual”, según Arturo Jurado.
“El reverendo padre Maciel me bajó los pantalones, los calzoncillos y empezó a manipularme como si fuera un experto en esos menesteres [...] Cuando ya estaba eyaculando, sacó un frasquito para que lo llenara de semen. Una vez que concluyó, me preguntó sí iría a comulgar”, según el relato del abogado Pérez Olvera.
“Estaba otra persona dentro de la enfermería y (Maciel) me empezó a hablar de sus problemas; que tenía permiso del papa Pío XII para que religiosas le dieran masaje en sus partes viriles por un problema de interferencia entre las vías seminales y la vía de la orina. Me pidió si yo podía darle masaje. Cuando entré había otra persona. Y cuando comenzó esto, me llamó la atención que esta persona no se fuera. Entonces tomó mi mano, que estaba muy tensa, y la llevó hacia sí. Me di cuenta de que tenía su miembro excitado y eso me puso más nervioso (...) Traté de rechazar firmemente lo que quería hacer. Él insistió, insistió y yo no pude vencerlo. Yo era un muchacho de poca edad y él tenía ya 34 o 35 años. La persona que estaba ahí no me ayudó y eso siempre lo he resentido”, dice José Barba.
En los testimonios aparecen “desde masturbaciones hasta violaciones”. “A algunas de sus víctimas después los mandaba a misa a comulgar”. Con una mano los masturbaba y con la otra les daba la absolución.
José Barba Martín, quien abandonó la orden a los 25 años, luego de sufrir varios abusos sexuales de Maciel, asegura que la pederastia está extendida en toda la orden, mientras Juan José Vaca afirma que los abusos sexuales entre los legionarios son comunes: “No ha sido solamente Maciel el criminal que cometió esos delitos, sino que según los datos que vamos teniendo ya se puede hablar de una corrupción de la institución como tal. Ya hay víctimas nuevas, de segunda y tercera generaciones”.