La celebración en esa localidad veracruzana tiene dos siglos
Miles de fieles honran a la Virgen de la Candelaria en Tlacotalpan
Ampliar la imagen Paseo de la Virgen de la Candelaria en el río Papaloapan, dentro de las fiestas correspondientes. Carmona Foto: Miguel
Tlacotalpan, Ver., 2 de febrero. Como desde hace casi dos siglos, la Virgen de la Candelaria fue honrada por miles de feligreses que la acompañaron en una peregrinación por las calles del poblado y sobre el río Papaloapan para bendecir la pesca y las cosechas agrícolas de este año. Los lugareños y peregrinos coinciden: “Hoy la Patrona baja al pueblo a pasear en el río”.
En Tlacotalpan, ciudad tendida en las márgenes del río de las Mariposas, es día de abrir las puertas del par en par, colocar flores en los pórticos y manteles deshilados sobre las mesas para que la virgen “se asome a su paso”. Las mecedoras y las redes reposan solitarias. No es día de descansar ni trabajar, pues la decisión colectiva es acompañar a la Señora de las Candelas, que una vez al año baja de su pedestal para visitar a sus fieles.
Desde la madrugada, decenas de familias, acompañadas de mariachis, jaraneros y arpistas saturaron el templo principal para despertar a la patrona con las mañanitas, cuyo altar fue atiborrado de flores y velas. La noche anterior la imagen fue acicalada. El rostro y manos de la escultura, traída hace dos siglos por monjes españoles, son limpiados con aceite de rosas, su largo cabello es arreglado con un peine de plata y se cambian las vestiduras por nuevos lienzos en rico organdí.
Al mediodía, antes de la misa solemne para la bendición de las candelas, la Virgen recorre, como es tradición, el templo y se le coloca en el pórtico para saludar a los feligreses, quienes responden con aplausos y elevando sus velas.
Al concluir la ceremonia religiosa, la imagen abandona el santuario –cargada por jóvenes vestidos de jarochos– para recorrer las calles y plazuelas. Mas tarde, en una enorme piragua, la Virgen recorre durante un par de horas el río Papaloapan seguida de por lo menos un centenar de pequeñas lanchas con peregrinos, arreglos florales y grupos de jaraneros. Desde el malecón, el resto de feligreses aplaude y arroja flores.
El fervor popular interpreta como insustituible el recorrido de la efigie sobre el río de las Mariposas pues para asegurar buena cosecha. La suspensión del ritual es sinónimo de pronósticos funestos.
En 2005 “el mal tiempo no dejó que la virgencita subiera a la lancha y nos bendijera, y miren lo que pasó: vino el huracán Stan y todo acabó, nos inundamos”, relata Herminia Utrera, de 76 años de edad.