Ciudad Perdida
Acarreo panista de tianguistas
La mentira de Germán Martínez
El PRD, ¿unido?
Algo más que el posible desvío de fondos de la delegación Benito Juárez para el acto en el que la señora Mariana Gómez del Campo, parte de la familia en el poder, rendiría un informe a las huestes azules por su primer año al frente del PAN del DF, se cocinó en aquel evento.
Días antes del acto, entre los miembros de la Asociación de Tianguis, Ferias y Romerías –asociación civil, hasta donde se nos ha dicho– se corrió el rumor de que el jefe de Gobierno de esta ciudad, Marcelo Ebrard, no sólo terminaría con el comercio ambulante en el centro del DF, sino que ahora iría en contra de los tianguistas.
El rumor se apoyó, desde luego, en el combate que el gobierno capitalino lanzó en contra del ambulantaje, y también se hacía referencia a las expropiaciones en Tepito y en el predio de Iztapalapa conocido como La Ford, donde se vendían, según los informes de la policía, autopartes de procedencia no muy clara. En todos los casos, se dijo, los más afectados fueron los comerciantes.
Con ese argumento, José Sánchez Juárez, líder de la asociación civil mencionada, convenció a algunos comerciantes para que dieran su apoyo al panismo, según nos cuentan, y ese respaldo, prometía Sánchez, se convertiría en el blindaje que necesitan los tianguistas para seguir en su negocio, sin ser molestados por el gobierno de la ciudad.
Pero no sólo a los convencidos se les pidió ir a la Alberca Olímpica Francisco Márquez, donde se celebró el acto, también a los que no creían en los argumentos del líder se les obligó a asistir. Los hombres de Sánchez estuvieron muy temprano en las afueras del lugar de la cita para pasar lista a los comerciantes.
Y luego de presenciar algunos juegos de alberca, que fueron el preámbulo del acto, molestos con el líder, pero indignados con el panismo, fueron obligados a cantar el himno de Acción Nacional que, entre otras cosas, desconocían, aunque ya habían recibido impresa la letra del cántico para seguirlo en cuanto se los ordenaran.
De cualquier forma, nada enervó tanto a los comerciantes como la agresión que en forma de discurso pronunció el líder del panismo nacional, electo democráticamente por Felipe Calderón, Germán Martínez, hombre graduado con altos honores en la cultura del engaño y el odio.
Martínez se lanzó con todo y sin argumentos para golpear al gobierno de Marcelo Ebrard, echó mano de la mentira para arengar a quienes por vocación o acarreados, como los comerciantes, asistieron al lugar, Dijo, entre otras cosas, que en la ciudad de México se cometían más crímenes que en Ciudad Juárez, por ejemplo.
Mal escogido el momento y el ejemplo, porque unos días después, quienes se dedican al recuento de las atrocidades de la violencia, establecieron que en el primer mes de este año, el crimen organizado cobró 339 víctimas en el país, cifra que es mayor a los casi 200 que se contabilizaron el mismo mes del año pasado; pero lo más destacado es que el estado de Chihuahua estuvo en el primer lugar, con 53 asesinatos, de los que 43 se cometieron en Ciudad Juárez. Nada comparado con el Distrito Federal.
Desde todos los ámbitos, pero siempre montados en la falacia, los lideres de la derecha panista tratan, mañosamente, de atacar al gobierno de Marcelo Ebrard, sin mirar el desastre político y económico que causa a la gente de este país el sistema neoliberal de la alianza PRI-PAN en el poder. Lo malo para ellos es que mucha gente ya entendió y otros poco a poco se convencen del daño que inflingen al país, y ya no los soportan. Así van las cosas.
De Pasadita
Debajo de los constantes discursos de unidad que proclaman las partes en conflicto por hacerse de las presidencias del PRD, tanto en el país como en el DF, es claro que ese partido necesita, urgentemente, una renovación. Nadie, en sano juicio, puede aceptar que concepciones tan disímbolas sobre las tareas de la izquierda en este momento de México puedan caminar en unidad, y tan nadie se traga la finta, que la credibilidad del partido, muy baja por cierto, sigue en picada. Total, dicen por ahí, y dicen bien: al toro, señores, por los cuernos, nada más.