Aprender a morir
La medicina como rehén
A falta de reflexión seria y oportuna sobre la Ley de Voluntad Anticipada, aprobada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el 4 de diciembre de 2007 y publicada en la Gaceta Oficial del DF el 7 de enero pasado, pero con el reglamento respectivo y el machote del documento aún en proceso de elaboración, este espacio recogerá opiniones de especialistas acerca de la puntillosa normativa.
A la fecha, el mutismo sobre el tema ha caracterizado a las instituciones de salud públicas y privadas, universidades, organizaciones religiosas y medios, así como a empresas dedicadas a la enseñanza y difusión de la tanatología. Los temas seudoespinosos como la muerte digna, siguen reflejando nuestra idiosincrasia... decimonónica. El pueblo, que arree.
“El culto universal a la fertilidad contribuye no sólo a una visión estrecha de género sino a que sobre el tema de la muerte los individuos mantengan una ingenuidad rampante. Todo mundo, incluidos los médicos, entendemos mal la muerte y el morir. No hay formación de la profesión médica con respecto al proceso de morir ni de la muerte como condición inevitable de la naturaleza. Sin embargo, la medicina paliativa enseña que la muerte es la terminación de un ciclo no sólo conveniente sino deseable.”
Habla el doctor Othón Gayosso Cruz, médico anestesiólogo, jefe de servicio de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Adolfo López Mateos, catedrático de pregrado medicina general 1 y profesor titular de progrado medicina del enfermo en estado crítico, ambos en la UNAM, quien añade:
“Negar la muerte sirve a propósitos mercantiles y mercadotécnicos que a su vez aprovechan una enorme infraestructura para ‘combatirla’. Por ello la medicina privada privilegia la medicina curativa sobre la medicina paliativa, inexistente por lo demás en el país no obstante las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Sobran dedos de una mano para enumerar servicios de medicina paliativa en México.
“La profesión médica se ha convertido en rehén de la industria farmacéutica a escala mundial. Ahora, la salud es fundamentalmente responsabilidad del individuo, no de la medicina, pero la industria farmacéutica lo convence de que la salud se compra, pues resulta mejor negocio que prevenirla. Este rechazo de y especulación con la muerte refleja la gran descomposición social y ética del planeta.
“Ante este panorama deshumanizado se vuelve crucial la autodeterminación de la persona, no de su familia o parientes y menos del Estado o de la Iglesia. Y es que en nombre de la medicina se destruye su espíritu, que antes que aliviar y curar se empeña en tener razón. Cuando tu mascota ya no tiene posibilidad de calidad de vida, la sacrificas por amor. Es la misma lógica a aplicar con el humano que pretendo amar si eso desea. Me conmueve que sufras y estoy aquí para intentar disminuir o impedir ese sufrimiento. Eso es la medicina, no alcahuetear dolencias e instituciones.”