Bibliotecas personales
Los padres de familia intuyen su importancia en la vida de los pequeños
“Regalar libros a los niños deja la esperanza de sembrar lectores”
“Mi hija tuvo su primer ejemplar al mes de nacida”, señala orgullosa mamá
La literatura infantil ganó una batalla con el programa Libros del Rincón
No existe el dato exacto que indique cuántos niños en México cuentan con un librero propio, pero una breve encuesta realizada por La Jornada en algunos jardines de niños de la ciudad de México revela que se trata de una costumbre familiar de fomento a la lectura que hasta hace algunos años no era tan popular.
“Yo no tuve un librero propio, pero mis hijos sí, tienen sus libros a la mano, en su espacio, cerca de su cama, procuro comprarles un libro cada vez que puedo. Les encanta leer”, fue la respuesta de la mayoría de las madres de familia entrevistadas a las afueras de algunos planteles escolares, tanto públicos como particulares, ubicados lo mismo en el sur que en el norte del valle de México.
Los libros se ofrecen a pequeños no sólo como un juguete más, sino como un compañero, fuente de fantasía y, sobre todo, con la esperanza de estar sembrando en ellos la semilla de la lectura.
“Cuando yo era niña me gustaba ir a casa de mi prima, quien era la que tenía libros; como no contaba con un librero propio los guardaba en un bolso grande, eran nuestro tesoro. Mi primer libro me lo dieron hasta que aprendí a leer, no antes, fue uno de Hans Christian Andersen, el único cuento infantil que hubo en mi casa durante mucho tiempo, luego llegó la enciclopedia Colibrí, que editó Mariana Yamposki. Fue lo único, no se compara en nada con todo lo que ahora tiene mi hija de tres años, quien tuvo su primer libro al mes de nacida”, señala Cecilia Santiago, mamá de Natalia.
Agrega que ella tenía la idea de que los papás deben elegir lo que sus hijos pueden leer, “pero me parece que cada niño tiene sus preferencias. A mi hija le gustan los libros con muchas letras, con mucha historia, aguanta los relatos largos.
“¿Mis libros? No son simples libros, soy muy apegada a ellos, les pongo mi nombre, la fecha en que los adquirí, los subrayo con lápiz, les pongo mis símbolos para diferenciar un concepto de una idea. Son tesoros y espero que también lo lleguen a ser para mi hija.”
Otra de las opiniones recogidas por este diario es la de Diana Blanco, quien asegura que “jamás un libro va a ser sustituido por un texto en Internet, ni modo que los niños estén cargando la laptop por todos lados, buscando una conexión. En cambio, un libro lo echas a la bolsa y en cualquier lado lo lees, sin que pierda su esencia.
“Me gusta mucho Dickens, el Cuento de Navidad me lo puedo leer 20 veces. Y, por ejemplo, los de Harry Potter y El señor de los anillos los tengo en mi librero. Tengo dos hijos, uno en prescolar y otra en bachillerato, ambos tienen su propio librero desde muy pequeños, el primero les llegó cuando eran bebés.”
También las mamás no lectoras intuyen la importancia de la lectura en la vida futura de sus hijos. Sofía Cárdenas, quien es dueña de una bodega en un mercado en Tultitlán, procura que su pequeño Mario tenga “sus libritos”, pues “le gustan mucho. Mientras yo pueda mi hijo va a estudiar, porque alguien sin profesión en este país no es nadie. De por sí está difícil encontrar trabajo y más si no se tiene papeles. Me siento muy orgullosa de que mi Mario, de cinco años, lea, que le guste el estudio. En la casa procuro que tenga el espacio para sus cosas de la escuela y siempre le compro todos los libros que le piden. De niña yo no tuve todo los materiales con los que él cuenta ahora”.
Los libros para niños irrumpieron de forma constante en los hogares a partir de la puesta en marcha del programa Libros del Rincón, creado en 1986. Con altas y bajas, la colección ha conseguido satisfacer la curiosidad innata de los pequeños por la literatura, esfuerzo en el que la colaboración de los padres de familia es vital.