Toros
En la corrida de aniversario los matadores se convirtieron en muleteadores
Empeñosas actuaciones de Flores, José Tomás y Garibay malogradas con la espada
Gran toro de Los Encinos
Otra salida de Cristian Sánchez
Se despidió Efrén Acosta
Ampliar la imagen Humberto Flores salió con la taleguilla destrozada y se salvó de una cornada Foto: Notimex
Sin haber hecho válida la manida frase de que “corrida de expectación, corrida de decepción”, el tercer y último festejo de aniversario –y de temporada– de la Plaza México estuvo lejos del clima de apoteosis alcanzado el lunes 4 por el maestro galo Sebastián Castella, que sin querer queriendo les puso las peras a 25 a los toreros que figuran, nacionales y extranjeros, presentes y ausentes en el serial.
Ante más de media entrada, partieron plaza Humberto Flores, quien a pulso se ganó la insólita inclusión luego de su importante faena del domingo 3 a un toro de San José; el fundadamente cuestionado ayer por Lumbrera Chico, José Tomás, que cortó dos orejas la tarde inaugural y volvió tres meses después, y el pundonoroso Ignacio Garibay, que pechó con el peor lote.
Se lidiaron tres toros de Xajay, bien presentados pero que acabaron soseando o con problemas, a excepción del corrido en quinto lugar, Bailador, y tres de Los Encinos, con los mismos resultados, si bien Cubetero, el segundo de Flores, resultó el mejor de la tarde y debió haberse ido sin las orejas. Pero en descargo de Humberto, y aquí lo hemos repetido hasta el cansancio, los toreros se hacen toreando constantemente, no cortando orejas ocasionalmente.
Al terminar el paseíllo los directivos de la Porra Libre entregaron el premio Manolo Martínez al triunfador de la temporada 2006-2007, Arturo Macías El Cejas, quien con un collarín ortopédico agradeció la distinción y los aplausos.
De ninguna manera se puede decir que Humberto Flores haya devuelto las orejas obtenidas el domingo, pero sí que su escaso fogueo, no obstante los años de alternativa, afloró frente a Cubetero, con edad, muy serio y bien armado, al que recibió con bellas verónicas. Tras el último puyazo de ese maestro del primer tercio que es Efrén Acosta, quien dijo adiós a la profesión por problemas de columna, Humberto quitó con una orticina, una hernanina y frondosa revolera.
Enseguida el banderillero Cristian Sánchez, crecido por los aplausos recibidos en seis ocasiones anteriores, dejó un paresote asomándose al balcón, apoyándose en los palos para salir de la comprometida reunión y corriendo hacia atrás con garbo, honrando la mejor tradición rehiletera de México. Ante la cerrada ovación se desmonteró por séptima vez en la temporada. A ver quién supera eso.
En los derechazos de Flores se vio la embestida codiciosa, clara y emotiva del de Los Encinos, que pedía tandas de más de tres muletazos. Y cuando quiso torear por el izquierdo en el primer natural fue prendido, saliendo con la taleguilla destrozada y salvándose de la cornada. Volvió a la diestra y empañó su labor con dos pinchazos y entera. Su primero fue uno de los sosos de Xajay.
José Tomás vio reflejada en los tendidos la excesiva administración que le han permitido los taurinos de México. Si a ello se añaden las hazañas de Castella del día anterior, bastante hizo al tratar de remontar la cuesta. Pundonoroso y quieto siempre, dejando enganchar los engaños con frecuencia, enfrentó primero a un deslucido Andaluz de Los Encinos, ganadería donde días antes sufrió seria cornada en el escroto al estar tentando. Fue un trasteo afanoso por ambos lados, con desarmes, cogida sin consecuencias y estocada entera trasera. Hubo petición de oreja que acertadamente el juez Gilberto Ruiz Torres desoyó. Tomás salió al tercio a recibir la ovación y cuando pretendió dar la vuelta una fuerte rechifla lo hizo meterse al burladero. Los públicos no saben, pero sienten.
A su segundo, Bailador, de Xajay, muy largo y bien puesto, el de Galapagar lo recibió con acariciantes lances a pies juntos y tras una vara en la que el toro se arrancó de largo, toreó acompasadamente por chicuelinas. Inició su faena con cinco ayudados por alto, estatuarios y ensimismados, rematados con el desdén. Luego vinieron derechazos largos, no siempre limpios, adornos, naturales obligando mucho y cuatro manoletinas con la parsimonia de la casa. Malogró su labor con dos pinchazos y un descabello y su quietismo sin especulaciones no consiguió la vuelta al ruedo pero sí el reconocimiento a su torería… sobreadministrada.
Ignacio Garibay anduvo muy dispuesto toda la tarde. Con su primero se ciñó en chicuelinas y en series por ambos lados siendo ovacionado tras dejar una entera caída, y con el que cerró plaza inició su trasteo con un péndulo escalofriante, batalló con la diestra sin haber sometido la descompuesta embestida y hasta un aviso escuchó.