Se inaugura exposición del escultor en el Museo José Luis Cuevas
Manuel Marín propone un juego visual entre “el deseo, la culpa y la fertilización”
Mostrará cerca de un centenar de obras en lámina plana, doblada y soldada y policromada
Intento proyectar cierto humor ante el asco de sentir que hay insectos en el cuerpo, dice
Ampliar la imagen Esculturas de Manuel Marín, que forman parte de su exposición La señora de las moscas, obras invadidas por insectos, en las cuales el artista hace clara alusión al relato La metamorfosis, del escritor checo Franz Kafka Foto: Carlos Cisneros
Un juego visual entre “el deseo, la culpa y la fertilización” desarrolla el escultor Manuel Marín en La señora de las moscas, exposición de alrededor de un centenar de obras en lámina plana, doblada, soldada y policromada, que hoy será inaugurada a las 19:30 horas en el Museo José Luis Cuevas.
La sección que da nombre a la muestra consiste en figuras antropomórficas, principalmente femeninas, desnudas o semidesnudas, que comparten una característica: están acosadas por insectos, aunque no necesariamente reconocibles. Van desde pequeñas manchas hasta grandes moscas.
De acuerdo con Marín, sus esculturas intentan proyectar un cierto humor dada la posición y las proporciones, que se contraponen con “el asco de sentir que hay insectos sobre el cuerpo”.
Al respecto, es clara la referencia a La metamorfosis, relato de Franz Kafka, cuyo personaje un día amanece convertido en una cucaracha. En el “juego” que establece Marín, sus esculturas son invadidas por dichos animales, porque “cuando uno tiene deseos culposos se siente como si estuviera lleno de insectos. Es el doble juego entre la ironía que te puede causar un deseo que quieres obviamente, pero que te genera culpas”.
Percepciones raras
La exposición, que albergará el recinto de Academia 13, Centro Histórico, está integrada por cinco “capítulos”: la serie ya mencionada, el conjunto El hombre de la esquina, el proyecto Hermafrodita, el sistema Naturaleza plana y la escultura Diana.
Marín ya había hecho una serie de insectos como escultura. La historia de Primavera, libro para niños, sin palabras, gira en torno a unas flores marchitas que cobran vida gracias al color que les inyectan unos insectos. Este volumen acaba de ser seleccionado por Ibby como uno de los 100 mejores libros infantiles en el mundo.
Pero, de dónde surgió el tema de esta muestra. “Cuando creces –explica Marín–, encuentras que todos aquellos deseos y necesidades que te movían a hacer cosas y que a veces te generaban culpas, ahora los ves casi casi con cierta distancia, con cierto humor. Aunque intentas entenderlos, en el fondo sigues teniendo percepciones raras.
“Que tengas, por ejemplo, una cucaracha aquí (señala su antebrazo), por más que digas que se trata de un ser vivo, sientes repulsión. Por otro lado, si piensas que las abejas son las que fertilizan, que posibilitan los ciclos vitales, pues ver una es casi agradecer a la naturaleza que existan. Esto sólo te viene cuando ya has pasado las necesidades más urgentes del deseo.”
En El hombre de la esquina, de esculturas antropomórficas, el cuerpo se ha hecho “rincón”, como “otra forma de reflexionar sobre tus sensaciones y sentimientos”. Naturaleza plana consta de un sistema de bodegones y naturalezas muertas, hechas en metal recortado de tal manera que son “flores y fruteros, donde las frutas están intactas”.
Gestualidad y garabato
Hermafrodita se refiere al mito del ser de dos sexos. Este “proyecto” consta de “25 recortes planos de una misma forma. De un lado podría ser el hombre y del otro la mujer, pero al doblarlos se establece una correlación abstracta entre ambos, en la cual figuran los signos de un círculo y una flecha que representa al hombre y un círculo y una cruz, a la mujer. A veces uno se queda en primer plano, a veces el otro”, explica el entrevistado.
Diana, una escultura bicolor con bisagras, se puede colocar de manera que se ve “azul” o “roja”, en alusión de las dos facetas de la diosa griega.
Manuel Marín compara la “gestualidad” del insecto, cuando vuela o se para, con el garabato: “Un día me salió un insecto como garabato. Eso me dio la sensación que buscaba de tener garabatos en la piel. Es casi la misma sensación que te provocan los tatuajes que, por una parte, te invaden, y por otra, te protegen porque agreden al otro. También es una forma de escribir en tu cuerpo. En este caso los insectos podrían ser como tatuajes naturales”.