Número 139 | Jueves 7 de febrero de 2008
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus
NotieSe
Transexualidad: Que nadie nos robe la felicidad
Foto: Rocío Sánchez
Rocío Sánchez Mario fue custodio en un penal. Diana es ingeniero mecánico electricista. Llevan seis años de relación y su historia podría ser una más si no se miran sus actas de nacimiento. Ambos son transexuales y buscan el reconocimiento de sus derechos ciudadanos con su futuro matrimonio civil y por la Iglesia Católica, luego de haber ganado sendas luchas personales.

“Primero tienes que pasar por un proceso de autoaceptación porque también nosotros crecemos con prejuicios”, narra Diana, quien aún convalece de su más reciente cirugía. “Cuando yo empecé no había Internet ni gran cosa para investigar. Me pasaba horas en la biblioteca. La información más común era la de periódicos amarillistas que hablaban de asesinatos. Era una especie de destino así, muy encausado por la sociedad para las personas trans.

“Yo no sabía cómo iba a reaccionar mi familia cuando se lo dijera y me preparé con un ahorro para que, en caso de que alguno reaccionara de forma negativa, me pudiera salir de mi casa. Ya con la información hablé con ellos y afortunadamente me apoyaron. Tenía como 35 años cuando inicié mi proceso de reasignación sexual.

“Pensé que en mi trabajo, tan masculinizado, me iban a correr. Le comenté a mi jefe que iba a renunciar y me preguntó el porqué, fue como una oportunidad para ver cómo reaccionaba la gente fuera de mi familia y mis amigos. Primero casi se cae de espaldas, pero me dijo que admiraba mi franqueza y que íbamos a ver cómo le hacíamos, la condición era que yo le informara a todos los del área de trabajo de mi situación. Al final un 25 por ciento de la gente me retiró el saludo completamente; otros me apoyaron mucho.

“Todo es experiencia, si te toca enfrentar situaciones adversas y las pasas, ya maduraste, pero un camino más allanado habría sido mejor”. Mario tiene 55 años y la mayor parte de su vida la recorrió sin entender qué le sucedía. “Desde los 2 o 3 años me percibía como niño. Yo creía que iba a crecer y me iba a hacer un joven, pero cuando me vino la pubertad y vi que no me convertí en joven sino en señorita, dije ‘¡en la torre!’. Me empecé a cuestionar y me entró mucha tristeza, confusión, angustia y desesperación. Luego pensé que tal vez cuando fuera creciendo ahora sí me iba a convertir en un señor, pero cuál, nada. Así llegué hasta los 40 años. Toda esa parte la viví un poco aislado, muy triste.

“Ya en los años noventa pensé que ya era tiempo de que hubiera más información. Tomé el directorio telefónico, buscando donde decía ‘sexología’, hasta que llegué a Imesex. Ya tenía 48 años. Empecé con las hormonas y se me alteró la circulación, el ácido úrico, pero dije ‘yo me la juego; no quiero morirme con este cuerpo de mujer’.

“En septiembre me salí de trabajar. Apenas ahora estoy disfrutando a plenitud aunque todavía faltan mis documentos; yo sigo siendo mujer en el papelito. Ojalá que ya se apruebe la ley porque yo, aunque sea viejito, ya no quiero seguir dando explicaciones a nadie. Espero que cuando me muera pongan en mi lápida Mario, no me vayan a poner María”.

Para Diana, su futuro matrimonio es “una forma de pedir a la sociedad nuestros derechos. De todas formas somos un hombre y una mujer: social y políticamente hablando no hay problema en casarnos”.

Mario completa: “Ya sufrí mucho, a estas alturas no voy a permitir que nadie me falte al respeto, que nadie me robe la felicidad. Si la iglesia no me quiere casar pues que no me case. Sí me quiero casar por el civil porque quiero meter a Diana al ISSSTE, le quiero dejar mi seguro de vida y una pensión si estiro la pata antes que ella.