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Foto: Rocío Sánchez |
Rocío Sánchez Mario fue custodio en un penal.
Diana es ingeniero mecánico electricista.
Llevan seis años de relación y su historia
podría ser una más si no se miran sus actas
de nacimiento. Ambos son transexuales y
buscan el reconocimiento de sus derechos
ciudadanos con su futuro matrimonio civil y
por la Iglesia Católica, luego de haber ganado
sendas luchas personales.
“Primero tienes que pasar por un proceso de
autoaceptación porque también nosotros crecemos
con prejuicios”, narra Diana, quien aún
convalece de su más reciente cirugía. “Cuando
yo empecé no había Internet ni gran cosa para
investigar. Me pasaba horas en la biblioteca. La
información más común era la de periódicos
amarillistas que hablaban de asesinatos. Era
una especie de destino así, muy encausado
por la sociedad para las personas trans.
“Yo no sabía cómo iba a reaccionar mi familia
cuando se lo dijera y me preparé con un ahorro
para que, en caso de que alguno reaccionara de
forma negativa, me pudiera salir de mi casa. Ya
con la información hablé con ellos y afortunadamente
me apoyaron. Tenía como 35 años cuando
inicié mi proceso de reasignación sexual.
“Pensé que en mi trabajo, tan masculinizado,
me iban a correr. Le comenté a mi jefe que
iba a renunciar y me preguntó el porqué, fue
como una oportunidad para ver cómo reaccionaba
la gente fuera de mi familia y mis amigos.
Primero casi se cae de espaldas, pero me
dijo que admiraba mi franqueza y que íbamos
a ver cómo le hacíamos, la condición era que
yo le informara a todos los del área de trabajo de mi situación. Al final un 25 por ciento de
la gente me retiró el saludo completamente;
otros me apoyaron mucho.
“Todo es experiencia, si te toca enfrentar situaciones
adversas y las pasas, ya maduraste, pero
un camino más allanado habría sido mejor”.
Mario tiene 55 años y la mayor parte de su
vida la recorrió sin entender qué le sucedía.
“Desde los 2 o 3 años me percibía como niño.
Yo creía que iba a crecer y me iba a hacer un
joven, pero cuando me vino la pubertad y vi
que no me convertí en joven sino en señorita,
dije ‘¡en la torre!’. Me empecé a cuestionar y
me entró mucha tristeza, confusión, angustia y
desesperación. Luego pensé que tal vez cuando
fuera creciendo ahora sí me iba a convertir
en un señor, pero cuál, nada. Así llegué hasta
los 40 años. Toda esa parte la viví un poco
aislado, muy triste.
“Ya en los años noventa pensé que ya era
tiempo de que hubiera más información. Tomé
el directorio telefónico, buscando donde decía
‘sexología’, hasta que llegué a Imesex. Ya tenía
48 años. Empecé con las hormonas y se me
alteró la circulación, el ácido úrico, pero dije
‘yo me la juego; no quiero morirme con este
cuerpo de mujer’.
“En septiembre me salí de trabajar. Apenas
ahora estoy disfrutando a plenitud aunque
todavía faltan mis documentos; yo sigo siendo
mujer en el papelito. Ojalá que ya se apruebe
la ley porque yo, aunque sea viejito, ya no
quiero seguir dando explicaciones a nadie.
Espero que cuando me muera pongan en mi
lápida Mario, no me vayan a poner María”.
Para Diana, su futuro matrimonio es “una
forma de pedir a la sociedad nuestros derechos.
De todas formas somos un hombre y una
mujer: social y políticamente hablando no hay
problema en casarnos”.
Mario completa: “Ya sufrí mucho, a estas alturas
no voy a permitir que nadie me falte al respeto,
que nadie me robe la felicidad. Si la iglesia
no me quiere casar pues que no me case. Sí me
quiero casar por el civil porque quiero meter a
Diana al ISSSTE, le quiero dejar mi seguro de vida
y una pensión si estiro la pata antes que ella. |