Con falsas pruebas habían sido acusados de asalto
Con huellas de tortura, liberan a zapatistas presos ilegalmente
Playas de Catazajá, Chis. 8 de febrero. Eran las tres de la mañana del viernes cuando Eliseo Silvano padre salió del penal de Playas de Catazajá, aunque no por su propio pie. Los policías y custodios lo cargaron de su celda a la puerta del inmueble (vaya inmueble: una cárcel) a las alambradas del estacionamiento, donde lo recibieron su hijo Eliseo (liberado cuatro horas antes) y otro indígena. Sosteniéndolo por los hombros, lo condujeron al vehículo que lo habría de trasladar a su casa en Betel Yochip’, a unos 50 kilómetros de aquí.
Está agotado, enfermo, casi aturdido de dolor. Quizá sedado, pero con un intenso dolor interno a flor de piel. El cabello revuelto, la camisa abierta, malcalza chanclas de hule como de mujer. En el dedo medio del pie derecho, la llaga de un balazo. El rostro hinchado. Una oreja lacerada y quemada. Sus acompañantes le alzan la camisa por detrás y le bajan ligeramente el pantalón para revisar la enorme quemadura en carne viva que le baja del coxis al surco de las nalgas. Aunque es de noche, casi madrugada, entre la oscura y espesa cabellera de Eliseo padre se distinguen las heridas que sus captores le causaron en la cabeza con cachas de pistola el pasado viernes.
Castigado, humillado, torturado, herido por dentro y por fuera, don Eliseo alcanza al fin el asiento delantero de la camioneta y no resulta fácil sentarlo por la quemadura, pero descansa al fin. Una pequeña comitiva está con él. Su mujer, una tzeltal hermosa y distinguida, falda con listones y huipil floreado abierto casi hasta los hombros, como es estilo en estos pueblos. Su jovencísima nuera y su nieta de dos años. Las tres han permanecido en las oficinas del penal desde la primera hora del jueves. Para su tierna edad, la vivaz niña se ha portado muy bien. Y eso que casi todo el tiempo ha estado con sus familiares literalmente en la banqueta, pues ni adentro ni afuera de la sala de audiencias hay dónde sentarse.
Eliseo lleva una semana así, sin atención médica. Por mero trámite pasó unas horas en un hospital del gobierno en Palenque (donde ningún médico lo atendió), luego de las sesiones de tortura a que lo sometieron al menos una decena de agentes de la Policía Estatal de Caminos, aunque sólo tres están identificados: han sido los únicos testigos de la parte acusadora, además de un fantasmal chofer de ADO que reconoció a los Eliseos como “sus asaltantes” el 31 de enero.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas apuntaba ayer en su informe al respecto: “No concuerda que el chofer tuvo que seguir su ruta el mismo 31 de enero y que la supuesta declaración se la tomaron el día primero”. Su firma en la confrontación difiere de la que aparece en la credencial de elector con que se identificó. “Por otra parte, los detenidos afirman que nunca fueron presentados para ser identificados”. Después de un largo día de diligencias, careos y testimonios, los familiares de los detenidos esperaron hasta las 23 horas de este jueves la sentencia del juez, que se había ido horas antes y no volvió; sólo mandaría con el actuario los documentos firmados. Y aunque dictaba auto de libertad, un abogado “social” que estuvo allí todo el día sin identificarse, como si no tuviera relación con el caso, notificó a la defensa de que, un detallito, Eliseo padre tenía también acusación federal y no podía salir: portación ilegal de arma. Eso, a pesar de que toda la historia es falsa, los delitos fabricados y los Eliseos fueron detenidos, torturados y encarcelados por ser zapatistas, nada más.
El personal del juzgado deliberadamente ocultó el “detalle” todo el día. ¿Por hábito burocrático o con la intención de retrasar la salida de Eliseo padre y prolongar su semana de tortura? La presión y las gestiones de la defensa y de organismos civiles –incluyendo una declaración pública horas antes de los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera en San Cristóbal– permitieron que Eliseo Silvano padre dejara el penal a una hora tan inusual. Uno de sus acompañantes comenta que las autoridades “no lo querían soltar para que no pudiéramos ver cómo lo dejaron”.