Usted está aquí: domingo 10 de febrero de 2008 Espectáculos Expiación, deseo y pecado

Carlos Bonfil
[email protected]

Expiación, deseo y pecado

El guionista Christopher Hampton supo contener, en un relato bien estructurado, la esencia de la novela Atonement (Expiación), del británico Ian McEwan, y su sugerencia de que el lenguaje, instrumento de las creaciones más delicadas, puede ser también un arma mortífera, con el poder de destruir al menos tres existencias. El realizador Joe Wright (Orgullo y prejuicio, según la novela homónima de Jane Austen), acomete en Expiación, deseo y pecado (Atonement) la adaptación acertada de un relato complejo, centrado en una odiosa fechoría moral y en el largo proceso de reparación infructuosa que vive la persona que la comete.

En una casa campestre inglesa, a mediados de los años 30 del siglo pasado, Briony Tallis (Saoirse Ronan), una niña de 13 años, de talento precoz encaminado a la dramaturgia, cree descubrir a su hermana mayor, Cecilia (Keira Knightley), haciendo el amor con Robbie (James Mc Avoy), el hijo del mayordomo, e imaginando una intención de acoso sexual del joven, fabrica la fantasía de tener en casa a un violador peligroso. Cuando poco después, en la residencia de los Tallis hay una violación verdadera, el responsable ideal está a la mano, y sin mayores evidencias Briony lanza la acusación que conduce a Robbie a la cárcel y a Cecilia a una frustración tan larga como irremediable.

Hampton, guionista también de Las relaciones peligrosas, de Stephen Frears, y de Carrington, de la que también es director, describe con malicia el entramado de pasiones y discordias en la plácida mansión burguesa: la envidia de la niña Briony, deseosa de atraer la atención de Robbie, amorío secreto de su hermana mayor; la falsa concordia entre patrones y sirvientes, derribada en cuanto se insinúa el agravio de una ofensa sexual, imputable en automático a un criado, antes favorecido, hoy ingrato; la frustración amorosa como consecuencia de una acción infantil irresponsable o de un cálculo perverso.

Una cinta de William Wyler, La mentira infame (The children’s hour, 1961), basada en un relato de Lillian Hellman, exploraba ya la degradación moral de un personaje infantil que con un infundio desataba la maledicencia y el odio a la disidencia sexual. En la cinta de Joe Wright el clima moral de crueldad e hipocresía es sólo el anuncio de la catástrofe mayor que se aproxima, la Segunda Guerra Mundial y su enorme estela de existencias devastadas.

La segunda parte del filme describe precisamente esa desolación bélica y la concentra en una secuencia magistral de cinco minutos. Al salir de la cárcel, Robbie se enlista en el ejército y la cámara captura su deambular al lado de un amigo por las playas de Dunkerke, en los momentos previos a la retirada obligada de las tropas inglesas.

Este episodio, que a menudo se presenta como una gesta de heroísmo y fortaleza moral, aparece aquí como una humillación enorme. Soldados extenuados y desmoralizados, caballos que deben ser sacrificados por falta de alimento, miradas extraviadas y vacías de jóvenes que en el presentimiento de la muerte propia intuyen el fin de todas las cosas. Una visión desencantada, cercana a lo descrito por Lewis Milestone en Sin novedad en el frente, (All quiet in the western front), de 1930, cuando evoca los desastres de la Primera Guerra Mundial. El director Joe Wright efectúa con sobriedad el tránsito del melodrama doméstico a la descripción épica, y también el retorno sin gloria a una condición de desamparo sentimental, en apariencia irremediable. Es aquí donde el espectador, que ha seguido de cerca la trayectoria infortunada del protagonista, sin calibrar tal vez la magnitud del drama, comienza a recibir las pistas de interpretación pertinentes, y en un estupendo epílogo, protagonizado por Vanessa Redgrave, el sentido real de la historia.

Parecía difícil poder plasmar en la pantalla la complejidad emocional de Expiación (editorial Anagrama), una de las novelas más exitosas de Ian McEwan. La cinta nominada con justicia a siete Óscares de la Academia responde holgadamente a ese reto.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.