Usted está aquí: sábado 16 de febrero de 2008 Opinión La explotación del petróleo mexicano y su relación con el entorno mundial

Gonzalo Martínez Corbalá
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La explotación del petróleo mexicano y su relación con el entorno mundial

Es un hecho en el que coinciden las empresas más serias de carácter internacional que se ocupan del análisis de los acontecimientos hasta el año 2030, en relación con la oferta y la demanda de petróleo, que la energía primaria mundial aumentará hasta 60 por ciento en el periodo 2002-2030, con un incremento anual promedio de 1.7 por ciento, y que la demanda alcanzará el nivel de los 16.5 miles de millones de toneladas de petróleo equivalente, comparado con los 10 mil millones que aproximadamente se consumen actualmente, lo cual, dicho de otra manera, equivale a un consumo diario en todo el mundo de 83.7 millones de barriles diarios y una producción también total mundial de 81.6 millones de barriles diarios. Por ello puede observarse que los productores han acordado manejar las cifras de tal manera que se mantenga el mercado internacional con su característica de mercado de vendedores, puesto que hay una diferencia que mantiene una cierta tensión entre demanda y producción de aproximadamente 2 millones de barriles diarios en todo el mundo.

Otra circunstancia que conviene tener en mente es que los energéticos fósiles habrán de permanecer hasta el año 2030 como el más importante combustible en la mezcla de energía primaria global, a pesar de los esfuerzos de muchos países e instituciones por aumentar las posibilidades del uso de fuentes alternas de energía, que habrán de crecer ciertamente por su importancia relativa ante los combustibles fósiles como el petróleo y el gas, y también el carbón, pero que no alcanzarán todavía en este periodo la relevancia que fuera de desearse.

Así las cosas, se hace cada vez más urgente aclarar en nuestro propio país cuál puede ser la política adecuada para mantener la suficiencia de nuestra demanda y la capacidad para exportar los excedentes en un mercado en el que difícilmente se dará el caso de que haya un desplome importante en los precios, y sí, en cambio, de que se mantengan en el alto nivel de que ya se está hablando en la actualidad.

Una manifestación de la diversidad del pensamiento que se da en un régimen democrático es la que se produce en torno al concepto de la soberanía nacional, tan caro para nosotros los mexicanos, entre quienes habemos los de buena fe y animados por el más acendrado patriotismo. Unos que piensan que la mejor manera de resguardar la soberanía nacional reside en la limitación del desarrollo de la actividad y del crecimiento de la industria petrolera nacional, y de la institución que se encarga de la explotación de nuestro subsuelo en materia de petróleo y de gas, así como de la que genera la energía que cubre las necesidades de los mexicanos, es decir, Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), al amparo de la legislación que heredamos a partir del acto expropiatorio de ese gran mexicano que fue Lázaro Cárdenas, quien rescató esa riqueza de manos de las empresas extranjeras que la explotaban para su exclusivo beneficio, en lo que hacía a la planeación general de sus actividades, y también algunas veces violando normas constitucionales fundamentales y desestimando los laudos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Habemos otros mexicanos que, en igualdad de condiciones de quienes piensan de ese modo, con los mismo derechos y con las mismas obligaciones para con nuestra patria, para con nuestros hijos y nuestros nietos, pensamos de otra manera, y creemos que para resguardar y fortalecer la soberanía nacional se necesita darle a Pemex y a la CFE una dinámica que sea compatible con la que se está imprimiendo a la explotación de los hidrocarburos en todo el mundo, y que es una circunstancia que habrá de continuarse por lo menos las dos primeras décadas de este siglo.

Para ello necesitamos, a nuestro juicio, y poniendo el interés general de los mexicanos por delante, la aportación de capitales de riesgo que, junto con nosotros y sin perder el control de los proyectos y de las obras que se realicen, se constituyan en fuente de riqueza y de trabajo para nuestros compatriotas, evitando adicionalmente que tengan que ir a verse en difíciles condiciones de vida y de trabajo en el país vecino del norte.

Necesitamos de manera insoslayable hacer posible entrar en las aguas profundas del Golfo de México, como ya lo han hecho los estadunidenses en la parte que les corresponde a ellos, de donde se están extrayendo el día de hoy más de 2 millones de barriles diarios de petróleo. Requerimos la tecnología, el equipo y el capital indispensables sin perder para nada el dominio de nuestro subsuelo, que es parte fundamental de nuestra soberanía, ni tampoco el control de la empresa que pudiera fundarse con este objeto, con capital mayoritario de Pemex, y dentro, estrictamente, de la legislación vigente.

Necesitamos también construir refinerías dentro de nuestro territorio, que nos permitan procesar el crudo pesado para producir gasolinas y petrolíferos, que disminuyan las cantidades que actualmente se importan por la frontera norte de modo creciente para satisfacer las necesidades del desarrollo industrial y del uso que le da el ciudadano común en los medios de transporte, así como las plantas petroquímicas, que son absolutamente indispensables para evitar que la exportación del petróleo crudo sea nuestra única alternativa. Todo ello es urgente e impostergable que se lleve a cabo simultáneamente, por lo que nuestros recursos financieros y la tecnología nacional resultan insuficientes, juzgando y analizando con serenidad y conocimiento de causa, lo cual puede hacerse indudablemente en el marco jurídico y constitucional vigente en nuestro país.

En suma, habemos también mexicanos que nos pronunciamos por el fortalecimiento dinámico de nuestra soberanía popular y por su resguardo al amparo de la legislación constitucional que heredamos de la Revolución Mexicana, y concretamente de ese gran mexicano que fue el general Lázaro Cárdenas, con la admiración, el respeto y el cariño que le profesamos a él y a su memoria, con el amor que sentimos y cultivamos por la patria, y que le inculcamos a nuestros hijos y a nuestros nietos como un valor fundamental para todos los mexicanos.

 
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