Los de Abajo
Oxnard es una pequeña ciudad de la costa ubicada al norte de Los Ángeles, California. Aquí, 66 por ciento de la población es latina, de acuerdo a cifras oficiales que no toman en cuenta a los indocumentados, quienes pueden elevar el porcentaje a más de 80 por ciento. Es, en resumen, una ciudad de mexicanos, chicanos y gente con raíces en otros países de América Latina.
En esta ciudad preponderantemente agrícola se mezclan todas las políticas represivas del gobierno estadunidense contra los trabajadores inmigrantes. Y, por supuesto, el verbo resistir también se conjuga de muchas maneras. “La nueva política de las empresas es crear un ambiente de inseguridad entre los trabajadores. Las redadas y las leyes logran que las personas se sientan muy inseguras. Te contratan y luego la empresa se coordina con la migra para sacarte, porque dicen que ya no estás trabajando bien o que te estás organizando para defender tus derechos”, explica Nacho. Como respuesta, se creó el Frente Contra las Redadas, con el objetivo de interrumpir el proceso de separación de familias. Se trata, explican, “de una lucha por la recuperación de la dignidad”. Las redadas son operadas por la policía migratoria, quienes se aparecen sorpresivamente en un barrio o en una fábrica y deportan a los trabajadores, de tal manera que un día se despierta un niño sin su madre, o un padre sin su hijo. Si no pueden evitar este proceso, el frente apoya con recursos a la familia, lleva a la escuela a los niños que se quedaron abandonados, le da seguimiento a la deportación, etcétera. Y organiza también la educación comunitaria para difundir los derechos de los trabajadores.
Al igual que en el resto de Estados Unidos, en Oxnard hay un reclutamiento constante de latinos para engrosar las filas del ejército. Serán ellos los que pongan su sangre en guerras absurdas e invasiones como la de Irak. En este contexto, el proyecto Somos Raza, de la organización Unión del Barrio, promueve marchas y manifestaciones frente a los centros de reclutamiento. Se trata de jóvenes de secundaria que, por ejemplo, organizan una fiesta con pizzas para atraer a los demás alumnos y difundir la realidad de la guerra y el reclutamiento, “pues no es cierto que el ejército les va a dar tanto dinero o hasta la nacionalidad”.
En esta lucha por la dignidad en las entrañas del monstruo, aparece también el ingenio y la creatividad, como la del colectivo Machete, pequeño grupo de jóvenes de la ciudad vecina de Ventura, que realiza arte experimental: “varias personas nos reunimos y creamos ideas, como la de grabar sonidos en la calle y presentarlos de manera diferente, se trata de mezclar escenarios para sacar de onda a la gente y provocarlos a pensar. Vemos, por ejemplo, que hay un ataque descarado en contra de la familia, protagonizado por los medios de comunicación y un sistema educativo pragmático en el que no se cuestiona nada”. Para contrarrestar esto, el colectivo Machete “abre espacios para la reunión informal, para hablar entre nosotros, en un país en el que nadie se habla, y crear comunicación entre gente de diferentes edades”. Esto es sólo parte de un trabajo comunitario que crece en diferentes partes de California.