A la Mitad del Foro
Cada quien para su santo
Debate en Babel
Llamados a la razón
PRD, disputa por un mando imaginario
Ampliar la imagen Torre de Pemex Foto: Francisco Olvera
Bajo la torre de Pemex, Andrés Manuel López Obrador combate molinos de viento y convoca a los mexicanos a luchar contra la derecha de cien rostros y mil tentáculos que pretende quedarse con el petróleo y siembra el desconcierto al negarlo y asegurar que no venderá Pemex ni reformará la Constitución. Retorno a Bizancio. Y el debate de hoy bajo la torre podría ser, a mayor abundancia, en Babel.
Hace unos días, Cuauhtémoc Cárdenas habló ante una comisión de la Cámara de Diputados. Los cuentos de terror en nada alteran la claridad del dilema. Hay que capitalizar Pemex y para ello no hace falta privatizarlo, sino dotarlo de auténtica autonomía de gestión, someterlo al régimen fiscal de cualquier otra empresa y dejarlo al margen del presupuesto anual. Parco, el ingeniero Cárdenas diría que el capital privado ha participado, ha perforado pozos para Pemex desde hace 70 años, desde que se expropió y nacionalizó el petróleo. No hacen falta trazos de horror para pintar la amarga situación a la que han llevado a Pemex los del priato tardío, los de la incuria que precedió al desplome, y luego la tecnocracia conocedora de las cifras, ignorante de la historia.
En eso estábamos cuando el precio del crudo cerró por primera ocasión en más de 100 dólares por barril. Los señoritos de los techos fiscales, con la vista fija en las cifras micro de su macroeconomía, eran incapaces de ver la demanda creciente de energía en China y la India; satisfechos con la estabilidad catatónica del déficit cero, nada les decía que el PIB de la llamada Chindia creciera al 10 por ciento anual. Y cuando Vladimr Putin recuperó el control sobre el petróleo y el gas de Rusia, cuando construyó el gasoducto bajo el Golfo de Finlandia y el mar Báltico para surtir a Alemania y a la Unión Europea, se unieron al coro de Casandras que anunciaba el retorno del régimen totalitario a Rusia. Del valor y el vigor geopolítico del petróleo, de nuestro petróleo, se ocuparon únicamente para poner paños calientes a la descapitalización y eludir la urgencia de una reforma fiscal para dejar de ordeñar a Pemex y cobrar impuestos a quienes mayores ingresos tienen.
Cada quien para su santo. Unos a manifestarse bajo la torre; otros a hacer un llamado a la razón. Y en medio, como pared de cal y canto entre santa y santo, la disputa por el mando imaginario sobre el PRD. Resignación variable de Miguel León López, Camilo Valenzuela, Diana Navarro y Alfonso Ramírez Cuéllar; Jesús Ortega y Alejandro Encinas postulan sus respectivos liderazgos, postrados de antemano ante el incontestado mando y guía de López Obrador. Todos, sin duda, se han pronunciado contra la privatización de Pemex. Entre la polvareda del reacomodo y de la alternancia, los jóvenes turcos de Felipe Calderón también se pronuncian en contra; y Emilio Gamboa se aferra al fuego fatuo de la iniciativa ausente para no quemar sus últimos puentes con el priísmo que se niega a desaparecer.
Manuel Bartlett participa en foro convocado por el PRD y sale al paso del funambulismo de la iniciativa ausente: “Es indispensable que se abran las cartas… el gobierno panista ha estado haciendo una campaña permanentemente orquestada para debilitar a la oposición”. Hay priístas que se opondrán a la venta de nuestros recursos naturales, dijo Bartlett. Pero cada quien para su santo. Lo de Francisco Labastida Ochoa parece destinado a complacer a todos, una especie de iniciativa de la poliarquía, que por “querer gobernar para todos acaba por gobernar para nadie”. Y a nadie. Pero con la división de poderes vino la consolidación de un federalismo, del mando sobre espacios de poder real. En Veracruz, Fidel Herrera Beltrán alza la voz para reclamar que el tema sea discutido por el Consejo General. El asunto es grave, amerita eso y quizá una asamblea extraordinaria.
Ahí encontró Beatriz Paredes materia para reivindicar los estatutos y el programa de acción del PRI que siguió a la diáspora, del priísmo que sobrevivió a la sana distancia y a la orfandad. Aunque parecieron reducidos a mesnadas de mercenarios y chaqueteros que se alinearon en el PRD o en el PAN; cada quien para su santo; la camada tecnocrática bajo el manto azul y la habituada al revisionismo sexenal en las tribus del PRD. Beatriz Paredes se empeñó en las tareas electorales. No olvidó que el objetivo primario de un partido es ganar elecciones; no sólo hacerse del poder, sino qué hacer desde el poder. Y las ha ganado como para que se vuelva a hablar del “carro completo”. En Hidalgo ganó el PRI las 18 diputaciones de mayoría relativa en los 18 distritos electorales de la entidad.
Y casi no hubo sesudo analista que se dijera sorprendido. Pudiera ser porque están muy entretenidos con la elaboración de teorías sobre el desplome electoral del PAN; o con el rejuego entre partido, alianza y movimiento con el PRD como bandera, Cota Montaño como jefe político y Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo y conductor incontestable. La tradición se impuso en Hidalgo a la traición, dicen los que recuerdan la magia atribuida al mapache que se fue al PRD. Miguel Osorio Chong ha sabido conciliar el valor de la militancia y el de la amistad. Y en la tierra de Javier Rojo Gómez, todavía vale más un colorado que muchos descoloridos.
Ahí, Jesús Murillo Karam, secretario general del CEN del PRI, conserva presencia y respeto al sentido común desde su escaño senatorial. Frente al tema de la iniciativa ausente, Murillo Karam respondió: “Cuando yo vea una reforma que plantee la privatización le aseguro que le contesto: no. Estoy obligado por mis propios estatutos a oponerme a cualquier reforma de esa naturaleza.” Y ahí van. En Quintana Roo ya le pasan la cuenta de las victorias electorales al gobernador Félix González Canto. “Ganan porque son de raza ganadora”, decía un viejo gallero de Álamo, Veracruz. Aunque los mismos que enterraron prematuramente al priísmo ya hablen del retorno de los brujos, del autoritarismo de todos tan verbalmente temido, tan admirado y solicitado en lo íntimo, así sea para “fortalecer a la Presidencia” que tanto se empeñaron en acotar, en despojar de todo rastro de poder.
Así es esto de la olla podrida del sistema plural. Mientras las izquierdas se empeñan en combates imaginarios, la derecha continúa el desmantelamiento de las instituciones del poder constituido, el Estado laico, la política agraria y agrícola, la rectoría económica, la educación pública, laica y gratuita. Mientras el PRI gana elecciones y vela armas para las de 2009, los infiltrados, compañeros de banca de la victoria cultural, del PAN, desde luego, pero ante todo de la oligarquía, suman su voto y su silencio a las reformas del conservadurismo. La reforma judicial es procesal, policiaca, han dicho juristas notables, constitucionalistas reconocidos. Y hasta los legos hemos advertido el peligro que hay en hacer ley del estado de excepción: arraigo, allanamiento de domicilios, espionaje telefónico y electrónico, todo sin orden de un juez.
Cada quien para su santo. Germán Martínez Cázares, presidente del CEN del PAN, afirma que dicha reforma “no es violatoria de los derechos humanos”; se requiere un Estado fuerte para combatir al crimen. Y sobre la reforma energética declara: “Niego categóricamente que los panistas queramos vender Pemex”.
Vamos a ver, dijo un ciego.