Doble agasajo
Hasta la fecha recordamos la célebre frase “la ciudad de los palacios”, en referencia a la ciudad de México, atribuida al barón de Humboldt, cuando en realidad la mencionó el inglés Charles Joseph Latrobe, alpinista que en sus afanes aventureros llegó a México en 1830. Años más tarde escribió las memorias de sus viajes, en los que ocupa lugar especial nuestro país, al que le dedicó un libro completo, mismo que inspiró a su paisana la marquesa Calderón de la Barca, quien estuvo aquí una década más tarde. Ella escribió esas maravillosas cartas, que hasta la fecha son referencia obligada para conocer la vida en México, especialmente en la capital, durante la primera mitad del siglo XIX.
Basta una caminata por las calles de la hasta hace siglo y medio ciudad de México, hoy llamada Centro Histórico, para darse cuenta que el británico no exageraba, ya que, no obstante lo depredadores que hemos sido, aún sobreviven soberbios palacios, mansiones y casas de gran belleza y valor histórico.
Muchos de ellos están dedicados a usos públicos como escuelas, oficinas y museos. En dos de los más notables, uno el Palacio de Minería y otro el de Comunicaciones, hoy sede del Museo Nacional de Arte (Munal), hace unos días se inauguraron sendas ferias de libros. La que se aloja en Minería la organiza la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mediante la Facultad de Ingenieria, y participan muchas editoriales que ofrecen libros de reciente publicación y presentan nuevos títulos. Sin duda, es el evento más importante de la ciudad en su género.
Precisamente el próximo viernes 29, a las cinco de la tarde, Eduardo Matos Moctezuma, Hernán Lara Zavala y la autora de estás líneas, vamos a presentar el libro Isabel Moctezuma, de Eugenio Aguirre, en el que cuenta de una sabrosa manera novelada la fascinante vida de la princesa Tecuichpo, hija predilecta del emperador Moctezuma, quien después de haber sido esposa de dos monarcas aztecas: Cuitláhuac y Cuauhtémoc, fue protegida por Hernán Cortés, quien la casó con uno de sus capitanes principales, enviudó y se desposó con españoles ¡dos veces más!
En el palacio que aloja al Munal, que se encuentra, igual que el de Minería, en la majestuosa plaza Manuel Tolsá, cuyo centro preside la gran escultura ecuestre cariñosamente llamada El caballito, se presenta paralelamente la Feria del Libro de Ocasión, que organiza anualmente la Coalición de Libreros y que hoy llega a su vigésimo aniversario, una verdadera hazaña, pues nos constan los esfuerzos a veces heroicos de sus organizadores, particularmente César Sánchez y Arturo Urbino, para mantenerla viva. Nos felicitamos de que así sea, ya que aqui se pueden encontrar aquellos libros que ya están agotados, primeras ediciones, libros antiguos, de arte y con suerte hasta un incunable; para los amantes del libro es el paraíso.
También se puede admirar el imponente edificio ecléctico, de Silvio Contri, que algunos críticos definen como neorrenacentista, de enormes proporciones, recubierto de cantera almohadillada y con elaborada herrería. En el interior contrasta un patio de dimensiones reducidas, con la monumental escalera. La decoración interior: tallas en madera, pinturas, yesos, herrería, mobiliario y demás, nos hacen evocar a los lujosos palacios europeos.
La construcción se inició en 1904, en el predio que había ocupado el hospital de San Andrés, célebre porque en su capilla se embalsamaron los restos del emperador Maximiliano de Habsburgo, antes de ser enviados a Viena. En 1911 fue inaugurado por Francisco I. Madero, haciéndonos recordar el dicho “nadie sabe para quien trabaja”.
Años más tarde fue sede del Archivo General de la Nación y a partir de 1982, se estableció allí el Museo Nacional de Arte (Munal), que brinda un extenso panorama de la trayectoria seguida por el arte mexicano de la época prehispánica a nuestros días. En los majestuosos salones se muestran obras de arte de todas las épocas, entre las que sobresale una magnífica colección de paisajes de José María Velazco, y otra de retratos de la famosa María Asúnsolo, pintados por Soriano, Siqueiros, Diego Rivera y María Izquierdo, entre otros. En el vestíbulo se pueden admirar las soberbias esculturas Desespoir, de Agustín Ocampo; Malgré Tout, de Jesús F. Contreras, y Apres l’ Orgie, de Fidencio L. Nava.
Para la pausa gastronómica –entre feria y feria– un buen sitio es el restaurante Los Girasoles, que se encuentra en la misma plaza y ofrece platillos de comida mexicana de gran originalidad: enchiladas de flor de jamaica, ensalada de arándanos con mandarina, lechuga y betabel deshidratado crujiente –que es riquísimo–, mole de tamarindo con pavo fileteado y de postre, pay de camote. ¿Exageré?
Si desea un tentempie rápido y económico, a un costado de Los Girasoles, se encuentra un Taco Inn, con su amplia y apetitosa oferta de nuestra mexicanísima fast food.