Ficco 2008, el primer lustro/ II y última
Ampliar la imagen La actriz Nailea Norvind durante su llegada a la inauguración de la quinta edición del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México Foto: Notimex
Además de las experimentaciones formales señaladas en la primera parte de este artículo, el festival muestra el poderío narrativo de un reciente desaparecido del cine francés, Maurice Pialat, cineasta magistral, autor de películas poco vistas en México, como Bajo el sol de Satanás, A nuestros amores, Van Gogh, y las muy clásicas No envejeceremos juntos y La boca abierta. También se puede apreciar una retrospectiva de Aki Kaurismaki, con aquellos primeros títulos que sólo se dieron a conocer en videos formato Beta de una colección de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes hace 20 años: Crimen y castigo, Calamari Union o Hamlet, Hombre de negocios, además de dos cintas estupendas, La chica de la fábrica de cerillos y Contraté un asesino a sueldo, todo esto en un total de 15 largometrajes. Y como desde su creación el festival privilegia una perspectiva de autor sobre la solución expedita que consiste en reunir en un festival el material fílmico de estreno inminente, las grandes producciones, el cine más espectacular, con mayor atractivo y número de estrellas, lo suyo es también, sin lugar a dudas, la recuperación de los clásicos, de aquellas películas de grandes maestros, que, por una u otra razón, jamás llegaron a nuestras pantallas.
En la retrospectiva homenaje al ci-neasta danés Carl Th. Dreyer se pueden apreciar por primera y única vez en México sus trabajos iniciales: El presidente, Páginas del diario de Satán, Érase una vez, Estigmatizados, La viuda del pastor, así como sus obras más reconocidas, Ordet, Días de ira y La pasión de Juana de Arco. Lugar especial tiene la retrospectiva del cine de Filipinas (país invitado), con 11 trabajos, entre los que destacan obras de Lav Díaz y Raya Martin, con relatos y estilos muy personales que lindan con la provocación visual (un travelling de media hora en Autohistoria, de Martin, al que añade otros cinco o seis planos secuencia que son la totalidad del filme, o duraciones de ocho y cinco horas para Muerte en la tierra del encanto y Batang lado oeste, de Lav Díaz).
El cine filipino ofrece hoy una de las propuestas formales más originales, con posibilidades de distribución comercial prácticamente nulas. Un festín para cinéfilos impenitentes.
La pregunta invariable cada año: de las múltiples propuestas interesantes que ofrece el Ficco, ¿hay alguna cinta que realmente no deba perderme, con mis limitaciones de tiempo y los problemas de desplazamiento urbano? Evidentemente conviene investigar, en lo posible, qué películas tendrán distribución comercial y reservarlas para una visión ulterior; también concentrarse en la oferta siempre garantizada de la sección llamada Galas, y consultar el periódico del festival y las sinopsis del catálogo en busca de propuestas tentadoras.
En la sección Tendencias, cabe destacar cuatro largometrajes de ficción, Persépolis, notable cinta de animación franco-iraní, de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud; La cuestión humana, de Nicolás Klotz (Francia); Antes del olvido, de Jacques Nolot; Lady Chatterley, de Pascale Ferran, y El bosque de Mogari, de la japonesa Naomi Kawase, así como el esperado documental Mi Winnipeg, de Guy Maddin.
En la selección oficial (ficción): El día de la liberación, de Lee Isaac Chung, impresionante relato sobre los efectos de la masacre de Ruanda en la vida de dos amigos pertenecientes a etnias enemigas; La soledad, de Jaime Rosales, cinta española premiada este año con los Goyas al mejor director y a la mejor película; Baile de otoño, de Veikko Ounpuu, muestra novedosa del poco conocido cine estoniano.
En la sección oficial (documentales): Manda bala, de Jason Kohn, radiografía de la violencia urbana en Brasil, de la corrupción política que la perpetua y fomenta, y del clima de impunidad que permite a más de un diputado amasar grandes fortunas sin la obligación jurídica de rendir cuentas sobre la legalidad de sus actos; también el documental-ficción de estupendo ritmo narrativo, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, de Yulene Olaizola, sobre un asesino serial en la ciudad de México, y No me malinterpretes, de Adina Pintila, fascinante exploración de un asilo siquiátrico en Rumania, así como Los niños devoran lobos, la realización más reciente del director mexicano Antonino Isordia, quien dio a conocer antes, en el Ficco, su notable cinta 1973.
Lo dicho: un festival en movimiento que invita a sus espectadores cinéfilos a hacer gala de una dinámica parecida.