Editorial
Colombia: la importancia de las liberaciones
Como lo habían anunciado, ayer las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) liberaron a cuatro ex legisladores que mantenían en cautiverio: Gloria Polanco de Lozada, Orlando Beltrán Cuéllar, Luis Eladio Pérez y Jorge Eduardo Géchem Turbay, acto que fue calificado por esa organización político-militar como una consecuencia de los esfuerzos de mediación del presidente Hugo Chávez y la senadora colombiana de oposición Piedad Córdoba, así como una “contundente manifestación de que puede más la humanidad que la intransigencia”. Estas liberaciones se suman a las de la ex parlamentaria Consuelo González y la ex candidata a la vicepresidencia de Colombia Clara Rojas, en enero pasado, luego de meses de negociaciones fallidas, hechos que, a decir de la dirigencia de las FARC, constituyeron un gesto de desagravio al mandatario venezolano.
La liberación de los cuatro ex congresistas colombianos es muestra fehaciente de la importancia, la pertinencia y la utilidad de la mediación internacional en conflictos tan complejos, añejos y exacerbados como el que vive en la actualidad aquel país sudamericano: tan es así que en menos de dos meses se han sucedido dos exitosos hechos de liberación de rehenes, más allá de que durante el proceso hayan tenido lugar numerosos desencuentros entre los gobiernos de Colombia y Venezuela. El hecho de que al día de hoy se cuenten seis personas más fuera del cautiverio del FARC, en relación con las que había a finales de 2007, pone de manifiesto que la política y la diplomacia deben privar por encima de la violencia.
En particular, debe reconocerse el papel fundamental que ha jugado Hugo Chávez para lograr la liberación de los rehenes, sobre todo porque el mandatario venezolano no sólo ha tenido que negociar con la guerrilla colombiana, sino, además, enfrentar el constante torpedeo que el gobierno de Álvaro Uribe Vélez ha ejercido contra su gestión humanitaria. Desde mediados del año pasado, cuando el propio Uribe solicitó, de manera forzada, la intervención de su homólogo venezolano para lograr el canje de civiles en poder de las FARC por insurgentes presos, el colombiano se dedicó a obstaculizar los encuentros entre Chávez y los líderes guerrilleros; se negó a retirar a las tropas en una zona en la que pudiera realizarse el intercambio, e incluso le prohibió a Chávez contactar a cualquier funcionario colombiano que no fuera específicamente designado para la gestión; por cierto, el desacato de Chávez a esta última disposición fue aprovechado por el Palacio de Nariño para poner fin a las negociaciones. Finalmente, en los días previos a la liberación de Clara Rojas y Consuelo González el ejército colombiano realizó intensos operativos en las cercanías de la zona donde se tenía previsto entregar a las cautivas, lo que postergó y puso en severo riesgo las operaciones para la liberación de los cautivos.
Sin duda, es inadmisible, injustificable e inhumano que las FARC empleen el secuestro de civiles como forma de lucha, les den trato de “prisioneros de guerra” y los usen como moneda de cambio. Sin embargo, la liberación de los secuestrados por la guerrilla colombiana, en la actualidad, no parece depender tanto de las FARC sino de que el gobierno de Uribe modifique su postura atrabiliaria e insensible. Es necesario, pues, que el mandatario colombiano dé muestras de disposición para encontrar una solución pacífica al conflicto, que necesariamente requerirá de la desactivación total de los grupos paramilitares y las tácticas de contrainsurgencia que ha emprendido el ejército de su país, en el contexto de las cuales se han cometido graves abusos contra la población civil y centenas de miles de ciudadanos que se han convertido en desplazados internos. En suma, cabe insistir en la importancia de la presión de la comunidad internacional para que gobierno y guerrilla reconozcan que la liberación de todos los rehenes, así como la tan anhelada paz en esa nación sudamericana, se pueden lograr si la negociación impera sobre la intransigencia.