■ Festeja 30 años de trayectoria artística con un concierto de gala en Bellas Artes
Hago música como una celebración de la vida, dice Horacio Franco
■ Hay un gran egoísmo de los productores de no dar oportunidad a los jóvenes, deplora el flautista
■ No comparto la idea de unos cuantos de que el arte sonoro debe ser elitista, señala a La Jornada
Ampliar la imagen Horacio Franco, músico mexicano de relevancia internacional Foto: Maritza López
El 12 de abril de 1978 un adolescente de 13 años de edad deslumbró al público, a los músicos y al director de la Orquesta de Cámara del Conservatorio con el Concierto en la menor de Vivaldi para flauta de pico y acompañamiento instrumental, que dirigió el maestro Icilio Bredo en el Palacio de Bellas Artes.
Nació esa noche un solista de primer nivel.
El 12 de abril de 2008, uno de los músicos de mayor trascendencia en los pasados 30 años, con reconocimiento mayor en Europa que en su país, al cual retornó como un acto de amor a su patria, festejará sus primeras tres décadas de vida artística con un concierto de gala, en la sala principal de ese recinto (el concierto de hace 30 años fue en la sala Ponce), donde sonará esa partitura de Vivaldi, además de otras de Bach, de Los Bítles (The Beatles), Claude Bolling y unos buenos danzones.
Después del concierto del día 12 en Bellas Artes, como parte del Festival del Centro Histórico, habrá la edición de un nuevo disco, un montaje especial en el festival Cervantino y viajes, más viajes.
Guiado por la pasión
En entrevista con La Jornada, Horacio Franco, quien aparece en la foto de esta página captado durante una sesión intensa con la maestra Maritza López, para una serie de imágenes que publicó hace unos días Tito Vasconcelos en su revista Boys and Toys, y que reproducimos con autorización de la autora, comparte:
–¿Qué sucedió en el México de hace 30 años con un jovencito que quería ser músico en un país que no atiende correctamente su compromiso con la cultura?
–No me consideraría un caso típico, porque yo sabía perfectamente lo que quería ser en cuanto al instrumento que quería tocar y la música que quería interpretar cuando ingresé al Conservatorio. Lo que me guió fue la pasión. Quería llegar a ser el mejor, irrepetible en el sentido de que todos somos únicos e irrepetibles. Y así me forjé una personalidad muy tesonera por querer seguir mis ideales.
“Me tocó la fortuna de vivir en el Conservatorio la última etapa de un esplendor que prodigó su entonces director Rolando Montiel. Ese periodo terminó por una huelga que le armaron en 1982 y se sucedieron varios directores que eran muy buenos como músicos pero muy malos como administradores.
“Era la época en que el apoyo a la educación estaba vinculado con un proyecto de Estado y con cierta mística, que si bien tenía sesgos demagógicos, era genuina. Haber entrado tan chavo al Conservatorio permitió comerme el mundo a puños. Hice en un año los tres de armonía y los cuatro de solfeo. Era yo un auténtico nerd. No hacía sino estudiar y estudiar, porque quería ser músico.
“Lo principal era irme de México, porque aquí no había maestro de flauta. Yo era violinista, pero lo que me interesaba era la flauta de pico. Mi maestro de violín me decía que había yo empezado muy viejo a estudiar violín. Los instrumentos de cuerda debe iniciar uno a cultivarlos desde niño. Ese maestro era el director de la Orquesta del Conservatorio y un día fui a uno de sus ensayos y le pedí que me escuchara tocar la flauta, un concierto de Vivaldi. Me dio la oportunidad de ser solista. Y la realización de ese concierto, el 12 de abril de 1978, es lo que ahora celebro en Bellas Artes.
“También celebro la oportunidad que me fue brindada. Hace 30 años en México existía una mística que ahora no tenemos. A los jóvenes le son negadas las oportunidades. Hay un gran egoísmo de los productores de conciertos de no dar oportunidad a los jóvenes. El Estado sigue siendo el managment cuasi hegemónico que está coludido con unos cuantos productores privados que se llevan una buena tajada de dinero, pero para ellos los músicos mexicanos no existimos, somos una serie de muertos de hambre y mediocres. Eso me da mucho qué pensar. Porque debemos ponerle la mesa a los jóvenes para que se superen, estudien, toquen bien.”
–¿Tuvo opción de hacer carrera en Europa?
–Cuando me fui de México, a los 17 años de edad, ya había fundado la carrera de flauta de pico en el Conservatorio. Ese era el tipo de cosas que sí se podían hacer. El maestro Montiel me permitió fundar la carrera, hacer planes de estudio y cursar mi carrera en menos años, porque pude adelantar materias, al punto que cuando llegué a Holanda los maestros se sorprendieron con mi historial académico.
“Entonces no había las becas del Fonca, pero sí una mística de política cultural que permitía el acceso de los jóvenes a la cultura. Me pude ir a Holanda porque gané un premio por escribir un ensayo para un aniversario de Telemann, que se publicó en la Enciclopedia Británica, y ya había trabajado un año como maestro en la Superior de Música y en el Conservatorio.
“No quería regresar a México. No tenía por qué. Vivir en Holanda sentó la apertura a una nueva manera democrática total y absolutamente diferente a la que había aquí. Era feliz dedicado 365 días del año a estudiar música y superarme. En Holanda era un flautista más en una escuela que los producía al por mayor. Tenía la opción de asimilar el sino de mis compañeros: uno trabajaba en un banco, otro daba clases y los demás se especializaban en otros instrumentos, pues el mercado de trabajo para flautistas de pico era muy pequeño y lo acaparaban los maestros.
“Me quedaban dos salidas, una, la fácil: decir que había estudiado en Holanda y, la otra, de veras asimilarme a la vida de allá, como uno más de 20 flautistas de primer nivel. Regresar a México representaba un panorama distinto. Cierto, aquí el talento causa mucha envidia. Pero también veía la perspectiva de muchas cosas que he logrado: hacer de la música una vivencia y por eso a muchos les gusta lo que hago. No comparto la idea de una elite de que la música europea o clásica o de concierto es para unos cuantos. No, la música es una vivencia. Eso es también lo que celebro, la vida”.