■ Dos listas electorales trotskistas se disputan el emblema de la hoz y el martillo
Lucha la izquierda en Italia por sobrevivir ante el rechazo popular a sus políticas de gobierno
Padua, 11 de abril. Es la fuerza de los símbolos. Entre las listas electorales que buscan el voto en las elecciones del 13 y 14 de abril en Italia hay dos que tienen como emblema la hoz y el martillo. Dos de ellas, Izquierda Crítica y el Partido Comunista del Trabajo, son pequeños desprendimientos trostkistas de Refundación Comunista. Curiosamente, ni Refundación ni el Partido de los Comunistas Italianos utilizarán ese logo. Su imagen común, la que comparten con sus aliados de Izquierda Democrática y los Verdes, es un arcoiris.
No es un asunto pequeño. En un país en que, antes de disolverse, el Partido Comunista tuvo tanta fuerza, hay muchos posibles votantes que están dispuestos a dar su sufragio a quien siga reivindicando la hoz y el martillo. Hay quien sostiene que reivindicar el emblema es rehabilitar la propia cultura; abandonarlo, en cambio, es renunciar a la propia historia.
La izquierda del arcoiris no la tiene fácil. Lucha por su sobrevivencia. Necesita evitar que le suceda lo que le pasó a Izquierda Unida en España y al Partido Comunista y la izquierda radical en Francia. Estas agrupaciones pasaron a ser fuerzas casi testimoniales después de haber tenido una indudable influencia electoral.
Promotora de la candidatura de Fausto Bertinotti, con una dirección provisional, la izquierda del arcoiris se enfrenta tanto a una fuerte corriente en favor del voto útil que llama a votar por el Partido Democrático (PD) para evitar el triunfo del derechista empresario Silvio Berlusconi, como al desencanto y desilusión de una parte de su militancia.
Las fuerzas que la integran, pero sobre todo Refundación Comunista, viven el duelo por la muerte del gobierno Prodi, y el vacío de haber participado en él como sus principales soportes, aun a costa de renunciar a impulsar su propio programa, sin obtener a cambio ninguna transformación significativa de la cuestión social. Además, según Silvio Berlusconi, las mujeres de su coalición son más guapas y mejor preparadas que las de izquierda.
De acuerdo con Bertinotti, el Arcoiris no es una mera coalición electoral sino un nuevo sujeto político de la izquierda constituido desde la base, que nace contra el modelo estadunidense que esteriliza el conflicto social. Importantes intelectuales como Pietro Ingrao, Rossana Rossanda, Mario Tronti, Marco Belloccio y Paolo Rossi han firmado un desplegado dando cuatro razones para votar por ella y criticar al voto útil en favor de los partidos más grandes, reivindicando que el suyo es un voto útil a la democracia y al renacimiento de otra política, y advirtiendo sobre los riesgos del bipartidismo. Sostienen que votar por el Arcoiris es sufragar por la esperanza a la que no se puede renunciar.
Sin embargo, el desánimo existe y no es exclusivo de la militancia de izquierda. La economía del país está estancada. Los salarios son los más bajos de Europa. El trabajo precario está extendido y el desempleo entre los jóvenes de menos de 25 años supera 27 por ciento. Los precios de los alimentos son cada vez mayores. Los ferrocarriles que no son de alta velocidad funcionan mal. Alitalia, la principal línea aérea, se encuentra al borde de la bancarrota y no logra ser vendida. La evasión fiscal es altísima. Sus políticos son los de mayor edad del viejo continente: su promedio es 61 años. Y, por si fuera poco, se ha abierto un escándalo al descubrirse vinos adulterados y queso mozzarella, uno de los más emblemáticos productos de exportación de un país que se precia por la calidad de su comida, contaminado.
Culpa de la contaminación del queso la tiene las montañas de basura que se apilan en Nápoles, que provoca una crisis regional. El alcalde de la ciudad ha comenzado la limpieza de varias zonas contaminadas y anunció que enviara los deshechos a Alemania. Entre 100 mil y 160 mil toneladas de desperdicios viajarán a ciudades como Westfalia, Hamburgo, Sajonia y Baviera, por 30 millones de euros.
En ese ambiente, las propuestas de cambio y renovación han navegado con fortuna. Todos las enarbolan como parte de su marketing electoral. “La lucha de clases pertenece al pasado”, ha dicho Walter Veltroni, el candidato del PD. Sin embargo, otros son menos optimistas. Es el caso del politólogo Marco Revelli. Para él, Italia se dirige hacia la transformación oligárquica de la democracia representativa, una forma “moderna” de despotismo. Los partidos políticos se han convertido en grandes formaciones mediáticas capaces de crear eventos mediáticos, que terminan por convertir a los ciudadanos en espectadores de la selva de micrófonos. El espacio público se ha transformado como resultado de la globalización, convirtiéndose en espacio privado.
Por supuesto, cada quien interpreta esta necesidad de cambio como quiere. Algunos, por ejemplo, haciendo retroceder la manecillas del reloj de la historia. Es el caso del Partido contra el Aborto, que considera un crimen la suspensión del embarazo –legalizada en Italia hace mas de 25 años– y la píldora del día siguiente. Está dirigido por Giuliano Ferrara, un antiguo militante del Partido Comunista, informante confeso de la CIA, ateo pero admirador de Benedicto XVI. Durante sus actos de campaña ha tenido que enfrentar la ira airada de multitud de mujeres jóvenes, que interrumpen sus discursos con consignas y silbatos.
Lo nuevo, según Il Cavaliere Berlusconi, consiste en “invitar” al jefe de Estado italiano, Giorgio Napolitano, a renunciar al cargo para el que fue nombrado por siete años, y ofrecer a la centroizquierda ocupar, a cambio, la presidencia de una de las cámaras. Cambio de verdad o continuidad disfrazada de cambio, Italia se juega en estas elecciones la posibilidad de salir del estancamiento.