■ Alba Nora Martínez prepara libro
Delinea experta nuevos rumbos de la “literatura chicana-chicano”
■ Las voces que han sido silenciadas durante tanto tiempo deben expresar sus vivencias, dice
La literatura escrita por chicanas y chicanos ha experimentado renovaciones significativas en los años recientes para diferenciarse de la dominante cultura estadunidense, explica la especialista Alba Nora Martínez, quien prepara el libro Nuevos rumbos en la crítica de la literatura infantil y juvenil, que editará la Universidad Iberoamericana, campus ciudad de México.
Una aproximación a ese territorio cultural, aconseja la profesora de la Universidad de Arizona, es adoptar el término “literatura chicana-chicano”, acuñado en 1970 para no excluir la figura del hombre.
Resulta también importante conocer el posicionamiento político de la comunidad chicana en el país del norte, que se inicia como un movimiento por los derechos civiles y se convierte en una forma de recordar y proyectar sus raíces mexicanas.
De tal manera que al referirnos a la literatura chicana-chicano, discurre Alba Nora Martínez, hablamos de un movimiento en el que la comunidad chicana describe las características más significativas de su identidad y refleja su experiencia como ciudadanos dentro de un grupo minoritario.
En la producción literaria escrita por chicanos y chicanos esta presente el concepto de mexicanidad en Estados Unidos, la noción de lo fronterizo, en suma, una conciencia política chicana moderna.
Se nota una evolución estilística y narrativa, no así en las temáticas, que perseveran en su experiencia en el ámbito familiar y la comunidad social.
Hablan de la desintegración, de no ser mexicanos ni estadunidenses; describen su lucha por sobrevivir, sus trabajos y su posición en la sociedad. Hacen notar que son diferentes y exhiben sus peculiaridades para subrayar las diferencias con “la clase dominante”.
Cambio de código
Alba Nora Martínez enlista algunos autores que surgieron después de 1960, como Rudolfo Anaya, Miguel Méndez, Tomás Rivera y Rolando Hinojosa, quienes realizan una revisión de sus raíces mexicanas y toman como personajes a los héroes aztecas Cuauhtémoc y Moctezuma.
Los temas, que giran alrededor de los diferentes tipos de opresión que enfrentan las personas de ascendencia mexicana, son publicados en inglés, español y espanglish, conocido también como cambio de código, porque para los autores es un orgullo ser chicanos y tener un cuestionamiento político.
La literatura chicana femenina –explica Martínez– tiene lugar en la década de los 80, cuando las mujeres deciden hablar de su condición como integrantes de clase trabajadora, descendientes de padres trabajadores e hijas de inmigrantes. Escriben su postura política.
Autoras como Sandra Cisneros, Gloria Anzaldúa y Gina Valdez toman como iconos a sor Juana Inés de la Cruz y la Malinche para analizarlas desde un punto de vista revisionista e iniciar con la escritura de sus memorias, su poesía y teatro, lo que da origen también al movimiento chicano-lésbico.
Parodia de una cultura dominante
Alba Nora Martínez, también catedrática, deplora que en la literatura de las chicanas prevalezcan temas de la memoria y del recuerdo familiar; sin embargo, reconoce que una voz silenciada por tanto tiempo debe expresar sus vivencias.
Destaca que las chicanas crearon sus propias teorías para evitar ser colonizadas y analizadas con teorías de género francesas o estadunidenses.
Al referirse a la literatura destinada a los niños, la especialista explica que estos textos abordan los mitos y leyendas de México, donde las ilustraciones presentan a pequeños con la piel de color y su vestimenta típica.
El viaje y la inmigración de los abuelos que llegan a Estados Unidos también aparecen en la narrativa infantil y juvenil.
Pero más allá de tocar las raíces de una sociedad minoritaria, se hace una parodia de la cultura dominante y lo que implica tener acceso a ésta.
A manera de ejemplo menciona que en los cuentos infantiles utilizan la muñeca Barbie para decirles a los niños que tienen acceso a los bienes de la “cultura blanca” pueden perder la cabeza, sus raíces e idioma”.
Alba Nora Martínez indica que los hombres y mujeres que escriben “literatura chicana-chicano” convierten sus obras en discursos culturales y políticos, que parten de la reflexión histórica de vivir en la frontera, porque se resisten a ser avasallados por la clase dominante.