Usted está aquí: martes 15 de abril de 2008 Sociedad y Justicia Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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■ Torpezas que perduran

Gracias a la estupidez enorme de redoblar entusiasmos cuando ya se ha perdido toda noción de cordura, es que los sobrevivientes de las grandes metrópolis caminan con paso firme hacia... el colapso, entendido como la parálisis de todo el sistema, por exitista que se sueñe. Un botón de muestra.

En el industrioso y sobrepoblado municipio de Naucalpan, estado de México, se pueden leer en sus sucias avenidas imaginativos letreros que dicen “En Naucalpan las obras perduran”, en escolar alusión al apellido del actual presidente municipal José Luis Durán Reveles, reincidente en el cargo y desde luego en las obras, por deplorables que resulten, gracias a un concepto equivocado de desarrollo.

Vecinos y usuarios perdieron ya la cuenta de los choques y atropellamientos que a diario tienen lugar gracias al desalmado acceso al centro comercial La Cúspide –supermercados gringos, una fuente, algunos restaurantes, cines y amplios estacionamientos sin techar–, donde por increíble que parezca fue suspendida la construcción del puente que sobre la avenida Lomas Verdes permitiría la entrada segura a los visitantes.

Mexiquensemente, tanto gobierno estatal como municipal no pudieron ordenar a los cúspidos propietarios la conclusión de dicho acceso para autorizar su operación y decidieron que los automovilistas mejor den vuelta en u precisamente donde del carril contrario ¡se sale de una curva! Lo aterrador, más que la alegre irresponsabilidad de los futuristas funcionarios, es la apatía de los propios perjudicados, hechos a la idea de que ha de ser el costo del “progreso” y desde luego de las atrocidades que perduran (con acento en la a).

En medio de lo irrespirable, el fresco poema “Deseo”, de Claudia Luna, (Ruido de hormigas, Gatsby ediciones, 2005): “en el desierto he de morir/ esos dos caballos me dicen que es natural morir/ las dunas muestran que morir es la calma/ y yo lo acepto/ me gustaría llegar aquí/ como los ratones heridos tenderme/ y sólo mirar hasta apagarme/ sin desear nada/ sin reclamar nada/ también me gustaría hacer el amor/ despertar cubierta por la sábana del polvo/ despertar picada de víbora y apagarme/ hasta ser ruido de hormigas que recorren cuerpos inertes/ hasta ser olor/ alimento/ polvo de flores a quien visiten mariposas y la lluvia”.

 
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