Usted está aquí: miércoles 16 de abril de 2008 Opinión Joaquim Vital: Lisboa revisitada

Vilma Fuentes
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Joaquim Vital: Lisboa revisitada

Las 11 ficciones que forman La vie et le reste (La vida y el resto), escritas por Joaquim Vital, pasean al lector de un país a otro, a lo largo de caminos que, engañosos al principio, placenteros incluso, se van desnudando de sus disfraces poco a poco, para terminar por revelarnos de pronto, con la fuerza de la inminencia, su destino último.

Estampas enigmáticas, lo no dicho se insinúa, con la insidia asechante de lo invisible, en los silencios de una escritura irónica, con dejos de sarcasmo, casi distante, ya, pero entre cuyas líneas se escuchan los ecos de ese ritmo que el poeta transmite a las palabras. De un relato a otro, los senderos, paralelos, solitarios, en apariencia trazados con sensatez, amplios todavía, se van estrechando, cercando al caminante entre muros, atrapándolo en callejones sin salida, caminos que ya no llevan a ninguna parte.

Sin embargo, la escenas relatadas en estas ficciones poseen los apetitos, las manías, los vicios, la fatiga: todos esos detalles que pueblan con su vacío los días. La muerte parece aún lejana, ausente como un resto ajeno a los días y a sus noches. Vital sabe dejar la voz a sus personajes, seres de carne y hueso, los cuales se mueven en un teatro sin marionetas envueltos por la sensación de la soledad y el absurdo. Todos terminarán por descubrir, un día u otro, la inminencia de esa muerte que ha dejado de esperar a la vuelta de la esquina y no faltará a su cita. Sea cual sea el disfraz bajo el que oculte su verdadero rostro, sabrán reconocerla.

En la campiña francesa, un viejo misántropo terminará por aceptar que sus horas están contadas al percatarse de la debilidad de su gato usado por los años, incapaz de treparse a un árbol. Un don Juan hastiado y misántropo, quien cree asegurar su vida con un tubo de aspirinas, sentirá que “el miedo de tener miedo le da mucho miedo” al verse acorralado por una manada de jabalíes en los bosques de la civilizada Toscana.

En Pekín, un sinólogo cree poder tocar a la “Historia” mientras un célébre pintor chino cree poder escaparle, pero es la Historia la que escapa al primero y aplasta al segundo.

En París, la viuda de un artista morirá al final de una cena demasiado abundante, tal como falleció su marido, a quien ella reprochaba esos excesos gastronómicos, justo cuando el inventario de su vida le reanima un erotismo enterrado a lo largo de su vida conyugal... Otros reciben la advertencia de la muerte en Goa o comprenden cómo la vida se ha detenido en algún momento dejándolos como muertos vivos en un alto del tiempo.

Hay quienes simplemente se suicidan. O peor: quienes comprenden de súbito que han envejecido sin darse cuenta y dan sus últimos pasos. No hay concesiones de parte del autor: la vida no sólo es absurda y cruel, es también ridícula. Excepto, acaso, en la ficción que cierra el volumen y que se titula “Lisbonne revisitée”. Título significativo: Joaquim Vital nació en Lisboa, salió de Portugal en 1966 creyendo que volvería muy pronto a la caída de Salazar, y pasó de una estancia en Bruselas a París, donde vive desde 1973.

“Lisboa revisitada” narra los dobles adioses de un director teatral a la gran poeta portuguesa, cuya identidad es fácil adivinar. En los primeros adioses, la poeta conserva toda su lucidez y confiesa: “Yo, que escribía que morir sería tan simple como ir del interior de la casa a la calle, me estremezco de terror”.

En los segundos adioses, la poeta ya no es ella. Tal vez tampoco Lisboa. Ni él: algunos versos de la poeta le vienen a la memoria en francés y no en su lengua:

La lucidité me permet de voir/ La ville qui tombe mur après mur/ Et les visages qui meurent l’un après l’autre”(La lucidez me permite ver/ La ciudad que cae muro tras muro/ Y los rostros que mueren uno tras otro).

La anticipación de ese resto de la vida, cuando la edad lo vuelve inminente, se adivina en cada estampa donde la escritura, púdica, guarda silencio.

 
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