Poesía y mercado
Uno de los “males” de la democracia y del libre mercado es que aquella frase de “poetas somos todos” cada vez es más real. Si Andy Warhol pronosticó que en los días postreros todos tendríamos derecho a 10 minutos de fama en la televisión, esa sentencia en materia de poemas, en México, casi es un hecho.
Pintas callejeras con versos de escritores como Neruda, Vallejo, Paz, Sabines y un largo etcétera de poetas casi anónimos, plaquettes, libros de pastas duras, cientos de páginas web donde se democratiza la emoción poética y en un mismo espacio conviven los versos de Darío, de Borges y los de XY, dan fe de lo que digo.
Lo curioso es que los libros más vendidos, aquellos que son hijos del marketing, no son siempre los mejores, ni los versificadores con mayor presencia en los cocteles y revistas son quienes tienen algo que decir. No todos nos hacen ver “la otra orilla” de la que nos habló Octavio Paz, no todos son la “voz de la tribu”, como nos enseñó José Emilio Pacheco.
Tal vez, en efecto, poetas seamos todos, pero no todos somos capaces de construir arquitecturas verbales que conjuren al tiempo, estructuras sonoras que encierren con su música interna el misterio de una emoción o imágenes como ésta que nos regaló Carlos Pellicer hace tiempo: “hay azules que se caen de morados”.
Un poema mal cimentado está condenado a caer como cualquier mala construcción pero, curiosamente, no toda estructura poética contiene entre sus trabes a la poesía por más marketing que la arrope.
He leído decenas de poemas bien hechos, bien medidos, que no dicen nada, y conozco otros que, sin ser perfectos, me han hecho ver, por ejemplo, lo sobrenatural que hay en nosotros. No todos los sonetos tienen poesía, ni todos los versos libres son versos y los que logran serlo no todos tienen que ver con esa otra cara de la realidad que nos muestran los grandes escritores.
Octavio Paz quería ser recordado con cuatro o cinco de sus poemas. Y ahora que se cumplen 10 años de su deceso estoy seguro que lo recordamos con muchos más: con muchos de sus versos que tejen y destejen los reflejos del mundo, con muchas de sus palabras que son puentes, imágenes, sombras que son capaces, porque están vivas, de concentrar la luz del sol en un rayo, detener el instante que no vimos, mostrarnos la claridad del misterio, invocar lo que desconocemos de nosotros mismos. Qué bueno que los grandes poetas son grandes poetas y los hijos del marketing hijos del marketing.