■ Con apoyo de la PFP, los panistas sí llegaron a la reunión
Adelitas impiden a senadores priístas llegar a sede alterna
■ Estalla el júbilo entre brigadistas al cancelarse la sesión prevista
Ampliar la imagen Mujeres brigadistas, conocidas como las adelitas, durante el plantón que realizaron sobre la calle de Perú con la pretensión de impedir que legisladores del PAN ingresaran a la sede alterna del Senado Foto: Alfredo Domínguez
“Te van a lastimar, levántate”, le pedían dos policías, uno de civil y otro uniformado, a la doctora Romana Sierra, quien tendida sobre el pavimento de Allende se cruzó frente al convoy que la Policía Federal Preventiva (PFP) armó para abrir paso a los senadores del PAN.
“Te van a lastimar”, volvieron a decirle, pero ella se mantuvo firme. “¡Ni madres!”, les espetó. Las fuerzas federales, respaldadas por la policía preventiva capitalina, habían diseñado una ruta de acceso a la Cámara de Senadores para burlar el cerco de las adelitas en resistencia civil en defensa del petróleo.
El diseño del operativo consistía en introducir, casi de manera subrepticia, a los legisladores panistas por un edificio del Instituto Politécnico Nacional (IPN) ubicado en el número 38 de Allende, pero antes tenían que pasar por la esquina con Perú.
Ahí se tendió la doctora.
Primero, los dos policías la tomaron de un brazo y de una pierna. Luego de ambos brazos y sólo así pudieron quitarla, por la fuerza. El autobús donde viajaban los panistas pudo entrar de reversa al edificio del Centro de Educación Continua a Distancia del IPN, gracias a que el resto de mujeres brigadistas estaban en las calles que tenían asignadas, y pocas pudieron respaldar la acción de Romana Sierra.
Y no pasaron
Los senadores priístas no tuvieron la misma suerte. Momentos después, Claudia Sheinbaum y otras mujeres se sentaron sobre el piso y el transporte asignado a los legisladores del tricolor no pudo pasar el cerco. “¡No pasarán, no pasarán..!”, exclamaban las brigadistas. Y no pasaron.
A lo lejos, donde se quedaron y tuvieron que regresar, para ir a la Torre del Caballito, los priístas escucharon el Himno Nacional cantado por decenas de mujeres firmes, como Romana.
Del autobús, los panistas fueron trasladados en grupos en tres camionetas Suburban y Van del traspatio del inmueble politécnico, en el número 22 de Belisario Domínguez, para cruzar la calle hacia un estacionamiento público rentado para la ocasión, que a su vez cuenta con una salida por el número 28 de Cuba, de donde dieron vuelta a la derecha, hasta el callejón del 57, y de ahí a Donceles, al recinto alterno.
Pero se quedaron esperando a los priístas.
Lo efectivo de la organización de las brigadas en defensa del petróleo cerró el camino a los senadores del PRI. Así que pasadas las dos de la tarde, los panistas desandaron la ruta en las mismas camionetas, y las mujeres de las brigadas 11, Leona Vicario, y 17, Benita Galeana, los despidieron con gritos de júbilo: “¡ratas, ratas…! ¡Sí se pudo, sí se pudo! ¡Lo logramos, compañeras!”
La resistencia se anotó una victoria. El escritor Paco Ignacio Taibo II, que recorría las brigadas, celebró con ellas en Belisario Domínguez, donde las camionetas quedaban por segundos a descubierto. Y para acentuar el resguardo a los panistas, vigilantes del Senado viajaban en los estribos. “Miedo, miedo, miedo”, se burlaron de ellos.
Ante esa visión, Paco Ignacio ironizó: “Los mexicanos no merecemos esta clase de políticos corruptos. Nosotros no hicimos ningún mal. No mordimos a nuestras mamás de chiquitos.”
El éxito del movimiento de resistencia civil fue tal que Paco Ignacio les contó una perla.
“Hace un rato que venía para acá –les dijo– se me acercó un turista gringo que me preguntó el mejor lugar para visitar. Y entonces le respondí: ‘a los campamentos, güey, ahí está lo mejor de este país’”.
Ambas brigadas fueron las primeras en enterarse que los panistas se iban por Belisario Domínguez hacia Palma. Pero la noticia corrió rápido por el resto de las calles custodiadas, y el grito se volvió uno: “¡Se canceló la sesión! ¡Sí se pudo, sí se pudo!”
Fue un éxito total, resumió Jesusa Rodríguez. “Nos dicen –abundó– que panistas y priístas se fueron a sesionar al piso quinto del Caballito, pero el objetivo se cumplió. Y si están ahí, esa sesión es ilegal, porque no puede convocarse a un recinto alterno con tanta premura”.
De voz en voz, como se dan las noticias en el cerco, la resistencia en Allende y Perú se platicó como una hazaña. “Se acostaron en el piso”, decían las mujeres entre sí. “Las empujó la policía con los escudos”. Muchas cejas se levantaron en muestra de admiración.
A las seis de la tarde, tras la evaluación del efecto del cerco, se decidió levantarlo y se anunció que el fin de semana, mientras inicia la distribución, casa por casa, de folletos y dvd con la explicación de por qué el rechazo a las iniciativas de Felipe Calderón para abrir Petróleos Mexicanos a la iniciativa privada, se evaluará si esta acción de resistencia continúa.
Para el domingo se ha convocado a decenas de asambleas informativas en las 16 delegaciones políticas del Distrito Federal y las principales plazas en los estados.
Mientras se levantaban carpas, fogones y mesas, y eran guardadas, que no arriadas, las banderas, Jesusa Rodríguez anticipó: “este movimiento apenas comienza”.