Condoleezza: ¿dos pájaros de un tiro?
“Es tu bebé. ¡Ve y hazlo!” La decisión implicaba torturar sin misericordia a un importante agente de Al Qaeda, y la orden la impartía, sin inmutarse, Condoleezza Rice, entonces asesora para asuntos de seguridad nacional de George W. Bush. Hoy comienza a revelarse el misterio.
En esta época de primeras damas al desnudo (me refiero por supuesto a Carla Bruni), y de ex primeras damas destapadas que buscan suceder a los maridos (ahí tienen el caso de Hillary), aparecen finalmente, también al desnudo, las ambiciones presidenciales de la controvertida secretaria de Estado. Antes de la toma de posesión de Bush, y antes aun de que se hiciera el anuncio oficial de su candidatura, Rice, directora de ciencias políticas en la Universidad de Stanford, diseñó en 2000, en ese sancta sanctorum, el leitmotiv de la política exterior de quien sería el próximo presidente de Estados Unidos: “fomentar el interés nacional” le llamó, aparentando inocencia. Y hasta ahí no era para rasgarse las vestiduras, porque el trillado “interés nacional” es, como sabemos, el camuflaje perfecto para ocultar la ambición personal: el verdadero interés que mueve a los políticos en todo el mundo.
Pero Rice jamás intentó engañar a nadie. Fue más bien franca en sus propósitos. Se trataba de aprovechar la derrota de la Unión Soviética, y la entronización de Estados Unidos como única superpotencia, para alcanzar finalmente las metas que no se habían logrado en el pasado. ¿Y la comunidad internacional?, se preguntó Condi (como la llaman los íntimos), consciente, después de todo, de que en un mundo donde la democracia está en boca de todos no puede uno andar por ahí haciendo lo que le venga en gana. Sin embargo, concluyó que ese prurito no debería preocupar al próximo presidente en lo más mínimo.
Estados Unidos –dijo en su ensayo de Foreign Affairs, como si fuese motivo de orgullo– no ha tenido ambiciones territoriales por más de un siglo. En ese tiempo ha perseguido como único interés nacional “la paz, la libertad y la prosperidad”. (Aquí el lector, con lágrimas en los ojos, espera que aparezcan personajes de Disney y Warner Brothers caminando hacia el infinito y moviendo sus colitas al ritmo de Looney Tunes.) Con esa autoridad moral, concluyó mostrando desparpajo, “cuando promovamos nuestros intereses, en concierto con aquellos países que comparten nuestros valores fundamentales, el mundo será más próspero, democrático y pacífico”.
No dijo, por supuesto, qué pasaría con los infelices que no comparten esos “valores fundamentales”. Porque en ese momento de la película, en lugar de las figuras de Disney, aparecerían ocho años después de su ensayo, Irak, Afganistán y Pakistán, países destrozados: últimas víctimas del “interés nacional” diseñado por Rice.
Debemos preguntarnos, ¿es una mujer desalmada? No, en Estados Unidos la consideran “pragmática”. Esta mujer de voz suave, ojos de lince, y peinado inmutable esculpido con laca, es poseedora de una cultura enciclopédica. Ha tocado con Yo Yo Ma sonatas de Brahms para piano y violonchelo y conversa en ruso con Vladimir Putin. Su ambición, para coronar una carrera dedicada a la ciencia política, es obviamente llegar a la presidencia. Después de ocho años a la sombra del poder en la Casa Blanca, ¡de ser el verdadero poder en política internacional!, está mejor preparada para gobernar que Hillary y Obama. En ese tiempo se libró de Colin Powell, su jefe en la secretaría de Estado, se ganó la confianza de Dick Cheney, el príncipe de las tinieblas, y es hoy día la eminencia gris en la administración Bush. Ahora busca el premio mayor. Sabe que es su momento. En forma casi imperceptible comenzó a hacerle la corte al ala conservadora del Partido Republicano. Busca seguramente ser la compañera de fórmula de John McCain.
McCain es demasiado liberal para la mayoría de los ultraconservadores, y no tiene experiencia en política internacional, así que tendría en Condi Rice, que jamás ha detentado un puesto de elección popular, una importante aliada y un contrapeso ideológico. Condi sabe bien que en la mente de todos está la posibilidad de que McCain, de 71 años, no termine el mandato. Además de la edad, ha tenido problemas de cáncer y otros males ocasionados por los años en que fue torturado como prisionero de guerra en Vietnam.
Como vicepresidenta, Condi estaría literalmente a un latido de corazón de la Casa Blanca. Su estrategia es brillante. Sería la primera mujer, y además la primera afroestadunidense, en llegar a la cumbre. Condi, desenmascarada por ABC como la funcionaria que presidió el grupo donde se autorizó torturar a los prisioneros de Al Qaeda, es parte de un plan maestro para prolongar el mandato de Bush. Con ella, las ultraderechas pretenden perpetuarse en el poder para continuar en Irak e iniciar la guerra con Irán. Los Bush han gobernado 12 años: cuatro de Bush padre y ocho de Bush hijo. Con Condi podrían ampliar su influencia ocho años más. Los demócratas pretenden ganar con Hillary (la primera mujer) u Obama (el primer afroestadunidense). ¡Condi reúne ambos atributos!