Usted está aquí: viernes 18 de abril de 2008 Opinión Precios en aumento

Gustavo Duch Guillot y Miquel Ortega*

Precios en aumento

Con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un periódico hemos tomado conciencia del aumento de los precios de los productos agrícolas en casa y en todo el planeta. Aunque el aumento no afecta todos los productos, lo hace, sí, sobre algunos de los más importantes, en particular los cereales y el arroz. Por ejemplo el trigo ha aumentado en un año 130 por ciento su precio, el maíz 38 por ciento y el arroz ha subido 36 por ciento su precio en dos meses.

Según la FAO, el peso del aumento de precios internacionales ya se empieza a notar en los países con la ciudadanía con menos recursos de todo el mundo. Por ejemplo en Costa de Marfil los precios del arroz se han doblado respecto al año anterior (marzo 2007-08). En Senegal los de trigo se han duplicado (febrero 2007-08) y los del sorgo han aumentado 56 por ciento. En el mercado de Dawanau, en Nigeria, los precios del sorgo se han duplicado en cinco meses. En África del este, en Somalia, el precio de la harina de trigo en la zona norte se ha triplicado en un año. En Khartoum, Sudán, el del trigo es 90 por ciento superior al año pasado. En Uganda, el maíz en marzo de 2008 había aumentado 65 por ciento respecto al último septiembre. En Tajikistan, el pan costó en febrero el doble que el año pasado; en Armenia era una tercera parte superior al del año anterior. En Haití los precios alimentarios han aumentado entre 50 y 100 por ciento en un año, y así una larga lista.

A nivel macroeconómico para muchos de los países empobrecidos importadores netos de alimentos esta situación es un riesgo, pues su balanza exterior se va a desequilibrar, aumentando el riesgo de endeudamiento. Pensemos que para el conjunto de los países menos desarrollados se calcula que el aumento de los precios va a sup0oner un alza en sus importaciones agrícolas asociadas a los cereales de 56 por ciento respecto al año anterior, año en el que ya aumentó 37 por ciento.

Como respuesta algunas naciones están desarrollando ya planes para aumentar la producción interna de alimentos (como Malí) y así disminuir la dependencia exterior, junto con medidas para evitar exportaciones de producción interna (como Bolivia, aunque la oligarquía cruceña trata de impedirlo). Es decir, medidas en favor de su soberanía alimentaria. Los países que opten por este modelo de soberanía alimentaria deberán enfrentarse a las limitaciones impuestas en algunos tratados de libre comercio para poder priorizar el comercio de proximidad frente al comercio global de alimentos y frente a las oligarquías locales para equilibrar un acceso justo a los recursos productivos. Es una apuesta contra los patrones políticamente correctos y contra los patrones amos del mundo.

Pero también la situación de un aumento en los precios puede acabar generando –debido al desequilibrio macroeconómico en los estados con menos recursos y actividades alternativas de exportación– un nuevo impulso de las políticas de apertura económica en el sector agrícola y pecuario, ignorando los impactos sociales del modelo agroexportador sobre los campesinos y habitantes del ámbito rural, la pérdida cultural que supone la opción mayoritaria de un consumo centrado en pocos productos que son aptos para el comercio internacional, y los impactos ecológicos y sobre la salud asociados a la no adaptación en el entorno de los métodos productivos, y a los riesgos sobre la salud que estos modelos proponen. En estos países es importante recordar que la conversión de la producción de autoconsumo y de comercialización local a modelos de agroexportación requiere de los campesinos una inversión de capital importante para poder ser competitivos. Incluso si el precio es temporalmente alto, es necesario comprar maquinaria, semillas optimizadas, insumos diversos (fertilizantes, pesticidas, etcétera). La obtención de capital por parte de los pequeños campesinos pasa por el endeudamiento de los mismos, asumiendo así un riesgo que en el pasado ya causó grandes problemáticas cuando se produjeron fluctuaciones rápidas en el precio. Los ejemplos de Argentina y buena parte de África nos mostraron las consecuencias para los pequeños y medianos agricultores de las fluctuaciones en el precio: despoblación rural, tensiones sociales, etcétera.

Es la hora de optar por un modelo. Es la hora de la soberanía alimentaria.

* Gustavo Duch es director de Veterinarios Sin Fronteras; Miquel Ortega, coordinador de la comisión de deuda ecológica de la RCADE

 
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