Usted está aquí: viernes 18 de abril de 2008 Cultura Un visitante intempestivo

José Cueli

Un visitante intempestivo

El espectro es siempre “un visitante intempestivo, un revenant, un (re)aparecido”. Jacques Derrida abre su libro Espectros de Marx, con una frase enigmática. Alguien (?) dice “quisiera aprender a vivir por fin” y en su disertación Cristina de Peretti, en el libro Espectrografías, coloca el acento en la búsqueda del posible emisor de tan enigmática frase.

Javier Marías, citado por De Peretti en dicho texto, al hablar del fantasma, dice: “Es muy posible que los fantasmas, si es que aún existen, tengan por criterio contravenir los deseos de los inquilinos, apareciendo si su presencia no es deseada y escondiéndose si se los espera y reclama. Aunque a veces se ha llegado a algunos pactos...”

Volviendo al texto de De Peretti, ella hace hincapié en aquello que nos asedia desde el principio del texto de Derrida y que como un espectro se mantiene hasta la última página. Conjetura que quizá lo que esta frase y este asedio quieren decirnos es que “aprender a vivir es algo más que vivir lisa y llanamente (...) Esto es, aprender a vivir (una heterodidáctica entre vida y muerte). Es que ya no podemos pensar la vida y la muerte por separado, habría que pensarla como devenir vida-muerte. Por tanto, hay que pensar la muerte e incluso pactar con ella. “El espectro, ça nous regarde: nos mira, nos concierne” (...) “Sólo cuando se acepta eso se puede (por fin) aprender a vivir. La ‘heterodidáctica’ entre vida y muerte es, sin duda, la forma de aprender (por fin) a vivir de otra manera. Y mejor. No mejor: más justamente. Pero con ellos”, añade Derrida.

El filósofo francés aconseja aprender a vivir con los muertos, con los espectros porque son esos “otros” los visitantes intempestivos del pasado e incluso los que aún no han llegado. La “existencia” del espectro se da en un tiempo out of joint (en el sentido hamletiano del tiempo fuera de sus goznes) semejante a lo que acontece con los sueños que a decir de Freud no corren paralelos al tiempo lineal. Parte de nuestra existencia cotidiana, en el sueño, correría out of joint, acogería a cuanto visitante intempestivo acudiese al encuentro del sueño.

Ese out of joint del tiempo nos compete, nos pertenece, nos atraviesa, en tanto somos, en palabras de Heidegger, seres para la muerte. No podemos seguir negando la “presencia en ausencia” de los espectros después de discursos como los de Freud y los de Jacques Derrida. El tiempo es también ese “otro tiempo”, el tiempo out of joint que convoca al espectro. Y al hablar de espectros, la alusión a la herencia y al legado se hacen perentorios. Pero, ¿cuál es en realidad el legado de los espectros?

Me parece que el legado atraviesa por ese discurso inconsciente desde donde el “gesto” del espectro retorna una y otra vez.

Si pensamos por un momento en el despliegue fantasmático que tiene lugar en el proceso sicoanalítico cuando se cede la palabra al discurso del “otro” y la comprensión se abre dando paso a la simbolización y a la elaboración, se hará aún más evidente la necesidad de escuchar esas voces que siguen teniendo un efecto en el discurrir de la vida.

En palabras de De Peretti: “La visitación, frecuentación imprevisible e intempestiva del otro, del espectro reclama (siguiendo a Derrida) una hospitalidad incondicional, infinita, desmesurada que, de ser posible, sólo puede tener lugar más allá de cualquier pacto y de cualquier intercambio, es decir, también más allá del derecho y del deber, más allá de la moral y de la política”.

De ser así, deberíamos intentar escuchar los espectros de Marx desde ese lugar, que va más allá del discurso político tan denostado en nuestros días.

 
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