■ En Cocina sabrosa... la autora propone mejorar la calidad de vida mediante la alimentación
Es fácil reconciliar el placer de comer con el bienestar: Boisnard
■ Además de recetas, incluye textos del doctor Jean Seignalet, sobre el “ensuciamiento celular”
Ampliar la imagen En japonés, la palabra “arroz” designa a la madre. Es decir, es una metáfora de la vida para numerosos pueblos Foto: André Wuillaume, tomada de Cocina sabrosa para la salud. Editorial Océano
En todo el mundo, y de modo preocupante en México, se incrementa el número de casos de obesidad, diabetes y alergias, y aparecen cada vez más enfermedades que podrían estar relacionadas con la alimentación.
Existe la creencia generalizada de que hoy, para poder llevar una alimentación sana y sabrosa, hay que hacer enormes sacrificios.
Lisby Boisnard no está de acuerdo.
En su libro Cocina sabrosa para la salud, un arte al vapor suave (Océano, 2007), propone: “Reconciliar el placer de una apetecible comida y la salud resulta mucho más fácil de lo que parece. La respuesta está en aprender a explorar, a inventar”.
Su pareja, André, padece de poliartritis reumatoide. En la búsqueda por aliviar sus dolores descubrieron al doctor Jean Seignalet, autor del libro La alimentación, la tercera medicina (Integral, 2006), quien decía (murió en 2003) que “mediante determinados cambios en la alimentación” se pueden tratar “numerosas enfermedades”.
Seignalet sostenía algo que cada vez se populariza más: los alimentos modernos (enlatados, con fertilizantes, con químicos) no nutren: intoxican.
Cocina sabrosa... incluye un texto sobre la obra de Seignalet, quien fue catedrático de Medicina de la Universidad de Montpellier.
A raíz de sus investigaciones, Seignalet concluyó que el “ensuciamiento celular”, originado por la alimentación actual, “es la principal causa de la mayoría de las enfermedades reumatológicas, neurosiquiátricas y autoinmunes, además de ser el origen de más de 65 por ciento de los cánceres”.
Para evitar el “ensuciamiento celular”, Seignalet proponía no ingerir lácteos ni cereales, con excepción de arroz y trigo sarraceno; consumir “productos crudos o al menos nunca fritos ni preparados a más de 110º centígrados”; usar “aceites vírgenes obtenidos por primera presión en frío”; consumir “productos biológicos” y evitar los que tienen aditivos o están “contaminados por pesticidas, abonos, hormonas y antibióticos”; tomar suplementos vitamínicos y minerales; consumir frutos secos, miel, polen y germinados, y evitar el consumo de azúcar refinada, refrescos y cerveza.
En suma, se parece mucho a la alimentación macrobiótica.
Sobra decir que, con los consejos del doctor, la autora y su pareja mejoraron sustancialmente su nivel de vida.
Boisnard también recomienda consumir de la región y de la estación, y comprar productos frescos, no envasados (las hierbas en maceta, no en ramo ni embotelladas).
Ninguna receta contiene gluten ni lácteos, y el libro se centra en alimentos crudos o cocidos al vapor.
La autora explica las virtudes de cocinar al vapor: el alimento “conserva las vitaminas y las sales minerales y no necesita grasa”. Además, “despliegan su sabor y quedan crujientes”.
Tras una amplia sección introductoria (las primeras 47 páginas), inicia la labor en la cocina.
Entre las recetas de entradas podrá encontrar una tortilla de papas hecha al vapor y un taboulé de quinoa.
En cuanto a “salsas y complementos”, hay, entre muchas otras, “mayonesa de soja”, “hizikis con especias”, musaka y humus, los cuales, dicho sea de paso, este diario recomienda comer con pan árabe mientras se escucha música griega.
En lo referente a platos fuertes, hay a base de pescado, mariscos, pollo, soja, quinoa y pastas de arroz.
Para los amantes de las papas, las hay en todas sus variantes, como lasaña de papas, en ramequín, doradas y en puré.
También se incluye un surtido de arroces: marítimo (con algas hiziki y gambas), multicolor (con azafrán, zanahorias y chícharos) y al vino, entre otros.
Además, podrá encontrar recetas para hacer distintos tipos de pan, galletas y postres, como “crepas sin trigo” (se usa harina de sarraceno o de arroz) y el “pastel sin harina” (lleva almendra, zanahoria, azúcar, huevo y canela).